Pedro López Ávila: «Machado, la encarnación del ideal humanista, V: Del individualismo a lo colectivo»

En el discurso que preparaba de ingreso en la academia, Machado escribió esto: «Si algo estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura». Es más, recogiendo las nociones de intuición y tiempo psicológico bergsonianas, nuestro autor entiende la poesía como «la palabra esencial en el tiempo». La palabra, por tanto, para él tiene una esencia temporal, pero es que, además, decía que la poesía no trataba más que de unas cuantas cosas verdaderas.

Tal vez la mano, en sueños,
del sembrador de estrellas,
hizo sonar la música olvidada
como una nota de la lira inmensa,
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabras verdaderas.

Partiendo de esta concepción y entendiendo que Don Antonio fue más bien un hombre huraño y ausente, meditador y meditativo, llegó a establecer que la diferencia entre un verdadero poeta y alguien que escribía versos residía en que el primero podía explicar sus ideas. Por esto, poéticamente hablando, evolucionó tarde y se desarrolló con una extraordinaria lentitud, demorando mucho la publicación de sus obras. Y así, su primer libro de versos, «Soledades», responde a una elaboración pacientísima, mesurada, laboriosa, que fue escrita a partir de 1899 y publicada en 1903 y, a pesar de ello, conoció otra edición en 1907, bajo el título de «Soledades galerías y otros poemas», en el que se añaden algunos poemas y se suprimen otros de la edición anterior, aunque según el propio autor «los nuevos no añadían nada sustancial».

Portada y primer poema de ‘Soledades. Galerías. Otros poemas’

Así, esa hondura reflexiva, reconocida por todos, no es sino producto de su continuada actividad. Prueba inequívoca de esto es la cantidad de borradores recogidos de su estancia en Soria, allí se encontraron legajos con miles de cuartillas repletas de versos con muchas tachaduras y muchas enmiendas sobre los mismos. De la misma manera, podemos hablar de la cantidad de documentos manuscritos que aparecieron durante el periodo de su vida que estuvo en Segovia. En la actualidad la Fundación Unicaja ha editado la «Colección Unicaja Manuscritos de los Hermanos Machado», en la que podemos, igualmente, encontrar nuevas composiciones poéticas del maestro, así como variantes de un mismo poema que aparecen, en algún caso, hasta de nueve maneras distintas.

Desde el punto de vista de la temática de este primer libro podríamos decir resumiendo, quizá en exceso, que el elemento neurálgico sobre el que gravita el poemario es la meditación sobre el tiempo y cómo pasa; formalmente es la compleja sencillez de su lenguaje, pero lo que más sorprende es que bajo ese lenguaje sencillo parece que siempre está dejando paso más allá de sí mismo, la forma misma de lo presente y lo ausente.

Casi desde su llegada a Castilla comienza su segunda gran obra «Campos de Castilla» que se publicará en 1912, y que en un prólogo a otra edición de 1917 nos explicará que «al escribir Campos de Castilla» ya era muy otra mi ideología». Decir, por otra parte, que hubo otra posterior edición en 1928, que se considera como definitiva e integradora de un conjunto de poemas, pero que aparecerá con el nombre de «Poesías completas». Evidentemente, su ideología es distinta, esta obra está impregnada de un profundo amor a la naturaleza y una grave preocupación patriótica. Ahora la mirada del poeta se centra en el paisaje, pero un paisaje poblado por seres humanos en un momento histórico, concreto, determinado y abierto siempre a futura historia colectiva. D. Antonio ha evolucionado desde el individualismo -subjetivismo- de «Soledades» hasta lo objetivo, hacia una nueva comprensión e interpretación del mundo y de la poesía, con un concepto colectivo y social, «un corazón solitario no es un corazón, porque nadie siente si no es capaz de sentir con otro, con otros». Castilla en aquellos cinco años de estancia lo transformó, revelándolo no solo estéticamente sino también humana y éticamente.

Portadas de distintas ediciones de ‘Campos de Castilla’

Una vez que se serena el poeta y su vida afectiva ha adquirido una nueva dimensión durante sus años de matrimonio, Antonio Machado se va alejando de esas sensaciones de soledad y melancolía, que tantas veces aparecen en su primer libro, «Soledades». Ahora, en este nuevo periodo, los paisajes sorianos no son vistos desde una tesitura anímica de tristeza, sino que, al objetivarse su mirada, su reflexión se abre a la realidad y, entonces, ve que el paisaje está poblado por las gentes que malviven en los campos. Esto determinará una nueva poética de acentos sociales, llegando a tal extremo que humaniza al paisaje mismo para condensar su pobreza:

Tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma.

«Campos de Castilla», en la versión de 1928, se compone de 56 poemas. Uno de ellos, «La tierra de Alvargonzález», está integrado por cuarenta y un romances. Otro. «Proverbios y cantares» consta de cincuenta y cuatro poemitas; «Parábolas» de ocho, y «Campos de Soria» de nueve. Sin embargo, conviene decir que este libro no es uniforme, sobre todo por sus diferencias cronológicas, pues entre la fecha del primer núcleo de poemas 1911 y su cierre en 1917 se suceden acontecimientos graves. En lo particular, la muerte de Leonor y su regreso a Andalucía; y en lo universal, la primera gran guerra, contraste de paisajes (andaluz y castellano), recaídas melancólicas y una mayor meditación sobre temas sociopolíticos.

No obstante, la visión social del autor que no puede interpretarse, sino como una crítica de la injusticia secular en la que están instaladas las gentes: labriegos, arrieros, ganapanes, pastores que trashuman, pobres hijos que huyen de sus lares, palurdos atónitos, gañanes, braceros, filósofos alimentados con sopas de convento y, en fin, una visión de Castilla y de la observación de sus gentes que es ética, metafísica, social y política.

(…)
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
(…)
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
(…)
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento.

Cualquier lector percibe enseguida la diferencia existente entre «Campos de Castilla» y «Soledades», pero no es cuestión de que en estas notas, que tienen carácter divulgativo sobre la obra de Antonio Machado, se comenten detalladamente sus mejores y más complejos poemas, aunque lo que sí parece evidente es que la temporalidad de «Soledades», en esta nueva obra, es ahora historicidad y, por tanto, crítica sociopolítica del casticismo.

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