Antonio Luis Gallardo Medina: «¡¡Soy un carroza!!»

Esta tarde noche me he dado cuenta de repente que soy un auténtico carroza y todo ha ocurrido en unos momentos; bajaba la basura al contenedor y he reparado que iba en zapatillas de casa, pero no unas zapatillas cualesquiera, sino en las auténticas, las de cuadros de toda la vida.
Estás hecho un carroza se dice desdeñosamente de quien por su edad o por sus ideas anticuadas muestra que ya va dejando atrás su juventud, divino tesoro; pero en mi caso creo que es algo más grave y penoso, ya que me encanta.

Aunque también he de decir que existen variedades y grados en los carrozas, están los carrozas a secas, los que se creen que no lo son, los que aparentan otra cosa y están los que a pesar de la edad y el tiempo siguen en estado permanente de asombro y aprendizaje.

En multitud de ocasiones tanto mi mujer como mis hijas aluden constantemente a mi estado senil y carrozón, pues mis ideas han ido siendo cada día más tolerantes y necesito un gran estímulo para saltar ante todo lo que me rodea; ahora eso sí, estoy totalmente convencido de que cada vez veo más jóvenes viejos y más viejos jóvenes.

No es que esté en contra de los inventos y artilugios nuevos, pero reconozco que me siento una nulidad ante cosas casi normales, según dicen, como el ordenador, el teléfono móvil, el e-pad, el whatsap, gps, wifi, mp-3, etc. estoy convencido que soy de otra época y que todas estas cosas no van conmigo.

Cuando viajo en el autobús y veo cómo casi todo el mundo joven o generación pulgarcito, escribe con los dos pulgares con la velocidad del rayo, compruebo la distancia tan abismal que nos separa, ya que yo escribo solo con el dedo índice y todas las veces confundo la s con la d y la r con la t, por lo que en lugar de besos mando bedod y en vez de rato pongo toro.

Que soy un carroza, creo que lo tengo asumido pues son muchas las facetas en las que me siento de otra galaxia, en la música, los libros, las comidas, las películas, los sentimientos, el habla..

Esta sociedad nuestra tiene un ritmo endiablado y cruel, pues una vez que uno cumple cierta edad ya no encuentra trabajo (es ridículo que te despidan «por viejo» a los 40-50). Por las noticias todos los días vemos cómo, hay hijos y nietos que abandonan a sus padres y abuelos en hospitales o en asilos y los dejan morir solos. O viven con ellos, pero para quitarles la pensión, ni decir de los malos tratos que les dan. Como decía la canción de Serrat…”a los viejos se les aparta después de habernos servido bien”.

En cambio, yo llevo otro ritmo más pausado, que no quiere decir forzosamente cansino, si no pensado y asumido, sabiendo lo que se ha vivido y lo que aún queda por vivir, quien toda su vida la dedicó a cosas que los demás podían haber hecho por sí solos, ahora no puede tirarlo todo por la borda por el solo hecho de estar a la moda.

En fin, qué le voy hacer si soy de la generación del por favor, del buenos días, buenas tardes, hasta luego y el gracias para todo, del baile agarrado, del respeto por los mayores, de pedir permiso, de saludar con una sonrisa, de amar a las personas por lo que son y no por lo que tienen. Se me enseñó a tratar a la gente siempre con amabilidad.

Alguien dijo que quizás la obra educativa que más urge al mundo sea la de convencer a los pueblos de que sus mayores enemigos no son las personas mayores, si no los hombres que les prometen imposibles.

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