Virtudes Montoro: «Sawabona y Shikoba»

La vida nos presenta pruebas que al principio no entendemos. Situaciones límite que nos sitúa ante decisiones vitales muy difíciles, es como si ésta, la vida, nos tantease; nos diera la oportunidad de crecer ante las adversidades.

El sufrimiento es parte de nuestra existencia, lo normal sería que se presentara ante situaciones previsibles e inevitables (la muerte de un ser querido es para mí la prueba más devastadora que podemos vivir) pero el hecho es que no es esta la causa de nuestros sufrimientos diarios, pasamos por duelos parecidos a la muerte ante situaciones que tienen solución, la muerte es la muerte no hay vuelta atrás. Sin embargo vivimos muertes, duelos, todos los días: pérdidas de trabajo, pérdidas sentimentales, pérdidas personales, que podrían ser asumidas sin ese coste de sufrimiento tan innecesario.

Si analizamos bien las distintas adversidades que se nos presentan, alguna de ellas deberían ser asumidas desde otra perspectiva; ya he comentado en otras ocasiones que poseemos esa capacidad de resiliencia, donde podemos racionalizar el sufrimiento y sobreponernos a éste, salir más fuertes y que nos sirva para crecer como personas. Así que, una de estas circunstancias podría ser cuando nos atacan. ¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos atacados, cuando somos objeto del odio de otro, cuando vemos vulnerados nuestros derechos y vivimos en un estado de odio recíproco, con un nivel elevadísimo de sufrimiento inútil e innecesario? Bien, los psicólogos supracognitivistas, nos insisten por activa y pasiva que debemos ser asertivos, esto creo que se nos ha ido de las manos. Parece que la asertividad no se ha entendido bien, y que la hemos manipulado a nuestro antojo: soy asertivo y mando a la mierda a todo aquel que me haga daño, eso sí con muy buenas palabras, pero la cuestión es que sigo en guerra con ese “enemigo” en pro de mis derechos asertivos, caiga quien caiga.

Otro concepto de estos psicólogos ultramegaojoporojopordiente, nos dice, que ante todo tenemos que tener una autoestima alta, vamos que valgo más que nadie, que soy el mejor, que por donde paso me tiran flores, que soy el rey del mambo. Bueno, la lección más bonita que he recibido acerca del concepto de autoestima es la que me dio un anciano en un centro de día que visitaba: “la autoestima es decirle buenos días a tus compañeros con una grata sonrisa, compartir con ellos un café y hablar de nuestras cosas con sencillez”. Sí, eso es autoestima, mantener una correspondencia sana con los demás, ser junto a los otros mejores personas, gracias a ellos. Pero los términos se han confundido, el concepto de autoestima se entiende como una exaltación superlativa del Yo, y el término asertividad se entiende como “te dijo de todo, eso sí, con dulzura y estilo”.

«Ante estas situaciones de bullying, por ejemplo en la escuela, vemos que no se hace nada con el agresor, se castiga su conducta, se le recompensa expulsándolo, sin indagar el porqué de esta conducta, se etiqueta como “malo” y por ende será malo toda su vida»

Y llegamos, tras el análisis de estos intergalácticos términos a interiorizar que no hay otra forma de gestionar las relaciones conflictivas si no es como guerras personales, donde yo soy más fuerte que tú y no te paso ninguna. Así nos va, añadimos más odio a nuestras vidas: más sufrimiento ¿Necesario?, pues no. Ante estas situaciones de bullying, por ejemplo en la escuela, vemos que no se hace nada con el agresor, se castiga su conducta, se le recompensa expulsándolo, sin indagar el porqué de esta conducta, se etiqueta como “malo” y por ende será malo toda su vida. ¿Podríamos hacer otra cosa? Veamos.

“Sawabona Shikoba” es un término común entre muchos pueblos sudafricanos, como las culturas Zulú y Xhosa. Los zulúes creen en la nobleza del ser humano y en las segundas oportunidades. Y aún más, estos pueblos para nosotros tan lejanos, tienen un alto concepto de lo que es el reconocimiento humano, el valorar al otro confiando siempre en su esencia noble a pesar de que las circunstancias, lo hayan llevado por un camino erróneo. Una vez los miembros del poblado le recuerdan las buenas acciones del pasado a aquel que no respetó las normas, o hizo alguna transgresión; es el momento de decir en voz alta la palabra Sawabona, que significa nada más y nada menos que “yo te respeto, yo te valoro y tú eres importante para mí”. En respuesta, la persona que ha cometido el error o el agravio, contesta Shikoba, que significa “entonces, yo existo para ti”.

¡Ay! Qué lejos estamos de esta esencial enseñanza, qué mundo más vengativo tenemos, cuánta locura nos ronda a todos. Pasamos por la vida, sin intentar comprender por qué las personas actúan como actúan, las juzgamos, le damos la espalda, las etiquetamos, las apartamos, las alejamos, les decimos, “tú me has hecho daño, que te parta un rayo”, a lo que responde el otro, “pues que te parta a ti, te vas a enterar”, y así cíclicamente todos los días lo vemos en las calles, así vivimos, entre lo que tú me haces y lo que te hago yo.

¿Qué nos espera, pues? Más odio, más guerras, más conflictos, más deshumanización. Nos espera lo que vamos creando día a día, lo que vemos en los medios de comunicación que nos tienen manipulados a su antojo: una caótica sociedad donde prima la individualidad, la venganza; la irracionalidad.

«Debemos aprender a ser mejores ciudadanos, mejores personas, podemos ser y estar en un estado de bondad, ya sé que lo más fácil es ser “malo”, ser “bueno” cuesta mucho.

Pero, hay algo que sí podemos hacer: debemos aprender a ser mejores ciudadanos, mejores personas, podemos ser y estar en un estado de bondad, ya sé que lo más fácil es ser “malo”, ser “bueno” cuesta mucho. Pero solo hay una cosa que nos puede salvar de toda esta locura, de toda esta infelicidad: aprender a ser benévolo, no nos queda otra.

Las demás personas, esa es la clave; las buenas relaciones con ellas, el perdón, la compresión, la empatía, el no enjuiciamiento; la compasión. Si comprendemos esto, si lo practicamos, seremos personas sanas, felices y eso es precisamente lo que todos deseamos, ¡qué cerca está de nuestra mano! El cielo está dentro de nosotros, se alcanza aquí, en la tierra, a través de la bondad, a través del amor hacia los demás y hacia uno mismo.

Un personaje de Dostoyevski en su libro “Los demonios”, decía: “Todos es bueno, todo. El hombre es desdichado porque no sabe que sea dichoso. Sólo por esto. Esto es todo, quien lo reconozca será feliz en el acto, en el mismo instante”.

 

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

 

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