Jesús Fernández Osorio: «La lucha obrera en El Marquesado. Las minas de Alquife (y III)»

Como cada atardecer la llegada del autobús a la plaza del pueblo interrumpía brevemente nuestros juegos infantiles. Del mismo, bajaban, abatidos y silenciosos, algunos de sus ocupantes: los mineros de Cogollos. Los cuales, muy pronto, desaparecían por entre las estrechas callejuelas ya casi en penumbra.

En sus rostros resaltaba una mirada profunda, enmarcada aún entre los restos del polvo rojizo que maquillaba su piel. Eran los años finales de los setenta y nosotros, ajenos a sus sufridas peripecias, continuábamos apurando los últimos instantes lúdicos del día. Ellos, en la tranquilidad de su vuelta a casa pero, seguramente pensando en el incierto destino que les podría deparar la siguiente jornada en la mina.

Los mineros de Alquife siempre serán los protagonistas involuntarios de un duro trabajo que estará marcado por unos horarios infinitos, unos salarios exiguos y una alta peligrosidad; serán frecuentes las noticias de desprendimientos de tierras que dejaban sepultados a algunos de ellos. Factores a los que habrá que sumar las enfermedades pulmonares a las que siempre estarán expuestos. Estimado lector, si te apetece, acompáñanos en el seguimiento de su problemática concreta a lo largo de todo un siglo.

La llegada de las primeras décadas del siglo XX propiciará el surgimiento inicial del movimiento asociativo de los mineros alquifeños. Así, en 1901, en un ambiente de claro dominio caciquil, ya tenemos noticias de la primera huelga en nuestra comarca. Se nos habla de unos doscientos mineros que trasladan sus protestas ante el alcalde de Alquife. Le demandan la exención del impuesto de consumos. Un gravamen municipal al que aseguran que “se someterán si la compañía explotadora de aquellos terrenos mineros les aumenta el jornal. Dos años más tarde volverá a estallar el conflicto laboral, esta vez ya sí, centrado entre los trabajadores y las empresas mineras. En la misma, según recogía El Defensor de Granada, los huelguistas solicitaban: “que la jornada fuera de nueve horas, tanto durante el día como la noche y con los mismos jornales; que no se despidiera a ningún operario, sin causa justificada y, en tercer lugar, que si el obrero despedido considerara injusta la medida pudiera apelar a un jurado mixto que se compondrá de dos representantes de la empresa, dos que representarán a los obreros y presididos por la persona que designe el Sr. Gobernador. Justas demandas que, fruto de la descompensación de fuerzas existente, no serán aceptadas nunca por la empresa.

El periodo comprendido entre el inicio y la conclusión de la I Guerra Mundial (1914-1918) tendrá una gran incidencia en el aumento del trabajo en las minas. A pesar de que al estallido de las hostilidades se paralizará por completo la producción, después, la fuerte demanda de mineral, aumentará la contratación de personal. Obreros que, conscientes de la situación, empezarán a exigir algunas mínimas medidas de seguridad y mejoras salariales. Pues, tal como expone, el vecino de Jérez del Marquesado, José Baldomero Muñoz Ruíz, los trabajadores “no ganan lo suficiente para comer […] el obrero de Alquife pasa hambre y vive en la miseria. Su salario no llegaba a las dos pesetas, mientras, por el contrario, el contexto bélico habría elevado sensiblemente el precio del hierro –y las ganancias empresariales–. Como medida de presión, los mineros se verán obligados a situarse en los caminos que conducían hasta las minas, tanto desde Alcudia, como desde Cogollos y Albuñán, para intentar la unión de conciencia de clase en sus reivindicaciones frente al poder del capital. Tal vez emulando a sus compañeros, los combativos mineros asturianos.

Labores en la minas británicas a principios del siglo XIX :: www.fundacionminasdelmarquesado.es/

Pocos meses antes del fin la Gran Guerra el conflicto minero se reavivará en la totalidad de las cuencas del Marquesado del Zenete, con sus más de dos mil trabajadores en huelga. Solo después de varios meses de lucha conseguirán el incremento de 0,50 pesetas. Si bien, antes de un año, nuevamente las minas se verán paralizadas ante el encarecimiento del 15% en la tarifa del transporte de mineral, por la Compañía de Caminos de Hierro del Sur de España –concesionaria de la línea de ferrocarril Linares-Almería–. En la vida de nuestros pueblos este hecho producirá un gran impacto. Serán unos años de importante agitación social, así como de los masivos y dolorosos despidos de mineros que llevarán a la total paralización de los trabajos durante más de dos años. Durante este intervalo el hambre y la miseria serán generalizados. Solo quedaba resistir y tratar de arrancar a la tierra algo con lo que poder subsistir o buscar la siempre difícil salida de la emigración. Finalmente, a finales del mes de abril de 1923, las compañías mineras se verán obligadas a claudicar ante la compañía ferroviaria; que no se moverá un ápice en su inflexible posición inicial.

Durante el periodo republicano las empresas mineras, con la excusa de la situación de crisis, iniciarán una sensible reducción de la actividad laboral. Amenazas de cierre que, incluso, les llevará a contratar a trabajadores de la provincia vecina de Almería para suplir a los despedidos de la comarca, a los que obligarán a trabajar a destajo. Se sucederán las movilizaciones, detenciones de líderes obreros y huelgas de hambre de los mineros. Incluso llegaremos a encontrar fricciones y conflictos vecinales a costa de las necesitadas contrataciones obreras. Con el inicio de la Guerra Civil se suspenderán definitivamente todos los trabajos en las minas de El Marquesado. Fase inicial de las hostilidades en la que debemos mencionar la actuación decisiva de los mineros de Alquife, sobre todo en la ciudad de Guadix, para lograr la permanencia en territorio leal a la II República.

Labores en la minas británicas a principios del siglo XIX :: www.fundacionminasdelmarquesado.es/

Una vez acabada la Guerra Civil las restricciones de posguerra, unidas al conflicto de la II Guerra Mundial, dificultarán aún más las exportaciones del mineral, lo cual obligará a “paralizar la extracción durante la mayor parte de los años 1940 a 1943” y, la Compañía Andaluza Minas (CAM) no reanudará los trabajos de interior hasta 1949; ante la insuficiencia de energía eléctrica, escasez de explosivos, maquinaria y todo tipo de materiales. Circunstancias complejas a las que se sumaba al encarecimiento del transporte ferroviario entre las minas del Zenete y el puerto de Almería.

En plena dictadura franquista, en la primavera de 1962, también volverá a surgir el carácter reivindicativo de los mineros. En esas fechas la empresa, la CAM, tratará de aplicar unas nuevas reformas. Los trabajadores se opondrán por considerarlas lesivas y exigirán mejoras salariales y en sus condiciones de trabajo. A finales del mes de mayo iniciarán “plantes en el trabajo y períodos de bajo rendimiento”. La empresa despedirá a una treintena de trabajadores y recabará la intervención de la Guardia Civil. Mi padre, Elisardo Fernández Fernández, que trabajaba como regador, recordaba más de una vez la violencia con que vio emplearse a las fuerzas públicas contra los indefensos trabajadores. Finalmente se dará por zanjado el conflicto con la detención y procesamiento de los más significados líderes obreros. Lógicamente, “acusados de ser comunistas y promover actividades subversivas”.

Los jornales de Alquife, tal como ha analizado Arón Cohen, siempre estarán entre los más bajos de España. En muchos casos resultaban incluso inferiores al salario que podía obtenerse trabajando en la agricultura –trabajos que, muchas veces, se veían obligados a compatibilizar–. Esta menor remuneración se justificaba por la ventaja relativa que, se suponía, tenía el trabajador por tener alguna “continuidad del empleo en la mina”, respecto a la estacionalidad que presentaban los trabajos agrícolas. Esta misma justificación de continuidad la encontraremos también en la agricultura; cuando los patronos garantizaban un trabajo más o menos durante el año pero a cambio de un jornal siempre inferior. Como ejemplo, y según recoge el profesor José Antonio Alarcón Caballero, en el año 1932 el sueldo medio que llegaba a ganar un minero rondaba las 5,50 pesetas, por ocho horas de trabajo, en las que cada obrero debía cargar veinte vagonetas como rendimiento mínimo en «The Alquife Mines» y treinta en la «CAM». Si no lo conseguía se le descontaba el equivalente. Después, para muchos de ellos, quedaba regresar andando a los distintos pueblos de nuestra comarca.

Por último, y por ser significativo de la precariedad a que se obligaba a los mineros, haremos constar que, tal como apunta Santiago Pérez López, se consideró necesario que “el remedio más eficaz para controlar las reivindicaciones del movimiento obrero minero”, será la creación en Alquife de un puesto de la Guardia Civil. Iniciativa que se impulsó, en el año 1900, desde la propia compañía The Alquife Mines. A pesar de existir un puesto cercano en La Calahorra (a menos de 5 km). Para ello, la compañía minera se comprometerá a contribuir con 100 pesetas mensuales para el sostenimiento de la tropa; que estaba compuesta por un jefe de puesto y cinco números”. Desde muy pronto, como podemos ver, la patronal estimó conveniente que todo estuviera bajo control. Fin de la cita, como decía el otro.

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