Doble presentación del poemario ’33 sueños’ de Juan Carlos Garvayo en el Ateneo de Motril y en en el Ayuntamiento de Granada

 

– ¿Cuál es la génesis de ’33 sueños’ o lo que es lo mismo dónde está el origen y cuándo empiezas a escribirlo?
– Como todo lo que tiene que ver con el arte, el origen es siempre difuso y misterioso. Uno no se levanta un día y dice: «voy a escribir un poemario». Los versos van apareciendo paulatinamente, te seducen, te interpelan, demandan ser fijados de una forma precisa y bella. En este caso, los versos que construyen estos poemas, se fueron deslizando a través del lenguaje de los sueños hasta acabar impresos en un libro compacto. Empecé a escribir los primeros poemas hace aproximadamente un año. Un par de amigos my cercanos cuyo criterio literario estimo enormemente, me animaron a mitad de camino a seguir escribiendo y a concluir el ciclo pensando en una futura publicación.

– ¿Con qué objetivo? ¿Por qué escribe?
– En realidad no hay ningún objetivo. Se trata simplemente de cumplir con una necesidad expresiva brutal que no puedes negar aunque lo intentes. O lo haces o te vuelves infeliz y loco. De algún modo, pienso que se trata de la mejor manera que algunos encontramos de ordenar el alma, para entenderla mejor: El alma personal y el alma del mundo.

– El orden de los sueños ¿ha sido el de su creación?
– No. El mundo de los sueños es escurridizo, ambiguo, equívoco, plagado de referencias ocultas y herméticas. La temporalidad no existe tal como la experimentamos en el plano consciente. Según los poemas progresaban, se fueron creando interconexiones extrañas y sorprendentes entre ellos que me hicieron replantearme un orden que en principio iba a ser estrictamente cronológico. Recuerdo imprimir los 33 poemas en hojas separadas, extenderlos por el suelo de una habitación y comenzar a desvelar una especie de fascinante laberinto a través del cual descubrí el orden correcto y definitivo.

juan-carlos-garvayo-4– ¿De qué forma ha podido influir tu formación y actividad musical?
– Mi querido Andrés Ibáñez me dijo en algún momento que los poemas eran «necesarios (fruto de una necesidad verdadera) y musicales». Reconocía el mérito de lo primero pero de lo segundo decía que, en mi caso, no tenía ningún mérito dada mi profesión-vocación. Yo no concibo una poesía que no sea musical, a pesar de que como lector de poesía a menudo me encuentre con poesía bastante cacofónica. La musicalidad de un poema reside en la armonía de su estructura, en la fluidez de su ritmo interno, en los detalles sutiles que matizan su lirismo…

– ¿Qué tienen en común y en que se diferencia música y poesía?
– Creo que son dos caras del mismo prisma. A menudo hablamos de música poética y de poesía musical. Ambas expresiones artísticas beben de la misma fuente y se complementan, se compenetran hasta el punto que no se distinguen la una de la otra

– ¿Por qué sientes esa atracción por el mar y el verso?
– Ya en mi adolescencia, escogí como lema personal los versos iniciales del poema «El Hombre y el Mar» de Baudelaire: «Homme libre, toujours tu chériras la mer!». El mar está íntimamente unido a mi cultura, a mis raíces, y lo necesito de una manera vital. Por desgracia, vivo lejos del mar y éste me falta a menudo. Por eso he aprendido a reproducirlo dentro de mi. Cuando la vida me aplasta un poco, cierro los ojos, siento el viento de barlovento en mi cara navegando en ceñida, y todo se arregla. En el plano simbólico-poético el mar representa el origen, el misterio, el lugar por donde desfilan todas las imágenes del alma. No es casualidad que uno de los pocos personajes que aparecen en el libro sea el Capitán Nemo. La atracción por el verso no sé de donde nace, pero siempre fue así. Por ahora no he encontrado otra manera de decir lo indecible.

– ¿Qué destacarías de las palabras introducctorias de Andrés Ibáñez?
– Destacaría su inmensa generosidad para conmigo. Me honra que alguien de su capacidad cultural y literaria haya descubierto en estos poemas tantas cualidades. Creo además, que Andrés ha sabido desvelar ciertas claves para entender el hermetismo o la extrañeza que penetra estos poemas.

– Coincides con Andrés en que los Sueños VII y XVIII son los más «extraordinarios»? ¿Cuáles son tus preferidos?
– Todos los sueños-poemas son reales. Quiero decir que han sido sueños que verdaderamente he tenido dormido o despierto. Algunos incluso llevaban décadas persiguiéndome. Mi propósito ha sido destilar el contenido simbólico de estos sueños hasta el límite de lo posible, para tratar de entender el mensaje que encerraban. Me alegro de que los Sueños que Andrés cita hayan llamado su atención; pero la suya no deja de ser una percepción subjetiva. Yo no sabría decir qué poemas son mis preferidos. Es probable que algunos se relacionen conmigo de una manera más tierna, pero todos son necesarios y no me atrevo a destacar ninguno en particular.

– ¿Desea añadir algo más?
– Sí. Me gustaría destacar la generosidad del gran artista Alberto Corazón, que me cedió la poderosa imagen que ilustra la cubierta del libro. Fue muy curioso que después de ver este cuadro y quedarme prendado de su fuerza, descubrí que además se titulaba «Estrategias para recordar los sueños». También necesito destacar la inmensa fortuna que he tenido publicando este libro en la granadina «Editorial Nazarí». Su fundador, Paolo Remorini ha tratado mi trabajo en todo momento de una manera exquisita y respetuosa. Muchas gracias.

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