Virtudes Montoro: «Los abuelos, raíces de lo que somos»

 

Un abuelo me ha solicitado que escribiera sobre cómo educar a sus nietos, cómo actuar con ellos de una manera constructiva. Pensé en ese momento, hasta qué punto son importantes los abuelos, hasta qué punto se preocupan de cómo desarrollar adecuadamente su papel.

Si nos ceñimos a los consejos que los especialistas en educación ofrecen al respecto, podemos ver obvios consejos que nos dicen de forma técnica lo que ya podemos intuir. Claro está, el rol de los abuelos no pasa por educar a sus nietos, esta responsabilidad es de los padres, únicos responsables de decidir qué directrices, normas y pautas educativas quieren para sus hijos. Los abuelos no deben contradecir éstas, ni ir en una dirección contraria, tampoco es su misión ni su responsabilidad.  Ahora los abuelos por circunstancias laborales pasan mucho tiempo con sus nietos, está bien que ambos, padres y abuelos, concreten las normas educativas, que las pacten, y que éstos sigan las indicaciones consensuadas. Hasta aquí, la comprensión de su rol está bien definida. Pero, ¿qué significa en la vida de un niño su abuelo, su abuela?

Yo no sé lo que es tener abuelos, no puedo hablar de este precioso tiempo vivido con ellos, no puedo recordar sus rostros, sus miradas, ni siquiera sé la dulzura que pueden albergar unas manos llenas de experiencia y amor. Pero aun así, con este desconocimiento, la influencia que ellos han marcado en mi vida es muy profunda, gracias a las historias que me han trasladado mis padres de los suyos, a la imagen que mis padres me regalaron de ellos, mis abuelos. Sobre todo de mi abuelo Alfonso y mi abuela Antonia. Ellos me han marcado tanto como si los hubiera conocido.

Mi abuelo Alfonso, ese hombre de profunda mirada azul, ese sabio líder de su pueblo. Alfonso, inteligente, justo, amable, generoso, al que todos acudían pidiendo consejo, que les escribiera la correspondencia. Ese hombre alto de tez aceituno y pelo zaíno, ocupa un lugar enorme y preciso en mi corazón. Su ejemplo me hace seguir sus pasos, imaginando que su mirada de mar me mira y me sonríe, sintiendo sus manos sobre mi infantil mundo. Mi abuela Antonia, una mujer pasional, valiente, llena de un amor ilimitado, que fue capaz de adentrarse en la guerra en busca de su marido, muriendo sin llegar a encontrarlo. Si yo, que no los he conocido y forman parte de mí, de mi memoria, imagino cuánto pueden influir en los niños que sí tienen la suerte de disfrutar de sus abuelos.

“ Los abuelos, son la raíz de nuestra historia personal, los que nos hablan de nosotros mismos y de nuestra familia, esa que no conocimos y que son parte de nuestra genética”

A ese querido abuelo que me preguntó qué puede hacer para ser mejor abuelo, le digo: ya lo estás siendo, el hecho de preguntar esto, te llena de una inteligencia y de un amor insuperables. Porque los abuelos, son la raíz de nuestra historia personal, los que nos hablan de nosotros mismos y de nuestra familia, esa que no conocimos y que son parte de nuestra genética. Son el vínculo con el pasado, nos regalan su memoria y nos enseñan, con sus infinitas arrugas de dónde venimos, qué personas nos antecedieron.

Los abuelos, padres ahora relajados, pueden ejercer un papel decisivo en sus nietos, con su suave comprensión son unos confidentes y fieles aliados, los que pueden dar un infinito amor sin el control ni las preocupaciones que nos corresponden a los padres.

A los nietos, el único requisito es amarlos, trasladarle los valores y la sabiduría que la vida les ha confiado con los años, hacerles saber cuáles son sus raíces, su simiente, contarles y trasladarle el imaginario de su época, lo que sus ojos vieron.

Como digo, las pautas educativas son muchas, lógicas por otra parte, pero el papel de los abuelos es tan inabarcable que sólo el amor puede señalar el camino.

Me gustaría terminar con un párrafo de la más bella historia de amor entre un abuelo y su nieto, la novela “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro: “Nunca estarás solo, todas mis noches son tuyas. Tengo mucho que contarte, todo lo que te conviene saber; lo que yo tardé en aprender, pues tengo la cabeza dura, y hasta lo que no he sabido hasta ahora contigo”

A mi abuelo Alfonso, quien tanto me ha enseñado, quien ha cimentado mis valores.
A mi abuela Antonia, quien me enseñó el infinito poder del amor.

 

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

 

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