Pedro López Ávila: «Machado, la encarnación del ideal humanista, VI: Andalucía y Antonio Machado»

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;

Cuando A. Machado describe este periodo de su vida, no solo hace referencia a la emoción en el recuerdo de su niñez, sino que, además, en ese recuerdo emocionado se encuentran ligados a él elementos auténticamente andaluces: el patio y el limonero.

Lo mismo podríamos decir, con respecto a los jardines sevillanos al leer estos versos:

Jardines de mi infancia
de clara luz, que ya me enturbia el tiempo
con las lluvias de abril…

Cuando el poeta llega a Baeza en 1912, tuvo que superarse y rehacerse del mucho dolor que le había ocasionado la muerte de Leonor. Tiene que sobrevivir describiendo con sus ojos un paisaje, un modo de ser y unas costumbres totalmente distintas a las de Castilla. Costumbres y paisajes a los que no consigue adaptarse totalmente. En una carta a Juan Ramón Jiménez hablaba de Baeza como «una ciudad de mendigos y señoritos arruinados en la ruleta. La profesión de jugador de monte se considera muy honrosa». También decía que en Baeza «solo hay una librería en la que venden postales, devocionarios, periódicos clericales y pornográficos».  En estas circunstancias, un hombre formado en la Institución Libre de Enseñanza, cuyo ideario liberal estaba basado, en principios tales como la observación, el anticlericalismo, la negación de los dogmas, la intuición y el conocimiento, chocaba frontalmente con su forma de ser. Y en otra de sus cartas nos dirá: «la población rural está tan encanallada por la iglesia que hasta los mendigos son hermanos de una cofradía».

En un primer periodo de su estancia en Baeza destina más tiempo a la lectura atenta de la filosofía que a la poesía y desarrolla sus teorías melancólicas sobre la desesperanza de un alma siempre bajo la melancolía, y cuando vuelve de nuevo a la creación, otra vez aparece el paisaje de Andalucía, aunque mezclado, eso sí, con imágenes castellanas. Claro que, si hacemos una lectura atenta de su obra, podemos observar que el tema andaluz siempre estuvo presente a lo largo de toda su vida poética. Por ejemplo, en el poema VII de «Soledades, galerías y otros poemas», los elementos y la luz de la decoración nos sugieren el patio de su ciudad natal de Sevilla: «el limonero lánguido», «la fuente limpia», «la tarde clara»,» la hierbabuena» o «la buena albahaca» .

VII

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas…

(…)

En este mismo libro existen otras composiciones en donde incluye elementos de paisajes andaluces. Así el largo poema LII, «Fantasía de una noche de abril», nos muestra la noche en ciudades andaluzas

¿Sevilla?… ¿Granada?… La noche de luna.
Angosta la calle, revuelta y moruna,
de blancas paredes y obscuras ventanas.
Cerrados postigos, corridas persianas…

(…)

De la misma forma en el poema siguiente, LIII, dirigido «A un naranjo y a un limonero», vemos aparecer una de las notas características en Machado sobre el tema andaluz: la oposición y el enfrentamiento del alegre frescor de Andalucía frente la aridez austera de Castilla.

Nuestro autor vive esos cambios y su corazón viaja de una tierra gris con oquedades, con soledades y con risas contenidas a una tierra que lo recibe en verdes, en soles como hogueras, en sierras blancas y en atardeceres rosas o malvas. Machado no puede evitar el contraste y se mezclan en su corazón los dos paisajes: tierras sembradas de trigo y cebada, de duros zarzales sin fragancia, frente a frescos naranjales cargados de perfume, de campos enverdecidos y abiertos jazmines entre huertos colmados de azucenas.

De los claros bosques de la Andalucía,
¿quién os trajo a esta castellana tierra
que barren los vientos de la adusta sierra,
hijos de los campos de la tierra mía?

Integrado la edición de Poesías completas. En ‘Campos de Castilla’ también aparece el tema andaluz en el poema CXVIII, «Caminos«, en el que el poeta solo, marcado por la pena en el campo de Baeza contempla la tarde silenciosa, la luna que sube entre la bruma de otoño (como símbolo de tristeza y desánimo), los olivares, los montes , los olmos y los caminos blancos para terminar con el recuerdo de la joven compañera que perdió.

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo
entre sombrías huertas
y grises olivares,

(…)

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.

Caminos de los campos…
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!

El paisaje de los campos de Jaén y Córdoba se Inspiran varios poemas de ‘Nuevas canciones’, el último libro de versos que nuestro autor publicó de forma independiente.

‘Nuevas canciones’, publicado en 1924, es un poemario que recoge parte de su obra escrita entre la segunda edición de Soledades galerías y otros poemas (1919) y poesías completas (1899-1928). Aquí el poeta se pone en contacto con la corriente del cantarcillo popular de procedencia folklórica y que tanto va a influir, posteriormente en la poesía de Lorca y Alberti. Así pues, los motivos andaluces nunca dejaron de ocupar el pensamiento de Antonio Machado, quedando evidenciado el amor a su tierra; incluso en sus escritos en prosa, hallamos reflexiones sobre algunos aspectos de temática andaluza: el tablao flamenco, el trágico cantar andaluz o bien algún recuerdo de su infancia en Sevilla. Además, como podemos observar en los versos anteriores, el poeta quiso mezclar la sugestión de los cantares folklóricos y el tono ingenioso de la estética del haiku japonés. De hecho este nuevo libro fue saludado por la crítica de la época de la siguiente manera: «Antonio Machado, poeta japonés».

Pocas veces, al contrario de ‘Campos de Castilla’, aparece el hombre habitando el paisaje andaluz en este nuevo poemario, pero cuando en alguna ocasión hace mención directa a él, lo hace de la misma manera que con los «atónitos palurdos» de «Campos de Castilla» y nos dirá:

Luchador superfluo,
ayer lo más noble,
mañana lo más plebeyo.

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PEDRO LÓPEZ ÁVILA

 

 

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