Gracias a la ambigüedad del lenguaje, sería posible interpretar de modo muy positivo nuestro titular: “La cultura y el IVA suben”. Pero no. No se trata de eso. Lo que sube es el IVA, y la cultura, pobre hermana pobre, se ve seriamente perjudicada según la mayor parte de los analistas. Aún así, como es habitual en esta sección y en el espíritu de Melómano, intentaremos poner un pellizco de positivismo a lo largo del editorial, por si les sirve de algo a los optimistas.
Una nota, recientemente enviada por la SGAE a los medios de comunicación y titulada “La subida del IVA en la cultura, daño social y económico para España”, afirma que “la medida supone más desempleo y menos ingresos para Hacienda.” El análisis que hace la SGAE es claramente interesado, lo que no le resta credibilidad necesariamente, pero sí nos empuja a ser cautos a la hora de interpretar los datos. Así, se afirma en dicha nota que “la subida del impuesto tiene una repercusión negativa en el acceso de la ciudadanía a la cultura…Pero, además, limita el acceso a esa oferta cultural por parte de las familias menos favorecidas, propiciando la brecha social”. Hay que dejar claro, por si alguno de nuestros lectores lo ignora todavía, que el IVA de bienes y servicios culturales se ha visto incrementado, nada más y nada menos que, en un 13%. Hasta ahora gozaba, como en la mayor parte de los países de nuestro entorno, de un tipo reducido, concretamente el 8%. Con la subida al 21%, una localidad para un concierto que antes nos costaba 10 euros, ahora puede salirnos por 11,50, redondeando un poco. Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta lo que se gastan los españoles en entradas para el fútbol, la diferencia no parece exagerada, aunque los porcentajes asusten a primera vista. Claro que si una familia integrada por los padres y dos niños, por ejemplo, antes pagaba 40 euros por asistir a ese concierto imaginario, ahora tendrá que invertir 46; es decir, que tendrán que quedarse sin palomitas, si están algo apurados. Y, lo que es peor, tendrán que quedarse sin concierto si están “realmente” apurados. Nos inclinamos a pensar que, quienes estén realmente apurados, tampoco se encontraban en disposición de gastarse los 40 euros antes de la subida del IVA, desgraciadamente y parta vergüenza de España. Pero vamos un poco más allá. Hay localidades en ciertos teatros de ópera, que cuestan, vamos a poner, por redondear otra vez, 100 euros. Si la subida del IVA hace que el precio se vea incrementado a 115 (tirando para arriba), ¿creen ustedes de veras que van a dejar de ir a la ópera los usuarios de este tipo de entradas? Nosotros opinamos que, simplemente, van a aportar al Estado los impuestos que les está reclamando, y van a seguir disfrutando de la ópera como hasta ahora. En una palabra, no creemos que sea el público el gran perjudicado en esta ocasión.
Con todo, no nos mostramos totalmente favorables a la medida adoptada por el Gobierno. La alarma ha cundido y el sector se siente amenazado. Desde el punto de vista de los “signos”, la Cultura no se siente respaldada por sus gobernantes. Los artistas ven menguar sus honorarios hasta cifras ridículas en un país donde, en muchas ocasiones se despilfarraba en este terreno como en ningún otro lugar del mundo. Aún así, algunos programadores mentecatos siguen prefiriendo gastar lo poco que tienen en “pocos artistas estelares”, antes que en “mucha actividad de calidad”. Los responsables de los teatros y auditorios no aciertan con las medidas a tomar: hay que tener en cuenta que en una sala de 1.000 localidades, 1,5 euros por localidad puede ser asumible para el espectador, pero si no se le repercute la subida, la sala dejará de ingresar 1.500 euros ese día; y aquí ya entramos en cantidades de otro calibre. La rueda sigue girando. El IVA sube. Y la cultura baja.
(*) Alfonso Carraté. Director de la revista especializada «MELOMANO»
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