Pesado, muy pesado, ya lo sé, pero qué le voy hacer. Llevo unos días cabreadísimo con el tema vergonzante de la clase política e incluso también escribí algo relacionado con la necesidad y el hambre que afectaba no ya al cuerno de África, sino al piso de al lado mío.
Siempre ha habido ricos y siempre ha habido pobres en España. Pero nunca en los últimos años la distancia entre unos y otros fue tan grande. Ni la diferencia de ingresos tan amplia. La tasa de paro ha hecho mella en los ingresos de las familias. Más de 1,7 millones de hogares españoles, según la última Encuesta de Población Activa, tiene a todos sus miembros en paro. Y solo el 67% de los registrados en las oficinas de empleo reciben alguna ayuda o prestación del Estado. Como resultado, España ocupa una de las posiciones más preocupantes en las estadísticas que miden la desigualdad social y se ha convertido, por primera vez, en el país de los Veintisiete con mayor distancia entre las rentas altas y las bajas.
De vergüenza social hemos de catalogar que paisanos nuestros, vecinos de puerta estén en tales situaciones, no es de recibo que en pleno siglo XXI ese estado de bienestar que tanto alardeábamos se nos haya quedado solo en recuerdo y basura que barrer. Siempre he dicho que si yo como cada día y hay alguien a mi alrededor que no puede hacerlo, algo hemos tenido que hacer mal, pues repito nadie, absolutamente nadie debiera padecer y mucho menos morir de hambre.
Remordimiento infinito de conciencia tendrían que sentir nuestros políticos, esos que se hacen llamar representantes del pueblo, por colaborar directamente en convertir a la clase media española en indigentes, esa misma clase media que genera riqueza y bienestar en un país. Si uno se da una vuelta por la prensa, radio o TV solamente ve, oye y lee discursos y elocuencias estériles que hacen ondear banderas de nacionalismos e independencias, discusiones que no conducen ni representan a nadie y viven en un mundo ajeno al de la calle. Menos tomadura de pelo y más acción, por favor, que hay muchos padres de familia y con ellos nuestros niños que por no tener no tienen ya ni tiempo de espera.
Ahora más que nunca requerimos imaginación, valentía y políticos con imaginación para crear soluciones, donde se recupere el sentimiento por un futuro de un mundo mejor posible. Ya está bien de políticos de sueldo y comisiones.
El gobierno está preocupado por la imagen de España en el exterior, que me parece bien que lo haga, pero preocúpense más de sus propios ciudadanos, esos que les votan no ya cada cuatro años, si no cuando quieren ustedes señorías, pues esa es otra, no hay dinero para la Ley de Dependencia, pero cuando ellos fracasan en su intento de arreglar algo, vuelven a convocar elecciones para que las paguemos los de siempre.
Como dice Mario Benedetti…» pero aquí abajo, el hambre disponible recurre al fruto amargo de lo que otros deciden, mientras el tiempo pasa y pasan los desfiles y se hacen otras cosas que el norte no prohíbe con su esperanza dura el sur también existe».
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