Juan Santaella: «Los abuelos son para el verano»

El ingreso de la mujer en la vida laboral ha exigido un rol más activo a los abuelos, llegando a tener que asumir, muchas veces, la situación de cuidador del niño. Más ahora que estamos en pleno verano y los padres necesitan servirse de ellos para cubrir las lagunas por la falta de colegio.

Aunque, a veces, la crianza exclusiva de los nietos es inevitable por enfermedad o muerte de los padres, por problemas con estupefacientes, por asunción de custodia, porque los hijos trabajan todo el día…, no es aconsejable que los abuelos los críen, ya que ellos tienen el derecho de poder disfrutar de sus nietos, sin tener el agobio de la crianza diaria. Estos niños, criados por sus abuelos, mucho más limitados físicamente y con menor grado de exigencia que los padres, suelen tener problemas de conducta, poniendo a prueba permanentemente los límites.

  El abuelo debe poder disfrutar de sus nietos sin tener el agobio de la crianza diaria

A su vez, estos abuelos, responsables de la crianza, se ven sometidos a una serie de servidumbres: el agobio económico; el aislamiento social por la dedicación que la educación requiere; las carencias físicas que a esta edad se tienen; la dificultad de atender las dudas que hoy exige la enseñanza; las limitaciones emocionales que pueden conducir al dolor, a la culpa, a la frustración o a la ansiedad, al sentirse desbordados por tan ardua tarea…

Además de los casos anteriores, en los que la crianza es obligada, hay hijos que, por comodidad, por inconsciencia o por relajarse de las largas horas de trabajo, tienen a sus padres casi siempre dedicados a cuidarles a sus hijos, entendiendo además que con ello les están haciendo un favor, porque así disfrutan de sus nietos.

Cuando los abuelos entiendan que se les exige demasiado, deben establecer límites y marcar sus disponibilidades. Con esta claridad evitaremos roces y se generará un clima de confianza mutua. Hay abuelos que sueñan con llegar a la jubilación para realizar actividades de ocio, culturales o educativas, que no pudieron hacer en la vida activa, y eso es justo y respetable.

El abuelo, por último, es el historiador de las tradiciones familiares y los niños disfrutan cuando los oyen hablar de su juventud, de la vida de sus padres o de la vida de la familia. Son los depositarios de la cultura familiar y los encargados de transmitírsela a los nietos. Decía Julián Marías que “ante el abuelo, el nieto hace la experiencia inmediata de la historia. Asiste a la variación mínima y accesible de unos cuantos decenios…comprendiendo de ese modo la historicidad de la vida humana, que va a condicionar la suya. Los abuelos que no se deciden a morirse demasiado pronto son una posibilidad para los nietos, con la sola condición de que tengan la generosidad de saber aprovecharla”.

NOTA: Este artículo de Opinión de Juan Santaella se ha publicado en la edición impresa de IDEAL, el jueves, 21 de julio de 2016

 

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