Francisco J. Sánchez: «Cine y viajes en el tiempo»

Expresión máxima del peso de las decisiones y las consecuencias de nuestros actos, el paso del tiempo es un camino que solo se puede recorrer en una dirección. Y quizá sea eso, la duda eterna ante la bifurcación, lo que convierte la posibilidad de viajar a otro momento, pasado o futuro, en una apasionante, aunque utópica idea para solucionar los errores que nos atormentan. Las emociones son la esencia del ser humano: la melancolía por el amor perdido, el dolor que produce una pérdida evitable, la frustración por el recuerdo de las malas decisiones, la búsqueda de instantes que se van diluyendo en la memoria y que ya no volverán.

El tiempo es un elemento recurrente en conversaciones sobre el destino y la suerte, con frecuencia acompañadas de lamento o alegría; o asociado a las circunstancias, al recuerdo, al ojalá. El segundero del reloj, su avance imparable, simboliza el devenir humano, pues qué es la vida sino el mapa de una época y un espacio que nos rige con su orden caprichoso e inalterable.

 Tomamos decisiones constantemente. Cada día. Nuestra existencia no es más que la suma de todas esas elecciones. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado qué habría pasado si hubiese salido de ese lugar un minuto más tarde? ¿Adónde me habría llevado esa bifurcación? Precisamente es ese universo de opciones, un mágico misterio que la ciencia no desentraña, lo que obliga al arte a expresarse. Ahí entran la literatura y el cine, que son viajes en sí mismos. La literatura, más meritoria, utiliza palabras para crear escenas en la mente del lector. El cine se vale de una combinación de pocos elementos: sonido e imágenes, equivalentes a dos de los sentidos. Solo eso hace falta para fabricar infinitas posibilidades. Y no conviene menospreciar su poder: los recuerdos, los sueños, no son más que fragmentos de películas. El cine es la mente del hombre. A veces, incluso, el cine traspasa la mente del hombre.

 Así, a partir de la premisa de Kubrick«Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado», el cine se convierte en una herramienta perfecta para explorar situaciones y responder preguntas. Imágenes impresas en la retina que volveremos a disfrutar cuando queramos. Un escape de la realidad, un pequeño consuelo, un recuerdo indestructible. Un viaje en el tiempo.

Viajemos.

 «El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo». (Proverbio chino).

 Imaginemos que los fundamentos sobre viajes en el tiempo y realidades alternativas se encuentran en una de las habitaciones de una casa llamada cine. Es una casa grande, con muchas puertas; cada una de ellas alberga un género y muchas de las habitaciones están conectadas entre sí. La puerta a la que nos dirigimos tiene un cartel que dice: Ciencia-ficción. Entramos y encontramos una gran biblioteca llena de libros y películas. La imagen nos resulta familiar porque ya habíamos visto algo parecido en Interstellar (Christopher Nolan, 2014), uno de los filmes que mejor explica las teorías de la mecánica cuántica. Nos acercamos a la biblioteca y descubrimos, en uno de los estantes, un prisma pentagonal. En él se reflejan multitud de títulos, si bien cada uno de los lados tiene un nombre escrito en la base: ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), El tiempo en sus manos (George Pal, 1960), Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993) y 12 monos (Terry Gilliam, 1995).

 Alrededor del prisma hay baldas en las que se acumulan muchas películas, pero ese pentágono, como el monolito de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), parece querer indicarnos dónde se encuentran las claves del género.

Seguimos inspeccionando el lugar. En cada balda hay una sección. De ellas, escogemos las siguientes muestras:

  •  ComediasLos héroes del tiempo (Terry Gilliam, 1981); Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (Stephen Herek, 1989); Jacuzzi al pasado (Steve Pink, 2010); Premature (Dan Beers, 2014).
  •  Románticas: El cielo puede esperar (Warren Beatty, 1978); En algún lugar del tiempo (Jeannot Szwarc, 1980); La rosa púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985); Eternamente joven (Steve Miner, 1992); Kate y Leopold (James Mangold, 2001); Más allá del tiempo (Robert Schwentke, 2009); Medianoche en París (Woody Allen, 2011); One day: siempre el mismo día (Lone Scherfig, 2011).
  •  Realidades paralelas y paradojas temporales: Superman (Richard Donner, 1978); La zona muerta (David Cronenberg, 1983); En los límites de la realidad, episodio 2: Time out (John Landis, 1983); Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997); Dos vidas en un instante (Peter Howitt, 1998); Matrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999); 11:14 Destino fatal (Greg Marcks, 2003); El efecto mariposa (Eric Bress, 2004); Reeker (Dave Payne, 2005); Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007); Moon (Duncan Jones, 2009); Código Fuente (Duncan Jones, 2011); Destino oculto (George Nolfi, 2011); Predestination (Michael Spierig, 2014); Bienvenidos al ayer (Project Almanac, Dean Israelite, 2015); Parallels (Christopher Leone, 2015).
  •  Acción al servicio del viaje: El planeta de los simios (Franklin Schaffner, 1968); Los pasajeros del tiempo (Nicholas Meyer, 1979); Timecop (Peter Hyams, 1994); Frequency (Gregory Hoblit, 2000); Déjà Vu (Tony Scott, 2006); Origen (Christopher Nolan, 2010); Looper (Rian Johnson, 2012).
  •  Viaje al servicio de la acción: Terminator (James Cameron, 1984); Desafío total (Paul Verhoeven, 1990); X Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014).
  •  Revisiones de algunas de las películas imprescindibles en el género: Al filo del mañana (Doug Liman, 2014) o Feliz día de tu muerte (Christopher Landon, 2017), que adaptan con mayor o menor acierto (respectivamente) la excelente Atrapado en el tiempo. Y Family Man (Brett Ratner, 2000), que no consigue hacer sombra a ¡Qué bello es vivir!
  •  Inclasificables: Zelig (Woody Allen, 1983); Peggy Sue se casó (Francis Ford Coppola, 1986); El vuelo del navegante (Randal Kleiser, 1986); Warlock, el brujo (Steve Miner, 1989); El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992); Horizonte final (Paul W. S. Anderson, 1997); Corre Lola, corre (Tom Tykwer, 1998); Supernova (Walter Hill, 2000); Memento (Christopher Nolan, 2000); Donnie Darko (Richard Kelly, 2001); Primer (Shane Carruth, 2004); El curioso caso de Benjamin Button (David Fincher, 2008); Las vidas posibles de Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009).
  • Bélicas: Matadero 5 (George Roy Hill, 1972); El final de la cuenta atrás (Don Taylor, 1980); Biggles, el viajero del tiempo (John Hough, 1986); El experimento Filadelfia (Stewart Raffill, 1985); The jacket (John Maybury, 2005).
  • Fiascos: Un remake de El tiempo en sus manos (para qué tocar lo que es insuperable) llamado La máquina del tiempo (Simon Wells, 2002); El sonido del trueno (Peter Hyams, 2005).

Por suerte, también encontramos…

  •  Joyas poco conocidas30 minutos para morir (Avi Nasher, 1991); 12:01 testigo del tiempo (Jack Sholder, 1993); Retroactive (Louis Morneau, 1997); Nivel 13 (Josef Rusnak, 1999); Dead End: Atajo al infierno (Jean-Baptiste Andrea, 2003); Brick (Rian Johnson, 2005); Preguntas frecuentes sobre viajes en el tiempo (Gareth Carrivick, 2009); Triangle (Christopher Smith, 2009); Seguridad no garantizada (Colin Trevorrow, 2012); Coherence (James Ward Byrkit, 2013); Time Lapse (Bradley King, 2014);  El infinito (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2017).

Si nos ceñimos al elemento que permite los viajes en el tiempo, obtenemos una lista curiosa: En Regreso al futuro es un coche, el icónico DeLorean, que funciona gracias a un condensador de flujo alimentado por plutonio, o por un rayo que produzca 1,21 gigavatios. En El tiempo en sus manos, el protagonista viaja gracias a una máquina que él mismo ha construido. En ¡Qué bello es vivir!, un ángel muestra a George Bailey (James Stewart) cómo habría cambiado la vida en el pueblo si él no hubiese nacido. En En algún lugar del tiempo es el propio protagonista (Christopher Reeve) quien consigue alcanzar un estado mental que le transporta al pasado.

Probablemente sea ésta la forma más acertada de proponer un viaje en el tiempo: desde dentro de nosotros. La velocidad de los segundos cambia en el momento en el que nos concentramos en determinadas tareas; leer o escribir son dos buenos ejemplos. En todo caso, siempre nos queda la opción de refugiarnos en la oscuridad de una sala. En qué maravilloso instrumento se convierte el cine cuando traspasa las leyes físicas y nos enseña cómo podría haber sido aquel otro camino.

F I N

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