Antonio Luis García Ruiz: «Evitar una guerra disparatada»

Pero no se puede condenar la guerra, si en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones con los demás, no practicamos la paz.

Parece inconcebible, parece ciencia/ficción, parece que estamos anunciando películas o series violentas o violentísimas, de esas que nos acompañan todos los días del año y durante el desayuno, el almuerzo y la cena, y tanto en las cadenas de televisión privadas, como en las públicas. Pero siendo este un hecho deplorable, no es en absoluto comparable con un conflicto bélico real, con una guerra que podía llegar a ser otra vez mundial, y, por tercera vez, en suelo europeo, además de provocada por otro loco invasor, como fue Hitler. Hoy, sí que suena bien el dicho “lo que nos faltaba”; después de todo lo que estamos padeciendo con las crisis política, económica, energética, sanitaria, etc. ¿Será posible que estemos urdiendo una guerra, y sigamos todos tan contentos? ¡Increíble!

No olvidemos que lo que nos ocurre a las personas individualmente, también le puede ocurrir, a escala global, al mundo entero; las desgracias nunca vienen solas. Las grandes crisis bélicas e históricas de la humanidad, siempre han sido aparentemente desencadenadas por una sola causa, pero eran otras muchas las que subyacían en su origen o se precipitaban después. Sabemos que la hegemonía mundial y el poder, siempre han estado latentes en la historia de la humanidad, y hoy, no lo están menos. También conocemos sobradamente el antiguo truco de buscar un enemigo exterior, para mantenerse en el poder. Igualmente habrá gente que se preguntará: ¿y a nosotros qué nos importa lo que ocurra en Ucrania? Válida pregunta, con respuesta breve: en un mundo globalizado como el presente, el “nosotros” ya no existe; porque geopolíticamente el aislamiento no es posible y porque moralmente, ha sido sustituido por el” yo” o el “mi”.

Aproximándonos más al tema, deseo y creo ciertamente que no habrá guerra, que Rusia no invadirá Ucrania; fundamentalmente por miedo a las consecuencias económicas que le puedan sobrevenir. Sin embargo, el hecho más inhumano e indignante, que es la violencia, el sufrimiento y la muerte de personas y de vida, a los dementes, a los fundamentalistas y a los partidarios de la guerra, siempre les ha importado un bledo. Las guerras son equivalentes a la peor enfermedad del mundo y la mayor vergüenza de la humanidad. Pero los seres humanos, aunque no las deseamos, no hemos sido capaces de erradicar la política del desencuentro, del enfrentamiento, la mentalidad bélica, etc. y ser sustituidas por la cultura de la concordia, del entendimiento y de la paz.

Pero no se puede condenar la guerra, si en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones con los demás, no practicamos la paz, basada en el respeto, en el trato amable, en la colaboración, en la fraternidad, etc. Por el contrario, la discriminación, la exclusión, el acoso, la violencia, etc. generan injusticia, odio, resentimiento, etc. que conducen a la guerra. Con dificultad, he conseguido enterarme del contenido del “Manifiesto contra la guerra de Ucrania”, elaborado por esa caterva de partidos, supuestamente de izquierdas, publicado hace unos días. Sin duda alguna, comparto todo el alegato casi pacifista de su preámbulo, pero luego, en su contenido viene la contradicción y la incoherencia, que evidentemente no comparto. Primero: no se puede acusar a Estados Unidos y a Europa de hacer la guerra, cuando es Rusia la agresora, la que quiere acabar con la soberanía de Ucrania. Segundo: implícitamente están apoyando a Rusia; un país sin democracia, sin libertad, ni oposición política, donde está prohibido el feminismo y perseguidos todos los grupos LGTB; es decir, las reivindicaciones principales de los partidos firmantes. Tercero: no pueden construir la paz, aquellos que no son pacíficos, que han asesinado a mil personas, sin haberse arrepentido; ni aquellos otros que diariamente discriminan, acosan y ofenden a los inmigrantes y a sus descendientes, que, trabajando denodadamente, han contribuido a lograr el elevado nivel económico y de bienestar, que hoy existe en Cataluña y País Vasco.

En este mundo actual desconcertado, enmarañado y manipulado, necesitamos tiempo y tranquilidad para dialogar, pensar y reflexionar acerca de nosotros mismos, de nuestras metas, de nuestra vida y de todo lo que acontece a nuestro alrededor y en la Tierra. Hemos de hacerlo razonando sensatamente y decidiendo con conocimiento de causa y criterio propio; no atentos a la última estupidez del penúltimo iluminado, ni a la moda más remota, e ignorando las palabras huecas de los políticos que no saben lo que dicen. También tendremos en cuenta, que cada vez es más intensa la relación, entre lo global y lo local, entre lo lejano y lo cercano. Considerando que la información, la música, el cine, la literatura, la moda, etc. lo han internacionalizado y universalizado todo, ya no podemos ser ajenos a lo que ocurra cerca o lejos de nosotros. Somos humanos y nada de lo humano, nos puede extrañar, ni nos puede ser indiferente, sino que hemos de comprometernos y afrontarlo como nuestro, y, en el caso de la invasión de Ucrania, tratar de evitarla con todos nuestros medios.

 

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ANTONIO LUIS GARCÍA

Catedrático y escritor

 

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