Juan Madrid y el Zaidín Vergeles

Para el autor es siempre grato el encuentro con esos lectores invisibles que se acercan a sus novelas, apreciar sus rostros, escuchar sus preguntas, a las que ha respondido de forma amplia y sencilla. Ha comunicado muy bien de qué forma surgieron sus intereses por el relato, desde muy niño, y la fascinación que sentía por las historias. Se ha presentado a sí mismo como un contador de historias, en las que siempre hay trozos de una realidad vivida de forma directa.

Este es el caso de la novela que nos ocupa, cuyo personaje parte de una experiencia que vivió como periodista, el maltrato cruel a un marroquí acusado injustamente de haber robado una cartera. Y Tomás, aparece en la obra también como un muchacho  despreciado por ser marroquí, por ser pobre y por ser joven. Solo Clara lo defiende, otra joven que no es pobre ni sobre la que pesa ningún prejuicio racial, pero que siente en su interior el latido de la solidaridad y que en cierto modo se enamora de Tomás, si bien no es correspondida del todo por este, ya que sus preferencias amorosas parecen discurrir por otras elecciones. A Clara le inquieta averiguar cuáles son las tendencias amorosas de Tomás.

Personajes y acción

Juan Madrid ha dejado muy claro que él pone a los personajes en situación, pero apenas los describe y ni mucho menos los califica. Será el lector el que se haga idea de sus inclinaciones y de sus valores humanos. Por eso deja la novela con un final abierto, para que sean los lectores y lectoras los que elijan el que más les guste o que incluso continúen la obra, a su gusto, como a él le gustaba imaginar continuaciones, e incluso escribirlas, de las novelas favoritas de su juventud, cuando ya sabía que lo suyo era contar historias.

Nos ha relatado también de que origen procede la figura del perro, mudo, que muere para salvar a su dueño, ese perro de ojos amarillos que conoció de niño en las playas de Málaga, su ciudad natal, cuyo dueño era un auténtico aventurero que había recorrido todos los mares y cual Simbad el Marino contaba las historias más sorprendentes.

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