José Vaquero Sánchez: «Las buenas y las malas formas»

En la década de los años 60 del siglo pasado, siendo yo un niño, observaba como los mayores exhibían sus buenos modales en la convivencia diaria, a pesar del analfabetismo y las penurias económicas. Y es que hay recetas educativas, practicables en todo tiempo, que facilitan la buena armonía y relación entre las personas.

Actualmente, cada vez se usan menos y es posible que desaparezcan. Algunas de ellas son: dar los buenos días y saludar a los conocidos; pedir las cosas por favor y no por imposición; ser agradecidos, ceder el paso o el asiento; vestir de acuerdo con el lugar o la situación en la que estamos o atender a quien lo necesita, etc. Son hechos que coadyuvan a crear un clima de comprensión y tolerancia.

En nuestra rutina diaria podemos observar que hay personas que los ignoran. Piden todo con exigencia. A su vocabulario le faltan palabras como «por favor», «gracias» o «perdón», en cambio usan otras que a todos nos sonrojan. Lo vemos con frecuencia en el Parlamento. Quienes deberían dar ejemplo hacen lo contrario.

El lenguaje es un poderoso instrumento del que podemos disponer para crear un ambiente de concordia y paz, no de enemistad y guerra. Y los que tienen responsabilidades públicas deberían ser los primeros interesados en crearlo. ¡Qué lejos estamos de ello! También deberíamos cooperar a fomentarlo en las redes sociales, tan pobladas de bulos mensajes de odio y frases malsonantes. Podemos estar muy formados y tener malas formas, o poco, y tenerlas buenas. Tanto estas, como los valores y la formación, son cultivables mediante la educación. De ahí su enorme importancia, pero parece que en nuestro país queremos seguir ignorándolo. Deberíamos clamar a voces pidiendo una buena educación. Muchos de los problemas que tenemos en España son fruto de una educación deficiente.

 

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 JOSÉ VAQUERO SÁNCHEZ,

docente jubilado

 

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