Antonio López Vallejo y «el fruto de las coquetas musas»
La propia dedicatoria del libro ya nos da pistas de su contenido y destinatarios. ‘Cuentos de la Luna del Sur’ está «dedicado a todo aquel que ve en el Sur una puerta abierta al fantasía, al ensueño y al romanticismo, así como a aquellos que se sienten emocionadas ante cada Luna Llena». También las líneas de agradecimientos finales nos sirven para descubrir la génesis de las historias que lo componen ya que su autor, Antonio López Vallejo (Madrid, 1976) muestra su agradecimiento a todos sus familiares y amigos, así como a Esdrújula Ediciones «y cómo no a las coquetas musas que me han acompañado durante largas caminatas por las serranías andaluzas, susurrándome al oído las historias que conforman estos cuentos». Libro que se presenta el viernes, 2 de diciembre, en el Cuarto Real de Santo Domingo, donde su autor será presentado por la escritora, Carolina Murcia y el editor, Víctor Miguel Gallardo (18:30 h).
Seguramente muchos clientes del Mesón Tabarka, en pleno Campo del Príncipe, se sorprenderán al saber que el camarero que les atiende es un escritor con varias obras publicadas y algún que otro premio. Este madrileño afincado en Granada que ha trabajado con anterioridad en la recogida de la aceituna y otros productos agrícolas, le gusta escribir desde sus años juveniles, en especial historias de amor. «Un día se me ocurrió enviar una a un certamen literario de Toledo donde gané un segundo premio lo que me animó a seguir escribiendo hasta componer mi primera novela intimista, ‘Viaje de ida y vuelta’ (2015), a la que siguieron cuentos ambientados en la Andalucía del siglo pasado, en una época en la que no había ni televisiones ni móviles, por lo que cada pueblo o cortijada era un microuniverso. La gente era más auténtica y por eso me ha fascinado», declara.
Ahora su nueva obra que huele a tinta fresca pues se acabó de imprimir el pasado 12 de noviembre, coincidiendo con la fecha de nacimiento de Michael Ende, nacido en esa jornada de 1929, reúne siete cuentos ambientados en el siglo pasado que tienen en común el ambiente rural y personajes muy emotivos y pasionales. Así en el primero, titulado ‘Pasiones traslúcidas’ cuenta la historia de un terrateniente que se encuentra con una muchacha distinta a todas las que había visto antes y por la que empieza a sentir «un amor extraño». Le sigue ‘Una daga y una cruz’, otra historia de amor fantasiosa en la que uno de los personajes principales se reencarna en otra persona al morir. El tercero es ‘Eco de campanas’, cuento costumbrista que narra la historia de un padre y una hija que llegan a un pueblo con una maleta cargada de dinero y que montan un hostal. La hija vive una historia de amor con un hombre que viene de Madrid a trabajar en las obras de un pantano. Por su parte en ‘El monte de la melancolía’ narra la historia de una pareja de enamorados que tienen que dejar de vivir su amor porque una señorito de un cortijo de enamora de ella. «Su novio se va a monte a vivir con las fieras, para terminar convirtiéndose en el alma de la montaña, que es melancolía pura», afirma su autor.
Continua con ‘Fruta fresca, seda y encajes’, otra historia bastante romántica y «creíble» con una mujer esperando el amor a las puertas de su cortijo pues su hombre le prometió volver y ella pasa los días mirando los atardeceres y rechazando muchísimos pretendientes que les ofrecen incluso sus posesiones. En ‘Viviendo entre lobos’, cuenta la historia de una pareja que vive aislada del mundo en una choza y que se dedican a cazar animales, a recoger miel, hasta que llega la civilización. Por último, en ‘Amor, entrega y abnegación’, los lectores van a encontrar una mujer que quiere someterse a los deseos de su marido pero hay algo en ella que se lo impide, hasta que comprende que lo mejor es vivir juntos el amor de una forma más normal, sin dueños ni sumisos. Antonio López reconoce su pasión por el realismo mágico siendo García Márquez uno de sus autores preferidos. «Todos los cuentos están escritos durante la pasada primavera y verano. Surgieron mientras paseaba por los alrededores de El Fargue donde vivo y por la Sierra de Huétor», concluye.
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