Francisco Martínez Sánchez: «A Melchor, un agnóstico que está en el cielo»

Melchor, acabo de leer el Semanero de nuestro común amigo, José María Guadalupe, que termina prometiéndote una oración , “aunque he leído, decía, que te has marchado agnóstico”… Ello me ha dado pie para enviarte esta carta a la Casa del Padre, donde ya moras gozando de nuevo de la compañía de tu querida Mariem.

No pude estar a tu lado en ese adiós multitudinario que te honró sobremanera, merecidamente. Han pasado días, y aún brilla con emoción en mis pupilas los miles de renglones que tus amigos te han brindado en los medios, sobre todo en tu IDEAL, incluidas las sentidas viñetas de Mesamadero. Leyendo los obituarios o reportajes que te han dedicado, las palabras póstumas más repetidas han sido humanismo, respeto, discreción, amabilidad, honradez…

Tratándose de ti, querido amigo, “hálleme agradecido”, que dijo Quevedo. Y que yo me lo apropio… Pues me gozo en la gracia de poder rememorar la excelencia humana que has derrochado ante tantos testigos. Categorías tuyas adornadas de tu distinguido interés por la Historia, las Letras, el Periodismo, cual sabio con estilo socrático, que aseguraba no saber nada…

No olvidabas la Religión, entre tus inquietudes intelectuales. Por ello, aunque parezca fruslería por mi parte, y quizá “periodísticamente ya a destiempo”, quiero evocar en pocas líneas algunos rasgos de tu querencia religiosa en la que algunos compañeros de viaje han hecho hincapié. Se ha hablado de tu agnosticismo. Tú mismo, tiempo atrás, lo has sacado a la palestra, pronunciándote con mesura sin alardear de ello.

En verdad, tú has sido un agnóstico, pero con el evangelio bajo el brazo. Lo hemos hablado muchas veces y hoy, que eres alma caliente en mi recuerdo, no puedo dejar esta oportunidad que me da tu rotativo, para desnudar la imagen de tu verdadero agnosticismo.

“Lo hemos leído en más de un tratado actual de teología: una cosa es la fidelidad a Dios a través del Evangelio y otra la observancia de la religión. De ahí que yo defienda, con sumo interés, un agnosticismo ‘a lo Melchor’…”

Hace ya tiempo, en la Sala Cultural Nueva Gala, con motivo de la presentación de un libro, apuntabas a Aldous Huxley como acuñador de la palabra “agnóstico”,  referida a la existencia o inexistencia de Dios. ¡Dios es el incognoscible!… Sí, pero en tus noches del alma no te has detenido ahí. Has sido un hombre de búsqueda continua. Has caminado, de autor en autor, para ir descubriendo en tu caminar teológico ese Dios que está fuera de nuestro alcance, pero que está… De forma que tú y yo, decíamos ayer, no lo podemos conocer, a no ser “objetivándolo” en nosotros mismos. Y, por otro lado, la religión, como producto de nuestras carencias, no es fácil identificarla con Dios. Dios y la religión son dos realidades diferentes. Dios está más allá del horizonte religioso, por encima de la letra y los sacrificios. Lo hemos leído en más de un tratado actual de teología: una cosa es la fidelidad a Dios a través del Evangelio y otra la observancia de la religión. De ahí que yo defienda, con sumo interés, un agnosticismo “a lo Melchor”…

Como “buen agnóstico”, fuiste hombre de búsqueda inquietante, continua, de planteamientos dudosos de fe, pero nunca te oí negar a Dios en tu vida. Lo confesaste ausente, sí, en las mil vicisitudes del dolor humano, catástrofes incluidas. Pero lo encontrabas humanizado en Jesús de Nazaret con su mensaje del Monte, y su trayectoria netamente incardinada en la dignidad de los pobres, los tullidos, las prostitutas, los niños… y en sus enfrentamientos con los “religiosos” de turno que, al fin, llegaron a crucificarlo. Y todo eso te “decía mucho”. Era tu fe inconformista, con matiz anticlerical. ¡Agnóstico reverente! Recordarás las veces que te repetía aquello del Principito: “No lo entiendas, vívelo”.

Con gran talento hacías entrevistas en tus tiempos de TeleIdeal. Recuerdo que me entrevistaste como Coordinador provincial del Grupo Comunicar. Después de casi una hora, ya fuera de cámaras, volviste a tu tema recurrente, el mundo de tu fe, donde siempre hurgabas en fácil diálogo sobre la esencia del cristianismo a partir del Dios humanado en el Hijo de María. Inconformista tú, no cesabas de investigar en los entresijos del Nuevo Testamento, como buen agnóstico y mejor creyente..

Debo terminar, porque te estoy impidiendo seguir gozando de tu Iglesia triunfante. Gracias, amigo Melchor. Soy deudor tuyo como tantos otros amigos que se han manifestado ya en tu ausencia.…Siempre has sido, desde la Dirección de IDEAL, mi apoyo en la coordinación del Grupo Comunicar. Como lo fueron también Ernesto Páramo desde el Parque de las Ciencias, Gabriel Pozo desde la Rural o el propio Juan Herrera, también descansando ya en tu orilla. Gracias, una vez más.

Si Eduardo Peralta te nombró, acertadamente, “Caballero del mejor periodismo”, yo modestamente te declaro caballero de la mejor hidalguía para con Dios. Un fuerte abrazo , y con Lorca te pido: Si muero, dejad el balcón abierto…

Francisco Martínez
Huétor Santillán

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