Uno de enero de 1955. Granada
¡Totalmente en desacuerdo con esa fiesta! ¡Que fue y ya no es!
No eran regalos lo que se les daba, como reconocimiento. Era una limosna o triste dádiva que tenía mucho de humillación profesional.
Por otro lado, achacada a su falta de preparación y profesionalidad por dejación de la gobernabilidad competente y falta total y absoluta de medios.
Esa fiesta era,… eso, una fiesta para los niños, que les gustaba ver al guardia, pero no como agente encargado de la seguridad sino como algo simpático que veía en la calle e incluso que con él era amedrentado cuando se portaba mal…”¡que se lo digo al guardia y te lleva!”…
Un ritual folclórico para mayores, no acto y falto de reconocimiento. Un soborno de casi todos.
Soborno: Dar dinero o regalo a alguien para conseguir algún favor o beneficio.
Eso era, esa triste fiesta que celebraban cada año, los que no eran capaz de subsanar con una gestión responsable y adecuada al fin al que estaban destinados los hombres que componían el Cuerpo: Mal Pagados, mal preparados, poco respetados y no equipados con lo mínimo necesario para el desarrollo del cargo, como agente de la autoridad, que el agente ha de ostentar.
El Cuerpo se gestionaba y mandaba en el más absoluto abandono y capricho del “responsable” del momento.
A partir de la entrada, como Jefe del Cuerpo, de D. Manuel de la Maza Sainz de la Fuente, teniente coronel del Ejército de Tierra, ya no se volvió a celebrar tan indigna fiesta.
A partir de entonces, el Cuerpo de la Policía Municipal de Granada, despacio, muy despacio por apatía y falta de interés de las autoridades competentes, comenzó a cambiar, y a adaptarse a circunstancias que los tiempos imponían.
Hoy, la Policía Local de Granada, es un cuerpo policial de las FFSS de España: vocacional, preparado y dotado de personal idóneo, apto para el cargo y con medios adecuados a su función.
Como prueba de que dicha fiesta no era buena para nadie, otro día les explicaré a Vds. cómo se “organizaba” el reparto de tanto regalo que se les hacía. Con «equidad, buen hacer y mejor mandar» de algún “jefe” del Cuerpo y algún mando intermedio.
El reparto, de aquella ingente cantidad de regalos, allí amontonados y casi todos en especie, cual ayuda humanitaria donada a los necesitados. Era denigrante, como lo era el hecho de que unos pocos del Cuerpo con la anuencia del jefe se hicieran dueños de “aquello”, de su organización y reparto que en desigual manera iban entregando.
No tenían mejor manera de “pelotear al jefe” que con un lote más que extraordinario, que transportado en un vehículo del Cuerpo quedaba en el encargo de llevar a su hogar. Donde la familia esperaba con desmedida ansia hasta el punto de que la “señora jefa revestida de la autoridad” que le daba el hecho de ser la esposa o familiar, ordenaban y mandaban a los agentes que humillados y temerosos hacían todo lo que se les indicaba, hasta dejar colocado “el pedido”.
Si numerosos eran los agentes que durante todo este acto estaban en ello organizándolo, eran muchos más los que en su casa estaban avergonzados de tal fiesta que lo único que recibían era humillante. Humillante dentro del colectivo y humillante en la sociedad granadina que en la calle y en sus puestos de trabajo les iban dejando esos regalos. Parte de ellos por la tradición. Otros ciudadanos o empresas de reparto diario por la ciudad. Entregaban su dádiva “convertida en bonos” para poder un año indebidamente aparcar a cambio de aquel arroz, fideos o bacalao o similar que habían “regalado” el día del Guardia en “Graná”.
Había los que a cambio de alguna futura multa le dejaban un paquete relleno de algo que no podía ser más que soborno. Equiparable al relato bíblico aquel en que Esaú vendió a Jacob por un plato de lentejas su primogenitura. Pero el acto que se hacía ahora es mucho más ridículo que el de entonces.
Si hasta los hubo que aprovechando el momento tan idóneo, regalaron un becerro cargado y disfrazado de publicidad que una empresa de “Graná” hizo a costa de los agentes de la Policía Municipal.
…y contentos los agentes, contento el jefe que, muy risueño pasaba la novedad al alcalde que sin costarle un duro, con una funesta fiesta despachaba tan contentos a los hombres de su fuerza policial.
-¡¡Bochorno aún me da!!
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Inspector jubilado Policía Local de Granada
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