Juan Santaella: «La autoestima es necesaria para crecer»

Sólo si soy auténtico, puedo perfeccionarme y madurar, y mis relaciones sociales serán reales, placenteras y transparentes. Una persona con autoestima es fuerte, distinta, dueña de sí misma, capaz de aceptar a los otros (sin necesidad de cambiarlos), son influyentes socialmente, aceptan las críticas sin deprimirse, no se envanecen con los halagos, en definitiva, son felices. Según decía Erich Fromm: “El problema del hombre es superar la propia individualidad…Nada lo realiza tanto como una relación placentera con los demás”. Sólo las personas seguras pueden aceptar al otro como valor y no como objeto de su interés.

La autoestima favorece una actitud positiva y alegre ante la vida, ayuda a superar las dificultades personales que se nos plantean; estimula la responsabilidad y la actuación ante cualquier problema social; favorece el aprendizaje para así poder comprender mejor el mundo que nos rodea; desarrolla la creatividad personal; estimula la autonomía personal; facilita una relación social agradable y placentera y estimula el triunfo personal y social.

  Sólo los que tienen autoestima son autónomos para organizar su propia vida, y son capaces de evaluar sus propios actos y reconocer sus aciertos y sus errores  

Sólo los que tienen autoestima son autónomos para organizar su propia vida; capaces de evaluar sus propios actos y reconocerse aciertos y errores; buenos amadores para con los padres, el cónyuge, o los hijos; son capaces de tener una ética personal, sin depender de lo que otros piensen; tienen sentido del humor y son capaces de relativizar tantas cosas secundarias como nos afligen; seres libres, sin dependencias ni esclavitudes; son personas responsables, en las que se puede confiar porque saben responder de sus actos; seguros y capaces de asumir las consecuencias de sus actos; autocríticos y, por ello, pueden perfeccionar sus acciones y su vida; son alegres y saben transmitir alegría a los demás; se perdonan a sí mismos debido a su humildad, al reconocerse personas limitadas, y pueden perdonar a los otros (sólo los que se perdonan pueden perdonar); son resolutivos y capaces de tomar decisiones; son optimistas y siempre encuentran un camino abierto a la esperanza y a la ilusión; son, en definitiva, felices y con ansias de vivir. Además, en la escuela, los alumnos con autoestima, son capaces de aprender con facilidad, de superarse, son creativos, sociables y buenos compañeros.

Por el contrario, una persona con baja autoestima es inseguro, porque siempre permanece en la duda, al faltarle resolución; son contradictorios, pues al carecer de coherencia tan pronto defienden lo blanco como lo negro, lo racional y lo absurdo; son seres dependientes, que precisan la protección y el amparo de alguien para opinar y para vivir; no aceptan la crítica y se convierten en enemigo feroz del que ose contradecirles; tienen muy pocos amigos, porque al no valorarse ni quererse ellos no pueden querer ni valorar a otro; son malos amadores de padres, cónyuges e hijos, por lo mismo que antes; tienen una ética acomodaticia o heterónoma, en función de dónde estén, para agradar siempre a los presentes, sobre todo a los que más poder tienen; temen a la libertad, porque sólo los capaces de asumir riegos pueden ser libres; no son responsables de sus actos y siempre le echarán la culpa de sus males a otros, a las circunstancias o al mundo adverso que han tenido; no se aceptan, y por ello pretenden cambiarse, desde lo externo (operaciones de embellecimiento) hasta lo interno; son personas tristes y deprimidas, cuya presencia genera malestar y preocupación (los famosos “tristes”); no se perdonan y son implacables con los demás; son , por último, indecisos, pesimistas, sin ilusiones…Si son alumnos, en la escuela rinden poco, son poco sociables, son pusilánimes e inadaptados.

La autoestima puede ser fomentada y estimulada por el educador o por la persona próxima si éste lo conoce y lo acepta; si elogia todo lo positivo que el otro tiene o realiza; si evita comparaciones innecesarias; si es tolerante, respetuoso y paciente con su comportamiento; si le muestra con sinceridad las limitaciones que tiene y cómo ha de afrontarlas; si estimula su libertad y su responsabilidad; si es amado y aceptado tal y como es; nombrándolo e individualizándolo; no estableciendo comparaciones con otros; ayudándolo y siendo paciente con él; no ridiculizándolo; dialogando mucho con él…

También la falta de autoestima puede anularse por el educador o el acompañante si éste no conoce ni acepta al educando; si no reconoce los valores que éste tiene; si lo halaga frecuente e indebidamente; si la relación con él se basa en la mentira; si se desconfía de él; si se le induce al miedo; si es despreciado; si se le olvida y se le margina ( el famoso bullying escolar); si se le reprocha permanentemente lo que hace; si vive un desafecto permanente; si recibe mimos y caprichos permanentes, y no se le exige nada (los llamados niños superprotegidos o mimados, de los que hablaba Ortega: se les da cuanto piden, sin exigirles nada)

Actitudes que pueden ayudarnos a fomentar nuestra autoestima:

  • El desarrollo de la autoestima debe ser un hábito.
  • Hemos de centrarnos en las cosas positivas que nos pasan, no en las negativas.
  • Tenemos que aprender a apreciar lo que tenemos.
  • No podemos culpabilizarnos permanentemente, sino identificar nuestras debilidades y corregirlas.
  • Hemos de rodearnos de personas que nos ayuden, nos apoyen y nos hagan la vida feliz.
  • Tenemos que detectar nuestros puntos fuertes para fortalecerlos aún más.
  • Hemos de creer en nuestras posibilidades.
  • Tenemos que vivir marcándonos unos objetivos propios.

Juan Santaella López

 

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