Hoy, nos ocuparemos de la poetisa y escritora inglesa: Lady Emmeline Stuart- Wortley, hija de John Henry Manners, quinto duque de Rutland, y su esposa, Elizabeth Howard. Nació el 2 de mayo de 1806. Se casó, el 17 de febrero de 1831, con Charles Stuart-Wortley, primer barón Wharncliffe, con quien tuvo tres hijos: Archibald, Adelbert, y Victoria de Alejandría. Sus primeros poemas aparecieron en 1833 y durante los once años siguientes estuvo publicando anualmente un volumen de versos, alguno de ellos fruto de sus experiencias de viaje pues tras la muerte de su esposo se dedicó con pasión a los viajes y a las aventuras que ellos surgían. Fue una mujer, se dice, de extraordinaria vitalidad y fuerza de carácter. Entre sus hazañas están cruzar el istmo de Panamá con su hija Victoria, o viajar a Francia e Italia durante la revolución de 1848. También estuvo en Perú, México, Cuba, Estados Unidos, Constantinopla y Marruecos donde visitó Tánger y Tetuán.
Murió de insolación y disentería mientras se hallaba viajando desde Antioquía a Beirut en 1855, a los 49 años.
Su última obra “A Visit to Portugal and Madeira” apareció en Londres en 1854. En 1856, un año después de su muerte, un familiar publicó su obra póstuma “The Sweet South” en dos volúmenes. En este libro se recoge el viaje que realizó por España y norte de África junto a su hija Victoria y otras dos mujeres, probablemente como continuación de su viaje a Portugal y Madeira puesto que llega a Cádiz procedente de Lisboa. “The Sweet South” se publicó para uso privado y en la primera página hay una nota en la que el editor dice: “Debo informar a los familiares y amigos de la desaparecida Lady Emmeline Stuart-Wortley que la mayor parte de la obra entró en prensa sin la supervisión de la autora”.
Para comenzar, diremos que Emmeline Stuart Wortley califica a España de «ruina» pero en sentido positivo: «¿Qué es España sino una bella ruina, heredando todo lo que es más hermoso y noble del que fuera en su día un pasado glorioso?»
Queda impresionada por la mujer española a la que alaba constantemente. Le llama la atención el uso constante del abanico “¡Parece imposible que una mujer española pueda caminar, hablar, respirar, ver, oír, pensar, sentir, amar o vivir sin su abanico!»
La puntualidad española le parece un desastre, tanto que se pregunta que para qué sirve el reloj en España:
“Yo pongo todo mi empeño en recomendar a mis amigos que van a viajar por España que dejen los relojes en casa; sobre todo porque resulta difícil imaginar de qué le van a servir a nadie que visite este país. ¿De qué te puede servir saber la hora exacta en que diligencia, mulas, mozos, galera y caballos, desayuno, comida y cena no estarán ante la puerta ni en la mesa?»
Después de visitar varios lugares de la costa española, se dirigieron a Málaga desde donde partieron en diligencia rumbo a Granada. El viaje fue muy accidentado y difícil. Al llegar a Granada se alojaron en el hotel Minerva, aunque les resultó muy incómodo y al día siguiente se trasladaron al León de Oro, situado en la Plaza de Bailén (actual Plaza de Mariana Pineda) frente al Teatro de la Opera, y “allí estuvimos muy cómodas y contentas”. En su descripción de la ciudad comete un error y confunde los nombres de Duero y Beiro y dice que por Granada pasa el Duero, pero que va seco.
Nuestra viajera se sentía realmente feliz de encontrarse por fin en Granada. La Plaza de Bailén (Mariana Pineda), le parece alegre, la gente de la casa muy atenta y las habitaciones se adaptaban muy bien a lo que querían. Pronto, contrataron a un guía llamado Eugenio Bensakén, (otros viajeros lo contrataron antes, pero le citan con el nombre de Emmanuel). En realidad, el apellido sería Benzaquen y denotaría un claro origen judío). Con este guía, se dispusieron a visitar la Alhambra. Lady Emmeline se maravilla ante todo lo que van viendo y nos lo describe al detalle, aunque sigue cometiendo errores, tal vez por creer todo aquello que le cuenta el guía. “Por supuesto, visitamos el Patio de Lindaraja (el nombre de una bonita princesa sarracena –algunos españoles te dirán que era una bella cristiana hecha esclava” Esto lo dice sin sospechar que el nombre de “Lindaraja” no es más que una mala castellanización de la frase árabe “Ain dar Aicha” (La fuente de la casa de Aicha). Se queda desilusionada, aunque menos de lo que esperaba, con el Patio de los Leones que se había imaginado grandioso y majestuoso, siendo en realidad pequeño. Los leones le parecen pequeños y feos. Sin embargo, en el conjunto, queda maravillada ante la magnitud y belleza de los monumentos que visitan.
Tras su recorrido por la Alhambra, deciden pasear por el Generalife aunque ella misma escribe: “ Pero creo que no se debe intentar ver la Alhambra y el Generalife el mismo día; tu mente está demasiado absorta en la primera; y yo casi creo que si te muestran después el lugar en el cual Cristóbal Colón se imaginó por primera vez el Nuevo Mundo o Dante abrió el ojo de su poderosa mente en tres grandes mundos –la tierra, el reino celestial y el infernal (ya que él no olvidó ni pasó por alto el primero), tú los contemplarías con una mirada bastante indiferente”.
Desde el Generalife “tú dominas la Alhambra, y en cierto modo, la horrible y lóbrega construcción que tiene por fuera”, (se refiere al Palacio de Carlos V.
Lady Emmeline disfruta con la visita e informada de que el Generalife pertenecía al marqués de Campotejar (descendiente de la familia real nazarí, hace la siguiente reflexión:
“El Marqués vive en Génova y tengo idea de que yo una vez visité su palacio en Génova para examinar algunas obras de arte. Ciertamente un hombre es muy afortunado por residir en la belleza y esplendor de Génova la Superba; pero, cuando el Generalife te pertenece, asomándose a la maravillosa Alhambra y con vistas a la bonita Vega y las montañas que la rodean, tu no necesitas irte a viajar por el extranjero para encontrar un lugar en el que descansar la cabeza y refrescar tus ojos, no, ni siquiera a Génova la Superba o a la gloriosa Italia”.
“Granada, amada antes de ser vista, y cuando te hemos visto, mucho más amada.”
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autor de las novelas históricas ‘La casa del cobertizo’,
‘Babuchas negras’ y del ensayo ‘Tres sinfonías’