Antonio Luis García Ruiz: «Paciencia, perdón y paz»

Paciencia infinita y resignación estoica, las que también hemos tenido y seguimos teniendo el resto de los españoles, con la burguesía capitalista y nacionalista de Cataluña y País Vasco; hoy vehementemente apoyadas por grupos de radicales y falsamente llamados de izquierdas, porque no lo son, al sustituir la unión de los trabajadores, por la separación, la internacional por la intranacional, la solidaridad con los demás, por la solidaridad con su ombligo. Su carencia de humanismo es total y sus argumentos de fondo completamente nulos. Pero lo peor, son sus formas de reivindicación, sus métodos, su falta de respeto con los que no piensan como ellos, llegando inconcebiblemente hasta el ataque verbal, físico y violento.

Paciencia la de los graduados y licenciados universitarios, que tras la terminación de su carrera y la obtención del título – con buen expediente – y la realización diversos cursos, másteres, tesis, tesinas, etc. se ven obligados a marcharse al extranjero. Pero no sólo porque aquí en España y en las universidades públicas, por ejemplo, no haya trabajo para todos, sino que para entrar en ellas, cuentan más los padrinos que los méritos. Paciencia la de los padres y madres de familia, la de los parados y desamparados, la de los jóvenes y menos jóvenes, que no encuentran un trabajo digno para ser y vivir.

Perdón, el que no han sido capaces de pedir los miembros de ETA a las víctimas del terrorismo y a la sociedad, porque no han tenido el coraje, la grandeza y la valentía de hacerlo. Perdón, consenso y concordia los que se consiguieron durante la Transición Política en España y que nos proporcionaron la actual y extraordinaria Constitución de 1978. Perdón el que no ha pedido explícitamente Barack Obama, durante su reciente visita a Japón, por las personas (me produce escalofrío citar la cifra) que murieron con la desaparición de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, destruidas por sendas bombas nucleares lanzadas por el ejército norteamericano los días 6 y 9 de agosto de 1945. Pero, al menos, sí lo hizo implícitamente, al visitar el lugar, abrazar a dos de los supervivientes y pedir que nunca más vuelva a ocurrir.

Paz la que acabó con la II Guerra Mundial y que permitió la constitución de la Organización de las Naciones Unidas, cuya Asamblea General aprobó (10/12/48) la Declaración Universal de Derechos Humanos; el mejor de los instrumentos que poseemos para lograr la paz. Paz y alegría las que consiguieron los alemanes, tras la caída del muro de Berlín y la unificación de todo el país en 1989. Paz la que ya tenemos en el País Vasco y en el resto de España, desde que ETA dejó de atentar; aunque sea sin perdón, es un hecho que tampoco podemos olvidar. Paz y convivencia libre y solidaria la que necesitamos consolidar en nuestro país y en el resto del mundo.

No hay paz en la degradación de la convivencia, en la relajación de la moral, en la ausencia de valores, en la falta de respeto y en todo movimiento o pensamiento político carente de ética y de responsabilidad

Paciencia y perdón que nos conducen a la paz. Para Mahatma Gandhi “la paz es el camino”; aunque también puede ser el punto de partida, el punto de llegada y el mejor modo de vida de las sociedades democráticas y avanzadas. Pero no hay paz en la degradación de la convivencia, en la relajación de la moral, en la ausencia de valores, en la falta de respeto y en todo movimiento o pensamiento político carente de ética y de responsabilidad.

Paciencia exigente y esperanza las que tenemos los españoles en el acuerdo político para formar un gobierno estable y duradero, después de las elecciones. Mil perdones son los que tenemos que llevar en nuestra “coroteca” ética y personal para sustituir a las mil ofensas y orgullos que tenemos que abandonar. Paz interior, serenidad y sosiego, es lo que necesitamos todos, para superar las necias tensiones ambientales e interpersonales de cada día y poder convivir cívicamente con los demás.

A pesar de lo dicho, nuestras dudas pronto quedarán despejadas. Estamos seguros de que, gobierne quien gobierne, en la coyuntura que nos encontramos, tendrá que hacerlo bien, porque de lo contrario, cometerá un acto de deslealtad, que no le vamos a perdonar.

 (*) Antonio Luis García Ruiz. Catedrático de EU de la Universidad de Granada

(NOTA: Este artículo de Opinión se ha publicado en la edición impresa de IDEAL correspondiente al lunes, 27 de junio de 2016)

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