Juan Franco Crespo: «El covid-19, la vacunación y nuestros políticos»

Asistimos o mejor dicho: padecemos una pandemia y, con ella, una saturación de la propaganda de nuestros embaucadores políticos. Este constante engaño a la ciudadanía, para algunos, es doble porque tenemos que padecer la “desinhibición del gobierno nacional y la del gobierno autonómico” (lamentablemente desde hace una década de signo totalmente independentista y excluyente).

Es cierto que, teóricamente, vivimos en un Estado de Derecho. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. En estos momentos la ciudadanía (aunque no es el caso de los funcionarios encuadrados en el colectivo de MUFACE) se hace cruces ante el show que el Departament de Salut ha montado al no incluir a Policía Nacional y Guardia Civil –como sí han hecho con otros colectivos policiales autonómicos- de su vacunación preferente atendiendo a su especificidad y encuadre funcionarial.

Digamos que esta forma de actuar no es de ahora, sino que viene de lejos. En mi caso personal todavía recuerdo el show que me montaron cuando reclamaba mis servicios previos, entre ellos el servicio militar que finalizó unos meses después de la Marcha Verde (por cierto tampoco se nos cayeron los anillos en aquella “peculiar odisea y desplazamiento naval a las aguas saharianas”). Después vendría la “evasión misteriosa” del reconocimiento, primero que tenía que entrar en los presupuestos y, un año después de todo eso, tenían la cara dura de decirme que ya me lo habían liquidado (a dónde llevaron la liquidación nunca pude saberlo, por cierto el monto, en aquel momento, casi significaban seis meses de trabajo). Seguiría padeciendo otros tres períodos más que llegan hasta la edad de la jubilación y el “energúmeno” de Tarragona quería sisar, nada menos que siete años de servicio porque, decía, no correspondían al tiempo que llevaba en la GENERALITAT. O sea, que durante 30 años me habían estado pagando aquellos años de servicios previos, pero a la hora de jubilarme “el lumbreras” de turno quería volver a jugármela.

Evidentemente tener que vérselas con individuos de esta catadura, agazapados, en la administración autonómica, que sólo persiguen un rendimiento independentista deja mucho que desear. En esta campaña de vacunación, han vuelto a apretar el tornillo intentando dejarnos a todos en el limbo. Por cierto, contraviniendo sus propias normas en las que “divulgan de manera continua que se pondrán en contacto telefónico” pero vas viendo (no es mi caso porque, todavía no me lo explico, conseguí hacerme un hueco para entrar en el turno masivo del primer día en Valls) que hay un mercadeo de familiares, amigos y conocidos de determinados sectores que, diosa fortuna, todos han estado vacunados mientras que los funcionarios jubilados “siguen esperando”, menos mal que podemos pasear y tomarnos un café para cambiar impresiones, aunque a lo mejor nos vuelven a cerrar en el establo.

Ayer jueves leíamos, sin duda para aligerar su culpa, una referencia: “la vacunació voluntaria, el pacient és qui ho demana”. Ya se acabó, ahora no es culpa de la administración que se lava las manos y, por consiguiente, olvídate de que te llamen, porque ¿cómo saben quién quiere vacunarse? Ya tenemos la coartada perfecta, han largado a la ciudadanía “la responsabilidad”, y el responsable de SALUT puede dormir tranquilo… Aunque su actitud sea perseguible penalmente, ellos creen que están por encima de leyes y así nos va.

En lugar de ser honrados y afrontar la cobardía. Siempre saliendo por peteneras, porque somos así de chulos y hacemos lo que nos da la gana. Confiemos que lo dicho por el TSJC sea el último episodio de esta alocada carrera hacia el abismo y, de paso, que dejen de romper la paz social, tan fragmentada, al menos por VALLS.

Por otro lado me viene a la memoria la carta que envié en el 2016 sobre los avisos de la OMS. Finalmente lo que presagiaba se cumplió. Para eso está comprada, la organización supranacional, por determinados y diabólicos personajes que, a golpe de talonario, se llaman filántropos. Nos hemos humanizado. Viendo el porcentaje elevadísimo de los mayores de 60 años que hemos enviado al otro mundo en apenas un año, podemos colegir que ahora somos más civilizados: nos dejan morir en nuestra casa o en nuestra residencia, en la más absoluta y deshumanizada soledad. A esto llamamos progreso.  ¡Cuánta hipocresía!

Juan Franco Crespo
Valls (Tarragona)

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