En la alimentación se producen trastornos en la conducta como son la anorexia y la bulimia: la anorexia nerviosa es una enfermedad mental caracterizada por la pérdida ansiosa y necesaria de peso hasta llegar a límites peligrosos. Afecta, sobre todo, a mujeres entre 14 y 18 años (aunque cada día hay más varones). Sus síntomas más claros son el miedo a engordar, escasa ingesta de alimentos, imagen corporal distorsionada, culpabilidad por haber comido, hiperactividad y ejercicio físico excesivo, pérdida de menstruación, excesiva sensibilización al frío y cambios en el carácter.
La bulimia nerviosa es también un trastorno mental y se caracteriza por la ingesta excesiva de alimentos. Afecta, sobre todo, a mujeres jóvenes, incluso más que la anorexia. Se caracteriza por comer compulsivamente (con grandes atracones), preocupación por la relación comida/peso, conducta inapropiada para no engordar, peso normal o incluso elevado, erosión del esmalte dental y cambios de carácter (depresión, tristeza, sentimientos de culpa, odio…).
En un caso y en otro, los padres han de inculcar a sus hijos hábitos de alimentación sana; ayudarles con comprensión y confianza; fomentar la autonomía del hijo; realizar las comidas en familia; no ponerles metas excesivas ni en la vida académica, ni en la deportiva ni en el aspecto estético; saber perder peso con control médico; enseñarles que la preocupación por la comida puede convertirse en algo patológico; que busquen ayuda, sin echar culpas; agruparse en asociaciones de familias.
En esta etapa, además, los jóvenes abusan también de sustancias tóxicas como el tabaco, el alcohol, la marihuana, los alucinógenos, la cocaína, las anfetaminas, los opiáceos y el tabaco… La asociación entre drogas y diversión ha provocado que el consumo de éstas sea compañero del ocio y su uso generalizado ha terminado viéndolas como algo normal y, desgraciadamente, no alarman ni a las autoridades ni a los padres. Entre los factores de riesgo están la facilidad de acceso a las mismas; el fracaso escolar; los problemas de relación con padres, profesores y compañeros; las adicciones y/o enfermedades mentales en los padres; violencia y/o rupturas familiares; el padre ausente y la madre sobreprotectora… Lo fundamental y más determinante para este tipo de conducta es que tanto los padres como las autoridades ven normal la vida nocturna de nuestros adolescentes, considerando que un chico de 15 años puede estar en la calle hasta las cuatro de la mañana, consumiendo alcohol y otras sustancias. Es necesario que los padres comiencen a pactar unos horarios entre ellos y con sus hijos que irán ampliando en función de la edad y de la responsabilidad de éstos. En todo momento se debe saber dónde está el hijo y con quién. Estamos formando jóvenes cuyo horizonte es la fuga de sí mismos durante el fin de semana.
El consumo de drogas viene hoy aparejado al consumismo de toda la sociedad, que no se siente satisfecha con nada, a la vez que realiza un rechazo claro al esfuerzo y al sacrificio. Las causas del consumo pueden ser sociales, familiares y personales, sabiendo que las drogas no son privativas de una clase social. Los jóvenes más proclives a ser drogadictos (en un 10-20%) son los que sufren problemas de salud mental, sobre todo depresión y esquizofrenia paranoide, y los que son narcisistas; los demás (80-90%) no tienen ninguna patología sino que huyen de una realidad que es dura, o buscan una experiencia más profunda.
Es en el grupo de amigos donde suele surgir el consumo de drogas, como afirmación de la personalidad, como medio de lograr una mayor felicidad y como una manera de reafirmar la autoestima y poder enfrentarse con más fuerza al mundo de los mayores. La soledad del que carece de fuerza interior y no siente apoyo de los suyos arrastra al joven a la droga y ésta logra que se sienta más solo aún. La prevención de estas sustancias, y del consumismo en general, requieren un alto nivel de comunicación, confianza mutua y actitud de preocupación por el problema. El factor que mejor protege el consumo de sustancias es tener unos lazos fuertes afectivos y de comunicación dentro de la familia.
«La falta de comunicación y de relación con padres y compañeros es muchas veces la causa de serios problemas emocionales» |
En esta etapa se producen también trastornos afectivo-emocionales, debido a que los cambios orgánicos del joven generan una tremenda angustia, la cual deriva en miedos, inseguridad e introversión. Esta actitud obedece al afán de autoafirmación y a su deseo de poner a prueba a los adultos. La falta de comunicación y relación con padres y compañeros es muchas veces la causa de serios problemas emocionales. El divorcio de los padres es una experiencia estresante para ellos, el fracaso escolar, el que los padres sean depresivos, y el rechazo de los compañeros o bullyng son los causantes del mayor índice de depresión y de algunas tentativas de suicidio.
Por las irregularidades de comportamiento antes expuestas, la depresión en estas edades es muy superior a lo que la gente cree: en torno al tres por ciento. El adolescente depresivo practica un ocio pasivo: se sienta ante la televisión durante horas sin prestarle atención, se muestra apático o se encierra en su habitación para escuchar música. La depresión puede conducir, a su vez, al fracaso escolar, lo cual genera conflictos con profesores y padres, descargando toda su agresividad sobre los demás, especialmente contra los más próximos, o incluso puede integrarse en grupos de amigos disociales al margen de la convivencia normal o refugiarse en la droga o en sustancias estupefacientes.
Juan Santaella López
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