Daniel Morales Escobar: «La destrucción de la iglesia granadina de San Luis»

La segunda cuestión que me quedaba por resolver tras mi estupendo paseo albaicinero del día 1 de julio era el motivo por el que la iglesia de San Luis está tan destruida. Su imagen ruinosa siempre había llamado mi atención cuando divisaba la fantástica panorámica desde el mirador de San Miguel Alto, pero no recordaba haberme acercado a ella y desconocía totalmente la razón de su desafortunado estado. Por todo lo dicho, ese día me había propuesto llegar hasta allí, tratar de conocerla algo mejor y averiguar las causas de su desgracia.

Lamentablemente, pude comprobar in situ que no hay ningún cartel o placa explicativa sobre ella ni sobre los hechos que llevaron a su pérdida. Una prueba más de lo que falta por hacer en este país sobre lo que ahora llamamos “Patrimonio Histórico”. Por tanto, mis incógnitas seguían siendo las mismas.

Calle San Luis ::D.M.E.

Durante el regreso a casa fui acordándome de que en los primeros momentos de la Guerra Civil, justo tras triunfar la insurrección militar en Granada el 20 de julio del 36, el Albaicín, que era un barrio de extracción social obrera, se convirtió en el único lugar de la capital que opuso resistencia a los golpistas, hasta el extremo de que se formaron en él barricadas e incluso fue bombardeado por dos aviones de la base aérea de Armilla, ya en manos de los sublevados, así como desde baterías de artillería situadas en la Alhambra y en el Fielato de San Lázaro. Esa resistencia terminó el 23 del mismo mes, es decir, duró solo unos días, pero ¿sería esa lucha la explicación al aspecto que presenta la iglesia de San Luis?

Calle San Luis, con la torre de la iglesia :: D.M.E

¡Qué descaminado iba! Cuando llegué y pude empezar las consultas comprobé rápidamente que la catástrofe se remontaba a finales de 1933, cuando a los dirigentes de la II República ni se les pasaba por la cabeza que todo iba a terminar “como el rosario de la Aurora”.

Exactamente fue el 9 de diciembre de ese año. El país hacía muy poco que había celebrado elecciones generales —las primeras en las que pudieron votar las mujeres— y la victoria en las urnas había sido para la CEDA, la Confederación Española de Derechas Autónomas, y el Partido Radical, es decir, para la derecha y el centro-derecha. El día antes se habían reunido las nuevas Cortes y solo una semana después Alejandro Lerroux, el líder de los radicales, formaría un gobierno apoyado en el parlamento por esa CEDA de José María Gil Robles que tan amenazadoramente cuestionaba la laicidad (y otros aspectos) de la Constitución de 1931.

IDEAL informa de lo sucedido en Granada

En esos momentos los enemigos de la II República no se hallaban solo dentro de los cuarteles. En otro frente estaban los anarquistas, que seguían aspirando a una profunda revolución social y para los que ningún régimen político era bueno, por lo que la nueva república española, a la que consideraban burguesa, era un obstáculo con el que había que acabar. Es cierto que, cuando se produjo el golpe del 36 y el fascismo fue el mayor peligro, amplios sectores anarquistas se movilizaron en su defensa; pero por ahora, como ya he dicho, la guerra ni se podía imaginar y grupos como la FAI —la Federación Anarquista Ibérica— se dedicaron a promover insurrecciones, acciones violentas y huelgas generales que la dinamitaran. Entre esas acciones estaban las dirigidas directamente contra bienes de la Iglesia Católica, a la que siempre habían considerado uno de los pilares del “orden social” y enemiga, por tanto, de la clase obrera.

En Granada capital la FAI no contaba con demasiados militantes, aunque estaba bien organizada, siendo capaz de imponer sus criterios a la CNT y a las Juventudes Libertarias, también anarquistas. Y el barrio con mayor presencia de ellos —el “barrio rojo”— era el Albaicín, debido a las condiciones laborales y de vida tan precarias de una gran parte de su población, además de la existencia de un analfabetismo generalizado.

La noche del 9 de diciembre de 1933 sus calles y las de otras zonas de la ciudad fueron escenario de una de esas insurrecciones que se dieron por todo el país (Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Rioja,…), hasta el punto de declarar el gobierno el estado de alarma. En Granada grupos de anarquistas provocaron una serie de incendios que afectaron principalmente a edificios religiosos, como los conventos de Santa Inés, de Santo Tomás de Villanueva (las Tomasas) y el Beaterio de Recogidas, la sacristía de la iglesia de San José y las iglesias de San Cristóbal, San Gregorio Alto y San Luis.

Fachada de San Luis. ::D.M.E.

En San Luis el incendio fue devastador. Los autores lograron entrar al templo y formar una gran hoguera con los bancos, por lo que quedó reducido a los muros y a los arcos que sostenían la cubierta. Su imagen de culto más destacada era el Cristo de la Luz, una obra renacentista que podemos conocer solo indirectamente gracias a la estampa de 1846 que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Granada.

“Milagrosa Imagen del Santísimo Cristo de la Luz venerado en la Yglesia de San Luis de Granada”. Archivo Histórico Municipal de Granada.

Una treintena de sospechosos fueron detenidos por los hechos ocurridos ese día en la ciudad. Eran obreros vinculados al anarquismo granadino, muy jóvenes la mayoría. Fueron juzgados y unos diez resultaron condenados a elevadas penas de cárcel.

Torre de San Luis. ::D.M.E.

En la actualidad lo mejor conservado en San Luis es la torre. Esta iglesia no ha tenido la suerte de otras incendiadas, que fueron posteriormente restauradas gracias a los esfuerzos de las autoridades franquistas para “recristianizar” la ciudad y el país —suscripciones públicas “voluntarias”, trabajos gratuitos,…—. Quizás lo más significativo, a este respecto, sean las palabras de Marino Antequera en un artículo del 20 de septiembre del 36: “Diariamente las escuadras fascistas traen grupos de presos que con sentido muy moderno de los regímenes penitenciarios se emplean en esta labor de reconstrucción” (“El Albaycín se cristianiza”, IDEAL).

 

 

Ver artículos anteriores de

Daniel Morales Escobar,

Profesor de Historia en el IES Padre Manjón

y autor del libro  ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)

 

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