José Luis Abraham López: «Ciencia de lo eterno y poesía de lo efímero»

¿Por qué adscribir el misterio del universo a una sola dimensión cuando precisamente a través de ambas podemos obtener una lectura más íntegra de lo que somos?

Entender el mundo desde la ciencia o desde la poesía parece imponer límites excluyentes; o lo uno o lo otro. En cambio, Laura Garavaglia nos propone explorar la realidad del cosmos precisamente desde la precisión e inmutabilidad de la primera, y a partir de la naturaleza huidiza y subjetiva de la segunda. Este podría ser, muy simplificado, el paradigma que destila La simetría de la nuez, poemario editado por La Garúa en traducción al castellano de Giovanni Darconza.

Si bien el conjunto se sustenta sobre esta doble perspectiva, hemos de decir que el abundante léxico científico convive con alegorías que apuntan hacia la insignificancia del ser humano y su materia física efímera en contraste con el perfecto engranaje mecánico del universo; o el individuo que, semejante a un pez, es inmovilizado por su propio deseo. Sentimientos tan humanos como el arrepentimiento y el resentimiento transmiten sensaciones inquietantes como cuando Garavaglia escribe: “Pero el remordimiento / retuerce las vísceras y a envidia / arranca los tendones con sus ganchos” consiguiendo aunar fondo y forma; esto es, el sentimiento que aflige a la autora a través del fonosímbolo representado en la aliteración de la vibrante /r/. Sentimiento y oficio, pues, al servicio de la idea que construye su Poética, la de entender el misterio del universo conjugando ciencia y poesía.

Portada La simetría de la nuez, editorial La Garúa

Solo en la segunda parte, “Breves vacaciones”, Laura Garavaglia se muestra al lector como una transeúnte que disfruta del entorno portugués del Algarve atreviéndose con la experimentación formal si consideramos composiciones como “Villa Esmeralda. Arcos en punta” compuesta de manera nominal con total ausencia de formas verbales. La “Biblioteca de Coimbra” sirve de objeto símbolo de la perdurabilidad de lo escrito.

Aparte de figuras literarias tradicionales que no faltan en el libro, especialmente significativa resulta la antítesis, con las que confrontar precisamente las leyes permanentes del universo frente a la contingencia y finitud de la naturaleza humana. No faltan los ejemplos: “La vida comienza allí donde el sueño muere” (p. 19), “Gigantes rojas acabarán en enanas blancas” (p. 93) y que se corona en versos como estos: “El cero cubre por sí mismo el círculo perfecto / de la nada o del todo / del vacío o del pleno” (p. 89).

Los antiguos filósofos griegos llegaron a la convicción de que el universo estaba formado por átomos y vacío. Este parecer desarrolla Laura Garavaglia en la tercera de las partes, “Las fuerzas débiles”, despliega la poeta italiana todo su parecer sobre su concepto atomista. Lo más relevante es el contraste y la conjunción de esta imagen reiterativa con aquella otra que sitúa al ser humano en una dimensión minúscula: “Miserable enjambre de átomos / me siento como un punto en el globo / del universo mudo que se extiende. / Es mi normal destino”.

Puede resultar sorprendente, y hasta desconcertante, que términos como hipocampos, cromosomas, potencia del continuo, electrones, física cuántica, átomos, espacio vectorial, perímetro, artrosis, galaxia, cosmos… compartan espacio textual con sentimientos universales y exclusivamente humanos como la soledad, los recuerdos, la inquietud por el tiempo, el remordimiento y la envidia, la angustia… ¿Por qué adscribir el misterio del universo a una sola dimensión cuando precisamente a través de ambas podemos obtener una lectura más íntegra de lo que somos?

Si hay Poéticas que persiguen el autoreconocimiento en la escritura, la de Laura Garavaglia apunta a una dirección inversa más reflexiva: despertar la conciencia de que somos parte de un entramado universal más complejo que nosotros mismos.

Foto principal: https://literariedad.co/2020/04/26/garavaglia/

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