Virtudes Montoro: «Florencia: la ciudad que puede provocar trastornos»

 

Algunos lugares son tan bellos, místicos o mágicos que pueden llegar a volvernos locos. Literalmente. Los turistas que padecen estos síndromes se ven inmersos en una realidad que no esperaban, que les sobrecoge y les hace alterar todos sus sentidos y que pueden provocar cuadros psiquiátricos asociados a estos trastornos geográficos.

Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”. Henry Miller

 

Florencia es una de estas ciudades en las que se tiene que tener cuidado, sobre todo los amantes del arte: a veces, ver algo increíblemente bello, puede hacernos caer en enfermedad. Esto es lo que les pasa a decenas de turistas que entran cada año en la Galleria degli Uffizi y se pasean por los museos de arte florentinos. Sensación de vértigo, desvanecimientos, ganas de llorar o impulso de destruir las obras de arte demasiado bellas son algunos de los síntomas de este estético síndrome. Aunque la psiquiatra florentina Graziella Magherini acuñó el término en 1979, esta patología también se conoce como Síndrome de Stendhal por un fragmento del libro “Un viaje de Milán a Reggio”. Allí el escritor francés describe su profundo asombro después de visitar la Basílica de la Santa Cruz de Florencia y observar los frescos de Giotto. En realidad, Stendhal se refiere más bien al vértigo que supone darse cuenta de que toda belleza es finita y que la muerte siempre está al acecho, ya que en la basílica están enterrados Michelangelo y Galileo Galilei. Hoy en día, la expresión también se usa para referirse a una intensa emoción después de contemplar la belleza de la naturaleza.

El deambular restablece la armonía original que alguna vez existió entre el hombre y el Universo”. Anatole France

París (Francia)

Otras ciudades también llevan asociados trastornos, es el caso de París. El trastorno psicológico de personas que visitan París no tiene nada de divertido: los turistas piensan que están siendo perseguidos, tienen un profundo sentimiento de desilusión y pueden manifestar taquicardia. Pero, ¿cómo puede una de las ciudades más bonitas del mundo producir estos efectos? La raíz del problema está en la emoción que despierta pasearse por la ciudad de las luces y darse cuenta de que no es lo que esperábamos. Afecta, sobre todo, a japoneses que tienen una idea idealizada de la ciudad por películas y novelas, especialmente a mujeres en su treintena que nunca han viajado a Europa. Al llegar, se encuentran con camareros antipáticos (¡ay, los parisinos!), una imposibilidad de comunicarse en ningún idioma que no sea francés o un sentido del humor completamente distinto e insultante. Cada año, más de veinte turistas nipones tienen que ser repatriados a causa de este síndrome y es por ello que la embajada japonesa tiene una línea telefónica disponible las 24 horas para calmar a sus conciudadanos. Amélie, ¡cuánto daño has hecho!

Comprendo a Stendhal; pensar que un día será ruinas la belleza en su más pura esencia nos estremece y, ahí mismo, en ese instante, nos damos cuenta de lo efímeros que somos, de nuestra pequeñez y de nuestra muerte

Existen más trastornos asociados a otras ciudades, más allá de un dato curioso y anecdótico, lo cierto que viajar es un placer. Es una transformación radical de nuestra cotidianidad. La vida que conocemos se paraliza durante esos días, nuestras pupilas se agrandan, la piel se expande y todo lo que creíamos saber y conocer se difumina.
Viajar nos acerca a nuestra finitud, nos damos cuenta de la enorme belleza que no podremos ver, que no conoceremos; la vasta extensión y riqueza de nuestro planeta que no llegaremos a ver.

En Florencia comprendes que morirás, y también, que un día, desaparecerá la inmensidad y majestuosidad del Domo. Comprendo a Stendhal; pensar que un día será ruinas la belleza en su más pura esencia nos estremece y, ahí mismo, en ese instante, nos damos cuenta de lo efímeros que somos, de nuestra pequeñez y de nuestra muerte.

“La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Fernando Pessoa

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

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