Virtudes Montoro: «Nochevieja y otros estados etílicos»

 

Llega la Nochevetusta, el último día del año. Las copas de champán, sidra, u otra bebida, están listas para celebrar esta anual muerte anunciada.
Al toque de queda de la última campanada, por fin, las copas chocan unas contra otras, el jolgorio es común en cualquier parte del mundo. Miles y miles de copas se estrechan en un crujiente brindis, ante el cadáver aún caliente del 2019.

Después de los besos y abrazos de rigor, “Feliz Año” es la palabra que se repite una y otra vez, incluso pasado enero. ¿Qué querremos decir con feliz año? Luego intento dilucidar la razón.

Pasado ese “boom” inicial, el protagonista sin duda de esta Nocheantigua es el alcohol: beber sin parar, celebrar totalmente ebrio el inicio del año. Desde luego da para pensar, y mucho, esta práctica. Imagino al mismo extraterrestre que nos visitó en Nochebuena, observando ahora, el caos de personas beodas tambaleándose entre cristales rotos por las calles, pub, discotecas, con extraños gorros en la cabeza y matasuegras, antifaces u otras lindezas. Al enterarse de que esos seres, están celebrando bajo tales circunstancias, el inicio de un año nuevo, haría el petate y saldría que se las pela hacia su nave nodriza.

El alcohol es un muy grave problema. Socialmente es un hábito aceptado, una costumbre arraigada. Se convierte en protagonista de cualquier celebración. En estas fiestas se bebe, y mucho, pero no mucho más que de cualquier fin de semana. El consumo nocivo de alcohol se cobra la vida de más de tres millones de personas al año, y es la causa más del 5% de la carga mundial de morbilidad. La OMS declara que un consumo nocivo de alcohol se corresponde con la toma de dos cervezas o dos copas de vino al día en caso de hombres, y una cerveza o copa, en caso de mujeres. Podemos decir que una persona es alcohólica si diariamente toma esas cantidades. El alcoholismo una enfermedad que no tiene cura, supone un gran sufrimiento tanto para la persona que lo padece, como para su entorno.

Pero, no quiero dejar un mal cuerpo con este mi último artículo del año, tampoco quiero salir apaleada, la verdad. Siguiendo el hilo de la cuestión que empecé más arriba, ¿realmente, que nos deseamos cuando decimos “feliz año”? La cuestión es que no sabemos muy bien qué es la felicidad, y a pesar de esto, nos deseamos ser felices: estar sanos, tener una economía saneada y un amor algo más duradero que el último, es decir, estabilidad emocional. Esos tres ejes constituyen para el españolito de pie, la felicidad. Pero como es obvio la felicidad es algo más, mucho más: se logra o alcanza a través de las personas, cuando alcanzamos la serenidad con ellas, cuando las relaciones fluyen armónicamente, cuando no nos sentimos solos. La felicidad se alcanza cuando somos capaces de tratar a los demás con el cuidado y mimo con el que nos tratamos (o deberíamos tratarnos), a nosotros mismos. Dentro de un tejido social sano, nos sentimos más felices; y esa es una de las claves más importantes. La felicidad, también consiste en no sólo cuidar la salud física, también la emocional: la aceptación de las emociones, la actitud que desarrollemos ante la vida y sus rachas, estar en el presente; en el aquí y ahora, etc.

Con un “Feliz Año”, nos deseamos lo mejor unos a otros, pero desde lejos, con desgana. Y así estamos y seguimos, muy lejos unos de otros.

Pero bueno, no quiero ser tan moralista, desde luego no es el momento, ni yo la persona adecuada.

Por mi parte te deseo que ames mucho, que sepas escoger a quien amar, que te entregues a tus sueños, que perdones antes de que te ofendan. Te deseo que vayas a un concierto de Vetusta Morla y te olvides de todo, que bailes sin necesidad de beber ni una gota de alcohol. Que hagas lo que hagas, que independientemente de lo que te ocurra, siempre encuentres el aprendizaje que te susurra la vida y que la agarres con suavidad. Deseo que sepas lo importante que eres, y que con humildad cedas tu sitio a otros que sepan más que tú. Te deseo que te construyas fuera de la autocrítica, que confíes en ti y en la perfecta máquina que es tu cuerpo. Eres demasiado importante para plantearte que lo eres, demasiado bello y perfecto, como para no darte cuenta. Te deseo con toda mi alma, que sepas lidiar el sufrimiento, que te encuentres bien y que camines por el camino adecuado; el tuyo. Te deseo que encuentres tu genuina felicidad; el sentido de tu vida.

Deseo que este 2020 descubras aquello que te haga crecer, que te haga ser mejor, para ti y para los demás. Y deseo que ames y te amen mucho, como si fuese el último día de tu vida.

“Para tener buena salud, encontrar la felicidad verdadera en la familia y traer paz a todos, el hombre debe primero controlar su propia mente. Si lo logra, toda la sabiduría y virtud vendrán naturalmente a él”. Buda

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