Marcados por una experiencia irrepetible

Esta actividad, organizada por la Fundación Museo Atarazanas, cuenta con el patrocinio de Cajasol, Renfe, la Diputación de Sevilla y la Junta de Andalucía, conmemora el V Centenario de la primera vuelta al mundo realizada en 1519 por el navegante y explorador portugués, Fernando de Magallanes. En los próximas ediciones otros grupos de estudiantes andaluces de primero y segundo de Bachillerato tendrán la oportunidad de conocer Buenos Aires (2010),   Puerto San Julián (2011),  Punta Arenas(2012), Guam (2013), Cebú(2014), Zamboaga (2015), Brunei (2016), Tidore (2017), Ciudad del Cabo (2018) y Praia (2019) culminando con la conmemoración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo teniendo de nuevo a Sevilla como epicentro. Pero volvamos al presente y dejemos que sean los cuatro afortunados granadinos quienes en primera persona nos cuenten lo vivido en la primera expedición:

– Ángel Arias Gijón:

“Hemos sido los privilegiados primeros viajantes de una expedición que promete”

 

Ángel reconoce que el grupo se convirtió en una gran familia
Ángel reconoce que el grupo se convirtió en una gran familia

“Sólo hay una palabra que pueda definir lo que ha sido el viaje en general: Irrepetible. No creo que olvide nunca detalle alguno de lo sucedido en estos ocho días. Tanto el contenido de las actividades programadas como el entorno en el que las hemos desarrollado han sido insuperables. Suelo hacer bastantes viajes y sé por experiencia que siempre se queda uno con la impresión de que le ha faltado algo por ver, algo por probar o algo por sentir; pero en esta ocasión es distinto. Además, es ahora a la vuelta cuando nos estamos dando cuenta de lo grandioso de la expedición, de la magnitud que alcanza esta aventura.

 
Tras una vista panorámica de la ciudad el primer día tuvimos la ocasión de bañarnos en la playa de Ipanema. Fue como una liberación. Resultó algo muy simbólico, pues el grueso del grupo nos metimos al agua y nos dimos cuenta entonces de que este iba a ser un viaje de placer, una experiencia única. El poder bañarse en una playa como esa, entonces libre de gente, con arenas finas y la vista puesta en un horizonte sobre que, el tras una inmensa nube de bruma, el Cristo del Corcovado reflejaba los últimos rayos de sol de aquel nuestro primer atardecer carioca… fue algo sublime. Yo se que dejé parte de mi corazón en aquella playa.

En aquel momento comenzamos también a relacionarnos entre nosotros, los jóvenes que tímidos nos quedamos embelesados por aquella estampa. Solo aquella tarde había merecido la espera y los tediosos desplazamientos. Pero aquello sólo fue el inicio.
 
La visita al Corcovado era una de las más esperadas por ser este el monumento más internacional de Río de Janeiro. Era gratificante ver como la gente nos miraba pasar, como un gran grupo, cantando y bailando, disfrutando y haciendo disfrutar. Como si nadie lo esperase. Además, la vista era impresionante. Ningún número por alto que fuese cuantificaría la cantidad de imágenes que desearía recordar de allí, o el número de fotos que allí se podrían hacer. Simplemente era una vista absoluta de la Ciudad Maravillosa.

El grupo de participantes al completo Otra actividad de la que estoy seguro que se quedará en la retina de muchos de nosotros fue la primera toma de contacto con una favela y sus habitantes. Es cierto que destacábamos mucho en aquel entorno de pobreza, y que muchos de nosotros hubiésemos hecho lo imposible por evitar tal disparidad económico-social. Los mayores nos miraban con recelo, los más pequeños se acercaban inocentes y nosotros nos limitábamos sólo a sonreír. Sonreír porque aquellos niños reían al verse en nuestras cámaras, sonreír porque ellos no necesitaban mucho para hacerlo. Estoy seguro de que muchos lloraban por dentro, por que se comparaban con lo que allí había, pero para poder ayudar, lo primero es aceptar lo malo, y a partir de ahí dar la única ayuda que estaba en nuestras manos, que no tiene nada que ver con el dinero: la calidez de un abrazo, la amistad de un compañero por corto que el paseo sea, las palabras de una charla distinta, aprovechar la oportunidad.
 
Hubo varias noches en las que dormimos poco, pero fue por culpa de la amistad. El pensar que «sólo» teníamos una semana para conocernos era abrumador, pero no lo veíamos así; sino que el simple hecho de poder realizar juntos aquellas tareas enriquecía más nuestras relaciones que cualquier otra cosa. Éramos como una gran familia. Los grupos siempre estábamos entremezclados y las amistades sólo podían mejorar. Además, que en unos parajes así no es posible estar disgustado. No sé, supongo que era la visión de conjunto lo que nos hacía y hace aún sentirnos especiales. Hemos sido los privilegiados primeros viajantes de una expedición que promete, y es ahora cuando nos estamos dando cuenta. Sobretodo, es una relación que sabemos que no ha hecho más que empezar”

– Celia Tello Sánchez:

“Aún hoy sigo intentando asimilarlo”

Celia junto a un participante de Osuna
Celia junto a un participante de Osuna

Cuando llegamos a Río de Janeiro no me lo podía creer. De hecho aún hoy sigo intentando asimilarlo. Después de un viaje de casi diez horas, caímos rendidos en las camas.

Al día siguiente, llenos de vitalidad, comenzamos nuestra aventura por el Museo Marítimo. Allí, una banda de marines nos deleitó con temas de Michael Jackson. Visitamos el mercadillo hippy de Ipanema. Probamos, con recelo, la feijoada y el maracaná, que superaron nuestras expectativas. E hicimos una ofrenda floral a Magallanes desde las rocas, donde hubo más de un cómico resbalón.

Aquella noche, después de una copiosa cena en el Windsor Plaza de Copacabana (donde recibimos un trato excepcional), sentamos las bases de lo que sería el comienzo de una grandísima amistad entre los compañeros y la organización.

Los días posteriores siguieron repletos de actividades. En la Casa de España conocimos a jóvenes increíbles con los que no paramos de bailar. Algunos de ellos no dudaron en acompañarnos en nuestras expediciones durante varios días. Fuimos a la playa (¡qué  arena fina, qué aguas cristalinas!, bebimos de los cocos. En el Sambódromo imaginamos por un instante estar rodeados de miles de personas poblando las gradas mientras disfrutábamos tomando nuestras primeras lecciones de samba, que después perfeccionaríamos en más de una ocasión. Subimos al Corcovado, hicimos senderismo en Tijuca. Tuvimos el enorme placer de asistir a un concierto de Velha Guarda Da Portela. Visitamos el Museo de Arte Contemporáneo diseñado por Niemeyer y contemplamos sus nueve edificios aún en construcción. Disfrutamos de un emotivo homenaje a Stefan Sweig en el cementerio de Petrópolis por parte del director de la fundación. Visitamos el Maracaná o estadio de Mario Filho, donde los/as  futboleros disfrutaron como niños/as. Asistimos a un espectáculo carnavalesco de primera en Ciudade do Samba. Y tuvimos el placer (o no) de conocer a las autoridades cariocas en los respectivos palacios en los que se ubicaban.

Pero no comenzamos a valorar de verdad este viaje hasta que nos llevaron a las favelas. En Vigário Geral, la Chupetinha nos abrió las puertas de su restaurante y cocinó con verdadero amor para nosotros/as. Jugamos con los niños y las niñas de allí, de extremada dulzura y con las sonrisas más bonitas que hayamos visto jamás. Al ritmo de un grupo de chicos percusionistas de la asociación AfroReggae, junto al Centro Cultural Wally Salomao, nos percatamos de lo mucho que puede conseguirse con tan pocos medios y de lo inherente que es el ritmo en los brasileños. Pura exaltación de las pasiones, la naturaleza, lo primitivo, algo de lo que no solemos disfrutar en Europa.

Emocionados y algo trastornados por todo lo que habíamos descubierto, retomamos nuestra aventura. En la favela de Cantagalo volvimos a convivir durante unos minutos con jóvenes de la zona. Y volvimos a bailar.

En estos momentos siento profundo amor por esas personas, así como por mis compañeros de viaje. Mayda, Rocío, Ángel, Jose María, Paula, Johnny, Kevin, Mili, Ana, Carmen, Dani, Manu, Julio, Álvaro, Rafa… en definitiva, nombres que quedarán para siempre en mi memoria gracias a este proyecto que, espero, disfruten tanto como yo las siguientes generaciones participantes. Os quiero.

– José María Jiménez Rivera:

 

José María, el benjamín de los granadinos
José María, el benjamín de los granadinos

“El mejor viaje y experiencia de mi vida”

“Tras la huella de Magallanes ha sido un programa en el cual he crecido como persona, me ha permitido conocer a personas maravillosas desde organizadores, monitores, compañeros. Ha supuesto que esta expedición a “la cibdade maravilhosa», haya sido el mejor viaje y experiencia de mi vida. He podido ver una ciudad completamente distinta a la mía, ver y conocer unas gentes generosas y muy honradas, pese a ser un país con mucha pobreza. Esta aventura me ha permitido abrir la mente y ver que allí, en Río de Janeiro, los niños con una simple pelota, aunque sea de papel, son felices, que pese a la pobreza de gran parte de la población, siempre tienen una sonrisa en el rostro.
 
Sin duda, Río de Janeiro es la ciudad de la ilusión y la esperanza. He tenido la oportunidad y el lujo de visitar al gobernador y al presidente de Río, de visitar los grandes monumentos turísticos de la ciudad como son: el Pao de Azúcar, el Corcovado, Museo de Arte Contemporáneo «MAC», la catedral, Tijuca, «escolas de samba», el estadio de Maracaná, las grandes playas de Ipanema y Copacabana,y muchos lugares más.José María ha vuelto impresionado por lo visto en las favelas 

Pero lo que mas me impresiono fue el día que tuvimos que partir hacia las favelas, me impactó, sentí un sentimiento dentro de mí, y pensé:»Ahora si me creo que estoy en Río». El día de las favelas, fue el mejor  día de los que pasé en Río, todos fueron increíbles, pero ese día quedara grabado en mi joven memoria.
 
Esta experiencia sin duda me ha aportado mucha madurez y responsabilidad. También me ha ayudado a ver la vida desde otro punto de vista y a ser más conciente de lo que pasa en el mundo. Me ha ayudado a decidir en gran parte mi futuro y a conocer a grandes personas con grandes valores, una aventura muy completa en todos los sentidos. Sin duda, algún día volveré a Río de Janeiro, «la Cidade Maravilhosa».

 
– Paula Rodríguez Molina:

“Destaco la organización y compañerismo del que hemos disfrutado”

Paula destaca la excelente organización

Ésta ha sido una semana que, ante todo, yo calificaría como enriquecedora. Comenzamos el viaje sin ser conscientes de hacia dónde nos dirigíamos. En los aviones empezamos a conocernos, a presentarnos…, y afloraron las primeras risas. En un principio no estaba nerviosa, puesto que ya me había embarcado en aventuras semejantes, pero conforme las horas pasaban y nos acercábamos a “la tierra prometida”, mis ansias y mis nervios se iban apoderando de mí.

Finalmente llegamos a Río, una ciudad, como bien pudimos apreciar en nuestro recorrido en autobús hasta el hotel, llenas de contrastes. Fue sorprendente ver la mezcla de estilos arquitectónicos en una misma manzana. Podíamos divisar una catedral gótica frente a un rascacielos, una favela cuyas casas no tenían techo delante de uno de los más lujosos hoteles de la ciudad…Mi primera impresión fue de desconcierto. Era algo totalmente desconocido para mí. No esperaba encontrarme tal espectáculo de colores, formas, estilos de vida y personas, perfectamente entrelazados.

Conforme fueron pasando los días, fuimos conociendo más de cerca el verdadero Río de Janeiro. Una ciudad multicultural, en la que nos sentimos como en casa debido a la cálida bienvenida que nos recibía allá donde fuéramos.

 

Los cuatro granadinos bajo el Cristo del Corcovado
Los cuatro granadinos bajo el Cristo del Corcovado

Una de las experiencias que, considero, más me han marcado en esta aventura ha sido, cómo no, la visita a dos de la favelas brasileñas, en las que pudimos compartir la tarde con los niños, jugando y escuchando la batukada que nos tenían preparada como recibimiento. Es increíble cómo esas personas, que no tienen absolutamente nada, son felices con tan sólo una botella medio rota para jugar, o la visita de unos extranjeros que les hacen fotos. Esos momentos fueron escalofriantes, y la emoción contenida estalló en silenciosas lágrimas cuando salimos allí.

Otro momento inolvidable fue, cómo no, la subida al Corcovado y al Pan de Azúcar, ya que fue emocionante estar en aquellos sitios que tantas y tantas veces había visto en fotos antes, incluso, de ser seleccionada para este proyecto.

Pero yo destacaría, no las visitas, que fueron todas interesantísimas y espectaculares, sino la organización y compañerismo del que hemos disfrutado. En tan sólo una semana tengo la sensación de haber hecho amistades para toda la vida, marcadas por los gritos y canciones inventadas en los trayectos en autobús, y por las vivencias que hemos compartido. También he de señalar la excelente organización que nos ha guiado por Río, dirigidos por Don José Manuel Núñez de la Fuente, que nos ha brindado una excelente oportunidad para conocernos y descubrir “el nuevo mundo”, mostrándonos una ciudad tan variada como Río de Janeiro desde todos los puntos de vista: Ipanema y sus lujos, el Corcovado y el ambiente turista, la favela Vigario y su realidad social… Tampoco me puedo olvidar de los monitores, que han ejercido de hermanos mayores con nosotros, preocupándose por nuestra seguridad y bienestar en todo momento, y luchando por nuestra comodidad.

Ha sido, sin ninguna duda, uno de los mejores viajes de los que podré disfrutar en toda mi vida. Por los compañeros, por la organización, por los monitores, por las cosas aprendidas, por los sitios visitados, por las vivencias, por el país, por su gente…Un viaje sin mácula. Perfecto”.

PARA SABER MÁS: 

– Blog diario de la expedición: TRAS LA HUELLA DE MAGALLANES

– Página web: FUNDACIÓN MUSEO ATARAZANAS

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