La Tuna Femenina de Medicina de la Universidad de Granada ronda las calles de la villa de Caniles

 

“En esta noche clara de inquietos luceros
lo que yo te quiero te vengo a decir.
Mirando que la luna extiendo en el cielo
su pálido velo de plata y jazmín.”
(“Rondalla”, popular de la Tuna)

Una noche de primavera, cuando ya los jilgueros dormían en las ramas de los árboles y la luna se asomaba tímidamente entre las estrellas y las nubes del cielo, una capa negra comenzó a ondear al compás del viento. La Tuna Femenina de Medicina de Granada hizo su aparición en escena y el paseo de la villa levantó el telón como si se tratara de las tablas de un teatro lleno, en el cual latía la expectación. En este precioso enclave, que canta por primavera y recita versos, al trino de los ruiseñores y las rimas del poeta, la Tuna Femenina con los viejos tunos de la villa se vino a juntar gracias a un eslabón que perdido no ha de estar. Las primeras notas de bandurrias y guitarras se comenzaron a escuchar, surcaban los cielos con la fuerza del viento que las llevaba a barlovento y el compás de dos panderetas que medían el tiempo por sotavento, para escapar rumbo hacia el firmamento.

Esas jóvenes juglares, que tanta alegría llevaron a una casa particular, la de una antigua tunera de Caniles, con sus letras y canciones llenaron este hogar hasta que, al poco rato, la pequeña alegría de la casa una generosa sonrisa les quiso regalar. Una cariñosa familia, llena de amor y alegría, que cantaba a la vida con la generosidad de una sonrisa, convertida en felicidad.

Noche de serenata, de ronda sin igual, noche para la alegría, en la que algunas de estas juglares en trovadoras se tornarían. ¿Cómo tal proeza se conseguiría? como así nos lo recuerda la letra de la canción: “¡Cuán amantes van las olas a besar!…” Y es que en esta noche especial, mágica podríamos decir, “en esta noche clara de inquietos luceros…”, tuve la oportunidad de ser testigo como dos pares de medias cambiaron de color: se volvieron negras y dejaron de ser amarillo. Mientras que de los labios de un viejo tuno “Fonseca” nacía, de los ojos de las juglares lágrimas caían. Un momento especial, emotivo, sin igual…, en el que estas juglares han pasado a trovar ¡ya les queda poco para la veteranía!

La noche, esa en la que romances y sonetos florecieron, ya iba de vuelta con destino al alba y la voz del viejo tuno callada. Aquella noche, en la que los corazones de estas jóvenes tuneras iban batientes en espera, al anuncio de esta pronta primavera que en la villa amaneciera a la media noche con sus canciones de amor sonar y no al alba a los gallos cantar.

A este veterano tuno que escribe, que tantos recuerdos las juglares, trovadoras y tuneras de Medicina le hicieron esa noche evocar, tan sólo le resta una palabra en el papel plasmar y con la que en letras capitales quiere, para la posteridad, rubricar: ¡GRACIAS!

Ver otros artículos de:

Juan Antonio Díaz Sánchez 

Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino

 

 

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