Oliver García-Fresneda: «Formación universitaria en España y en Francia»

En un comparativo rápido y generalizado de ambos sistemas de formación universitaria (español y francés), en los que he tenido la suerte de estudiar y formarme no solo como profesor, sino también como persona, este ejercicio de argumentación representa, a mi modo de ver, una de las diferencias más importantes entre los dos sistemas. Vean aquí las tres diferencias más importantes entre ambos, que voy a intentar explicar más adelante:

  • Modelo de enseñanza: basado en clases magistrales del profesor. El alumno tiene que seguir la línea marcada por el profesor para obtener buenos resultados, contra un sistema donde el alumno tiene que elegir entre todas las informaciones dadas por el profesor. El alumno debe trillar las informaciones dadas por el profesor
  • Sistema de evaluación: Uno basado en la memorización y el examen tipo test, contra otro basado en el trabajo reflexivo y de argumentación.
  • Formación del profesor.

Con este comparativo el objetivo no es criticar el sistema español. Al contrario, intentaré analizar algunos aspectos de nuestro sistema, aportando algunas respuestas que ayuden en una segunda fase a mejorarlo. En cuanto al modelo de enseñanza, muchos profesores en el sistema universitario español nos lo dan todo hecho. Antes de empezar la asignatura, los alumnos disponen de apuntes de 200, 300 o 400 páginas, en otros casos, de un libro. Las clases consisten en explicar esos apuntes, tema por tema, y los alumnos tienen que memorizar con puntos y comas. El profesor impone una línea que el alumno no tiene más remedio que seguir. En el sistema francés pocos profesores dan apuntes, sin embargo cada tema es abordado según diferentes puntos de vista y con referencias teóricas. Luego, cada alumno retiene y guarda aquellas que le resultan más interesantes entre todas las informaciones dadas. Así, debe crearse sus propios apuntes en función de las diferentes fuentes de información dadas. Cada modelo tiene sus ventajas e inconvenientes.

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En el modelo francés todo es criticable, todo se debate y a veces «este exceso de información, puede matar la información». El alumno puede verse perdido o saturado de tanta información, con el riesgo de perder el sentido o el camino al aprendizaje. Esto no ocurre en el sistema español, ya que la información ha sido buscada, analizada y trillada a priori por el profesor. El alumno lo único que tiene que hacer es seguir esta línea ya marcada, y completar los apuntes con las clases dadas por el profesor. Pero el problema aquí es que el alumno no es autónomo, no es libre de elegir y depende excesivamente del profesor de turno.

«El buen profesor debe crear un enlace entre el alumno y el conocimiento para que este acceda a la noción de autonomía», y no convertir al alumno dependiente de su trabajo. La construcción de la autonomía se construye creando enlaces entre el alumno y el conocimiento, que lo liberan de los enlaces entre este y el profesor.

En este sentido, en el modelo francés no existen líneas rojas impuestas hacia el conocimiento, más bien multitud de caminos, enseñando al alumnado a indagar, a buscar, a elegir y a criticar o defender aquello con lo que se está o no de acuerdo. Algunos pueden pensar que se pierde mucho tiempo en este proceso, pero esto es esencial para acceder al conocimiento y desarrollar la autonomía del alumno: «El buen profesor debe crear un enlace entre el alumno y el conocimiento para que este acceda a la noción de autonomía», y no convertir al alumno dependiente de su trabajo. La construcción de la autonomía se construye creando enlaces entre el alumno y el conocimiento, que lo liberan de los enlaces entre este y el profesor.

  «Así, a mi modo de ver, esta es la diferencia más importante entre los dos sistemas: uno (el español) nos enseña a memorizar, y en el otro (el francés) no basta con memorizar, hay que justificar lo que se dice con ejemplos sobre el terreno, y sobre todo defender o criticar, ya que no hay una verdad absoluta».  

En mi segundo punto del análisis comparativo, entre ambos sistemas de formación universitaria, voy a hablar de la evaluación. Cuando pienso, por ejemplo, en los exámenes que he hecho en la universidad en España, la gran mayoría han sido de tipo test o de opción múltiple. Es verdad que algunos exámenes han sido de preguntas cortas o de desarrollo, pero en este caso lo que escribo no es producto de un trabajo personal y reflexivo, sino fruto de la memorización de las 100 o 200 páginas que el profesor de turno me ha impuesto para estudiar. La evaluación en Francia consiste en la realización de una disertación, donde el alumno pone en práctica su capacidad de reflexión, de análisis y de argumentación sobre lo que ha estudiado, defendiéndolo o criticándolo. Ya en el instituto los alumnos trabajan sobre este tipo de producción escrita (en el colegio los alumnos se examinan en argumentación) y en la universidad este tipo de examen persiste y se extiende a todos las oposiciones de la función pública. Así, a mi modo de ver, esta es la diferencia más importante entre los dos sistemas: uno (el español) nos enseña a memorizar, y en el otro (el francés) no basta con memorizar, hay que justificar lo que se dice con ejemplos sobre el terreno, y sobre todo defender o criticar, ya que no hay una verdad absoluta. Con esto no pretendo que en España adopten la disertación francesa, ni mucho menos. Pero es cierto que en la universidad no nos enseñan a escribir, a argumentar y, sin embargo, yo creo que todo esto es la base.

Volviendo al debate que existe actualmente sobre la formación del profesorado, yo creo que debe reestructurarse y mantenerse en cinco años, ya que el problema no está en la cantidad sino en la calidad de los contenidos propuestos. Algunos hablan de siete años de formación y esto me parece excesivo. No creo que para ser profesor se necesiten más años de estudio que para ser ingeniero. Esto sin contar con los años de preparación de las oposiciones. En Francia tenemos un ejemplo claro que demuestra que cinco años de universidad son suficientes no solo para formar a un profesor, sino también para prepararlo a las oposiciones e introducirlo en el ámbito del trabajo. Así, los tres primeros años de carrera universitaria (licencia) son de formación de base para ser profesor. Esta formación se intercala con prácticas de 1 ó 2 meses en colegios, que permiten al alumno confrontarse con la realidad sobre el terreno. El cuarto año (lo que se denomina Máster 1) es de preparación a las oposiciones y la universidad se encarga de ello. Los que aprueban en el cuarto año las oposiciones y han obtenido plaza, se convierten en profesores en prácticas, es decir, trabajan de profesores a tiempo parcial mientras continúan la formación en la universidad, validando de esta manera el segundo año de máster de profesorado (Máster 2).

Así, el nuevo profesor trabaja a tiempo parcial y dispone de la otra mitad del tiempo en formación universitaria (en mi caso, formaciones sobre las diferentes actividades físicas, sobre la gestión de la clase, la planificación, la evaluación de los alumnos o los eventuales problemas que podemos encontrar en nuestras clases). Al final de las prácticas, el profesor dispondrá de cuatro notas diferentes:

  • Del tutor de terreno
  • Del tutor universitario o formador
  • Del director del colegio o instituto
  • Y del inspector, que valida o no el año de prácticas.

En el caso de que dos de los cuatro balances sean negativos, las prácticas no son convalidadas y el profesor deberá al año siguiente repetirlas. Si las prácticas no son convalidadas durante dos años, el profesor no obtendrá el título y perderá de esta manera el beneficio de las oposiciones.

Collège-Lycée 'Camille Sée' (Paris)Aun así, el sistema educativo francés está lejos de ser perfecto. Los informes PISA no lo sitúan en muy buena posición y el colegio público afronta la renovación más importante de los últimos 15 años. El objetivo es reforzar el eslabón frágil del sistema educativo, el colegio público: «Hacer que el colegio único no sea más un colegio uniforme», como ha afirmado la ministra de la Educación francesa, el 11 de marzo de 2015. En cuanto al alumnado francés, es diverso y muy heterogéneo, el colegio público debe educar y formar a todos los alumnos por igual, pero al mismo tiempo debe diversificar los medios pedagógicos y didácticos para no excluirlos. Esta es la principal dificultad del sistema educativo francés, y todas las reformas que se están planteando van en este sentido: «¿Cómo luchar contra esta heterogeneidad, contra la exclusión y conseguir el éxito de todos?». En casi todos los colegios e institutos existe este problema de clases con diferentes niveles de comprensión, escritura, etc.

Existen muchos distritos en Francia en los cuales la concentración de inmigrantes es muy superior, lo que provoca mayores posibilidades de exclusión social. Es por ello que el Estado ha creado otros dispositivos como los REP o REP+ (colegios públicos con medios económicos y pedagógicos mayores para alumnos en dificultad). La idea es la ‘Discriminación positiva’: “Dar más a aquellos que tienen menos». Para hacer frente a esta dificultad el Estado francés ha decidido invertir en la formación del profesorado, y actualmente esta formación está reconocida como una de las mejores de Europa, ya que invierte en la formación inicial y continua. A nivel pedagógico y didáctico existe una verdadera reflexión sobre otras formas de enseñar que permitan a todos los alumnos obtener un título, bien sea universitario o profesional.

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(*) Oliver García-Fresneda Romero es profesor de Educación Física

en el Collège-Lycée ‘Camille Sée’ (Paris)

 

 

 

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