José Luis Abraham López: «Cristales de la memoria familiar»

Cuando la verdad y la realidad ponen en entredicho la historia familiar y la identidad personal

¿Qué le ocurriría a nuestro árbol genealógico si un viento imprevisto le hiciera volver del revés sus hojas? De esto es un buen ejemplo la novela Cartas de un amor sin memoria, de Álex Couto Lago, publicado por la Editorial Base.

La novela comienza con un vivo retrato de don Francisco Duarte recién fallecido. Volver a la casa donde transcurrieron los felices veranos de su infancia, le reporta a Silvia tanta satisfacción como nostalgia cuando airea recuerdos como sensaciones en la aldea en la que pasó momentos inolvidables con su abuelo, quien le sirvió de inspiración y de modelo. Esta narradora se demora en la percepción de los objetos como del propio entorno; entorno que no ha podido resistir en algunos aspectos el paso del tiempo.

El escuchar la misma música que su abuelo, ojear los mismos libros y álbumes de fotos le permiten reconocerse en sus raíces y airear simultáneamente detalles más antiguos de sus ancestros. El descubrimiento de unas cartas que don Francisco escribía a su mujer Soledad aumenta más si cabe la admiración de la nieta. En cambio, un cajón cerrado le despierta una curiosidad que le conducirá a una sorpresa clave para saber quién es en realidad cada uno de ellos.

El discurso narrativo de Silvia se intercala con estas cartas que a modo de diario (y que constituyen, en efecto, solo una autobiografía parcial) don Francisco le escribía a su esposa cuando enferma de Alzheimer y que le condujo a permanecer ingresada en una clínica, de modo que don Francisco tiene que adaptarse irremisiblemente a una nueva rutina, inquietado ahora por dedicarse a sí mismo. Este diario sin posible respuesta por parte del destinatario le ayuda a Silvia a entender las virtudes y sacrificios de su abuelo por un lado y de su abuela por otro y, en definitiva, para apreciar el valor inigualable de las cosas sencillas.

Portada de Cartas a un amor sin memoria, en Editorial Base

En su nueva etapa en soledad, inquieto y autodidacta, Francisco se recrea en sus auténticas pasiones: la música, la lectura, la gastronomía y el cuidado de su jardín aparecen como signos inequívocos de una vida tan disciplinada, tranquila como placentera. Autodidacta, meticuloso y fuertemente unido a su mujer Soledad, don Francisco halla en la escritura una manera de transmitir sus sentimientos y sus pasiones.

En la novela hay otra voz narradora, esta en tercera persona que desde el amplio perímetro que permite la omnisciencia cuenta la vida de don Francisco en el presente de este. Así, pues, hallamos tantos juegos temporales como voces narrativas y por si no fuera bastante a estas tres debemos añadir otro alarde narrativo más: el epistolar entre don Francisco y doña Soledad cuando ambos se intercambian cartas desde que aquel marcha a Madrid para ejercer como celador en un centro penitenciario de mujeres. Precisamente serán estas misivas fechadas entre octubre de 1948 hasta diciembre de 1949, custodiadas bajo llave junto a documentos y cartas las que den un giro a la obra. Lejos de alejar a Silvia la presencia de un inquietante revólver y un casquillo de bala custodiados con tanto celo, le incitan a leer con atención cada una de las pistas que le permitan desvelar secretos y conocer la auténtica naturaleza humana de su abuelo y acceder, ahora sí, a la verdadera realidad familiar. En estas epístolas la imagen que el lector se ha podido formar del siempre educado don Francisco cambia, pues así lo hace también su registro lingüístico, ahora malhablado, soez en ocasiones y hasta tirano. Pero ¿hasta qué punto nuestras reacciones pueden ser justificadas por las circunstancias? ¿Acaso no somos víctimas de ellas? ¿Fue la complicidad y protección que existía entre abuelo y nieta fruto de la distorsión de la ficción? Estas son algunas de las interrogantes que acuciarán al lector y que incluso le hará cuestionarse hasta qué punto verdad y realidad necesitan del arma noble de la ficción.

Estas cartas reflejan una España patriarcal, machista y represiva donde la miseria campaba a sus anchas. Es en ellas donde se desvela a un ser desconcertante: amor y odio, ternura y dolor hacia los demás, una imagen muy distinta a la que había arraigado en Silvia las dotes virtuosas de su abuelo, quien tanto había influido en el desarrollo de sus aficiones como en el arraigo de sus valores. Frente al tormento y al sentimiento decepcionante que de orfandad siente Silvia, esta dará con las claves también de su identidad personal.

Tanto las alternancias en las voces narrativas como el giro que en sí toma la trama sostienen la formidable arquitectura de esa interesante novela que pivota sobre un pasado idealizado y, sobre todo, la figura del abuelo convertido ahora en una mezquina figura demoníaca.

@AlexCoutoLago

@EditorialBaseES

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

 

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