Antonio Lara: «La participación de las familias en la escuela ¿qué tienen que decir las familias en la educación?»

El Ateneo de Granada, tras haber abordado el debate sobre las reformas educativas, la innovación en la escuela, la docencia universitaria, la formación del profesorado o el papel de la Administración educativa, prosigue con su actividad en el ciclo ‘La Educación a debate’, dentro de la sección Educación y Sociedad.

 

Educar es una acción que está presente consciente o inconscientemente, de manera intencionada o no intencionada, en nuestras actitudes, conductas, gestos e interpretaciones de la realidad. En cierto modo todos somos responsables de la acción de educar a las generaciones jóvenes.

Hablar del papel de la familia en la educación de los hijos es valorar uno de los pilares básicos que influyen en el proceso madurativo de cualquier ser humano. Es en el seno familiar donde se aprenden muchos de los códigos de rol que conformarán la estructura de la personalidad de los individuos y los papeles que desempeñarán en la relación con los demás.

La familia es el ámbito afectivo de la primera socialización (Bolívar, 2006)1, donde se adquieren criterios, actitudes y valores, claridad y constancia en las normas, autocontrol, sentido de la responsabilidad, motivación para el estudio, trabajo y esfuerzo personal, equilibrio emocional, desarrollo social, creciente autonomía, etc. En ella se aprende a hablar, a moverse, a relacionarse, a adquirir hábitos higiénicos, pautas de comportamiento, valores… No obstante, en nuestro tiempo esta preeminencia de la familia en los primeros años de la vida está compartida a edades cada vez más tempranas con la escuela.

La escuela se puede entender, desde la perspectiva familiar, como factor complementario en la educación de sus hijos, o como un espacio social al cual recurrir para la prestación de un servicio. En cada caso, la escuela representa una cosa distinta. En la primera opción, una prolongación del ámbito familiar con el que se ha de colaborar; en la segunda, un ente exterior del que se solicita unos servicios de cuidado de los hijos, entre los que se cuenta el de que los instruyan en conocimientos y saberes. Mientras que en la primera opción se establece una relación plena de colaboración, en la segunda la relación es de carácter clientelar.

¿En la sociedad posmoderna del neoliberalismo, son las familias clientes de la escuela?

Hoy la mayoría de las actividades y servicios que se prestan en la sociedad se miden bajo el prisma del mercado. Para el mercado, nosotros no somos ciudadanos, aunque pretendan hacernos ver lo contrario, y casi nos traten como ‘amigos’, somos clientes con capacidad de adquirir los productos que en él se ofertan.

Hay servicios que se catalogan como básicos y sociales que deberían estar al margen de las reglas del mercado: la educación, la sanidad o la atención social. Ni siquiera que estén sujetos a las fluctuaciones del mercado, porque su vocación de servicio público y de prestación de un derecho universal no lo soporta éticamente (Lara Ramos, 2010:333)2.

El neoliberalismo y las demandas de calidad, que hoy atenazan a todas las esferas de los servicios prestados —públicos y privados—, están convirtiendo a la escuela en un prestador de servicios, a la que se le exige únicamente prestaciones. Estamos instalados en la llamada ‘sociedad de la exigencia’, sin dar nada a cambio. Una dinámica que consideramos perjudicial para la educación y que deberíamos desechar en las relaciones familia-escuela.

La implicación de las familias en la educación de sus hijos exige algo distinto. Como dice Marchesi (2004:198)3, los profesores la consideran una prioridad, una de las principales condiciones para la mejora de la calidad de la enseñanza. Ahí es donde debemos luchar frente a esa otra mentalidad que cada día se nos configura con más fuerza: la de ser meramente consumidores de productos y de servicios. Los mensajes publicitarios nos lo recuerdan a cada instante, es difícil luchar contra esta inercia y cambiar esta perspectiva, también en nuestra relación con la escuela.

Debemos pensar en los cambios de la sociedad actual y cómo están influyendo en el entorno familiar, de modo que “han provocado nuevas situaciones y experiencias, que tienen obviamente repercusiones en el desarrollo de la vida familiar. Se han generado otras situaciones familiares que precisan cambios en las pautas hasta ahora ejercidas.” (Lara Ramos, 2008:135)4. La educación corre el riesgo de convertirse en la sociedad de consumo en un producto más, y el ciudadano, en consecuencia, en un cliente de la escuela. No quisiéramos pensar que estamos en una época donde la participación de las familias en la escuela se reduce a una pura relación de ‘clientes’.

La visión subjetivista de la realidad circundante conduce a los individuos a ‘pedir y consumir’, sin valorar sus actos ni forzar la reflexión sobre lo que están realizando. Es frecuente que en nuestras escuelas nos encontremos con familias que consciente o inconscientemente se posicionan como clientes de los servicios educativos, demandando mayores funciones y mejor calidad, pero sin comprender que en todo lo que se ventila en el centro —educación de sus hijos— ellos son una parte activa y corresponsable. Es un error que dejen de ser ciudadanos activos y comprometidos con la tarea educativa, y pasen a jugar tan sólo el rol de reclamantes de servicios.

La escuela exige otra relación distinta con las familias. La dimensión educativa es diferente al mero mercadeo al que estamos acostumbrados en otros sectores sociales, los cánones del mercado aquí no sirven. La implicación con la escuela exige mucho más a los padres. De otro modo se realizaría un uso perverso de la escuela y, por extensión, el descrédito de la figura del docente como causante de los males educativos de los hijos.

Existen otros agentes educativos en la sociedad que moldean la personalidad de nuestros jóvenes. Agentes cada vez más potentes y con mayor influencia, incluso relegando a la escuela y a las familias a jugar un papel meramente testimonial en muchos casos. Como señala Savater (1997:71)5, refiriéndose a esta influencia, “mientras que la función educadora de la autoridad paternal se eclipsa, la educación televisiva conoce cada vez mayor auge ofreciendo sin esfuerzo ni discriminación pudorosa el producto ejemplarizante que antes era manufacturado por la jerárquica artesanía familiar”. Añadamos la ventana al mundo que supone internet, tan abierta como para ofrecerles a los jóvenes un universo que somos incapaces de controlar y al que acceden de modo exponencial cada vez con menor edad.6

Sin el trabajo conjunto familia-escuela en la educación de niños y jóvenes la batalla la tenemos perdida. También la falta de apoyo y de reconocimiento social del trabajo docente tiene desagradables manifestaciones en las relaciones escuela y familia. Hay muchas situaciones de controversia es esas relaciones, aunque también otras muchas de una colaboración encomiable.

No quisiéramos que la visión ‘clientelista’ de la educación, que parece tener una presencia cada vez mayor entre las familias, continuara creciendo y adueñándose de la parcela ‘sagrada’ que configuran la escuela y la educación. Nos jugamos mucho: algo tan importante como la trayectoria individual y social de una persona.

El Ateneo de Granada organiza una mesa redonda para abordar el tema de la participación de las familias en la escuela, bajo la pregunta: ¿qué tienen que decir las familias en la educación?

En la mesa redonda intervendrán Rosa Funes López, presidenta de FAMPA Alhambra; Jorge Remacho Casanova, representante de FAMPA Alhambra en el Consejo Escolar Provincial; Almudena Navarrete Morales, directora del CEIP San José; e Inmaculada Morales Rodríguez, directora del CEIP Inmaculada Triunfo

El debate será moderado por Antonio Lara Ramos, vicepresidente del Ateneo de Granada e inspector de Educación.

La actividad se celebrará el próximo martes 30 de mayo de 2023, a las 19:30 horas, en la sede del Ateneo de Granada, C/ Martín Bohórquez, 30, 18005-Granada.

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1 Bolívar, A. (2006): “Familia y escuela: dos mundos llamados a trabajar en común”. Revista de Educación, 339, pp. 191146.

2 Lara Ramos, A. (2010): La educación que pudo ser. Reflexiones desde el pupitre. Granada, Ed. Zumaya.

3 Marchesi, Á. (2004): Qué será de nosotros, los malos alumnos. Madrid, Alianza Editorial.

4 Lara Ramos, A. (2008): La función tutorial: un reto en la educación de hoy. Granada, Grupo Editorial Universitario.

5 Savater, F. (1997): El valor de educar. Barcelona, Ariel.

6 Lara Ramos, A.: La sociedad que (des)educa. Parábolas para los tiempos que corren. Ensayo en proceso de edición.

 

Antonio Lara Ramos

Vicepresidente del Ateneo de Granada

 Inspector de Educación

 

 

 

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