Ramón Burgos: «Ayuda»

Si hay algo de lo que puedo presumir –aunque últimamente se encuentre en situación comprometida– es de poseer una audición bastante equilibrada, especialmente cuando se trata de escuchar la interpretación de alguna partitura de mis clásicos preferidos.

 

A mi entender, la cuerda es en cualquier caso primigenia; el metal tiene la virtud de la atención; y la percusión concita sentimientos divididos. Así, y sea cual fuere vuestro punto de vista al respecto, quizá compartáis conmigo la necesidad, tenida algunas veces, de solicitar ayuda al enfrentarse a un programa orquestal de aficionados impenitentes… Quizá, también –como a mí me ha pasado–, los resultados de la angustia vivida al respecto superaron en mucho lo terriblemente esperado.

Con este prólogo, ya habréis adivinado que a la orquesta a la que quiero referirme no actúa precisamente en ningún auditorio, y sus tiempos, más que en acompasadas corcheas, se escriben en partituras complejas referidas a nuestro devenir profesional o personal, con anotaciones netamente diferentes, y casi siempre en razón a nuestra utilidad por cargo o por posición social… La letra parece fusilada del viejo dicho de “contar a los amigos con los dedos de una mano”, haciéndose realidad indiscutible cuando el director cambia un “don” por un “aquel”.

Y todo ello a pesar de que el platillo de la balanza de los aplausos –la recompensa esperada– se incline netamente a nuestro favor: aquellos que seguimos soñando y persiguiendo una ciudad mejor, más coordinada y netamente habitable en toda su extensión. Pues, frente a los toques de “prietas las filas”, de unos y de otros, que últimamente se están reproduciendo a ritmo desenfrenado, planteamos una melodía coordinada y eficaz.

De todos modos, bien es cierto que, incluso hasta en la desesperación de lo disonante, hay una lección de vida que aprender: en este caso la de “con quién podemos contar”; y, aún más importante, “a quién hemos dejado de interesar”.

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de

Ramón Burgos
Periodista

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