La tradición industrial se remonta a su abuelo que tenía una fábrica de conservas, vinos y aceites, bebidas refrescantes y bodegas de vinos, para lo que traía su materia prima por ferrocarril desde Manzanares a Pinos Puente que en la estación cargaba en carros provistos de toneles de 40-44 arrobas para llevar a la bodega que luego suministraba por los bares de Granada. Al acabar la guerra civil estuvo interno en los Escolapios y la familia se traslada a Granada donde el padre tendría cinco o seis «sucursales» (bodegas) una en plaza Nueva, otra en Gran Vía a la que los clientes llamaban ‘la casa madre’,…, «lo que permitía hacer la peregrinación del copetaje». Al casarse se independizó de su hermano y continuó con la tradición montando una pequeña fabrica de gaseosas que tuvo que duplicar al año y dos años más tarde tuvo que trasladar. Así hasta que puso la embotelladora «muy competitiva» en la carretera de Jaén, en los terrenos que ocupa actualmente Alcampo y Mercadona y el edificio Espadafor, donde embotellaba las carbónicas y el vino común.
Después llegarían las bebidas sin alcohol que califica como «una historia de sentido común, pues la gente bebedora de alterne y conversación no podía tomarme cinco copas e irse para casa tambaleándose. Por eso elaboramos una bebida con todas las características del vino mezclada con mosto de manzana y salió una bebida muy agradable como es el vino sin alcohol ‘Castillo de Salobreña’. Los bares aumentaron la clientela pues podían tomarlo las mujeres y los niños. A él siguieron todos los licores sin alcohol que están teniendo muchísimo éxito» y cuyo proceso de fabricación nos mostró. Al cumplir los 65 años, Juan deja su cargo como consejero en la empresa en agosto de 2014, y pasa el testigo a sus hijos, aunque diariamente suele acercarse por las instalaciones. Desde entonces dispone de más tiempo para dedicarse a sus aficiones entre las que se cuenta conducir coches antiguos y clásicos, de los que posee varios modelos.
«Los coches clásicos me han gustado desde siempre», afirma con rotundidad antes de explicar que el primero que tuvo fue un Ford A de dos plazas con el ‘ahí te pudras’ que le dio muchas satisfacciones pues lo cogía mucho. En las últimas dos décadas es su hijo quien los compra y él los disfruta. Así llegó a sus manos hace dos décadas el B14G de 1928 «con la luz de carretera mediante dinamo independiente y magneto que hace la distribución de la chispa». Como prueba del estupendo estado nos demuestra que tras medio año parado prácticamente arranca a la primera. «Llevaré con él unos 20 años, vino andando desde Jaén y lo puse a punto. Como este habrá otro en Granada», añade.
Un «todo acero» con una gran aceptación
Próxima entrega: Tomás Gómez y su moto Rondine Sport 125 |
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