Gregorio Martín García: «Los ‘chilancos’ del pueblo. Parte: 2/3»

En los sesenta un párroco venido nuevo al pueblo, al enterarse de que allí se practicaba el nudismo, por los ‘chilancos’ se dio unas vueltas y a todos nos puso el bañador. Nos estábamos civilizando.

Mediaba el mes de mayo, el fin de curso se aproximaba y a vista de ello andábamos proponiendo a los mayores que cuando comenzarían a “tantear” los chilancos. Labor importante que cada año se hacía y hasta que el tanteo no se había realizado nadie se podía bañar, era como romper las costumbres y ello podría traer malas consecuencias. Meterte en un chilango y quedarte atrapado en el fango.

No sé a qué era debido, pero en los aspectos del río y de los baños en él éramos precavidos. No recuerdo que en época de verano y en el río Moro de Benalúa de las Villas, se hubiera dado la desgracia de algún ahogado. Alguno recuerdo que sobre él se dio la desgracia del ahogamiento, pero en partes del río muy alejadas de las que los jóvenes usábamos a la altura del pueblo

Para comprobar los bajos de una charca, éramos precavidos, un amigo mayor del grupo con una cuerda a la cintura se introducía en el chilanco a tantear.

Probaba los asientos y posos de barro, la espesura de estos, hacia un mapa mental cual si radar hubiera usado en ello. Todo lo transmitía a los de la orilla que expectantes tomaban nota mental del estado del chilanco. Como última acción el explorador a buscar el gollizno iba, acentuando la precaución y dando importancia a tal acción para quedar bien ante los que desde la orilla le sujetaban la soga. Inspeccionado, comprobadas sus formas y el buen estado y la seguridad de este, todos se metían en el chilanco y solo al efecto de moverse sobre el fango que este se levantara y la corriente le llevará lejos río abajo, hasta no tocar arena y esclarecer las aguas no parábamos. Aquel lugar quedaba inspeccionado, tanteado y apto para el baño.

Por aquellos días del año el cauce del río se animaba, todas las charcas en donde se podía nadar, especialmente las de años anteriores, eran “tanteas” y casi todas quedaban para el uso del baño en el verano que nos venía. La presa de la “Jondona”. El chilanco del Perú o del Bolero, a la altura de la Vega de la Venta. El del Puente Tablas, ubicado en dicho lugar. El chilanco del Pico, ubicado a la altura de los Vegetos. Y el chilanco de la presa del Cortijo del Río, sito a la altura de dicho cortijo. Eran estos los puntos más visitados para el baño y como si fueran los lugares oficiales para ello, entre chilancos todo el día había un gran trasiego de jóvenes que gustaban de visitar estos lugares para tomar nota de sus ambientes, de qué en ellos pasaba y de camino elegir en cual se quedaban.

Nido de pájaros con su puesta

En estos movimientos se disfrutaba sobremanera las riberas del río, su fauna, vegetación y de camino se buscaban nidos de aves, que los había y muchos. Cada cual al descubrirlos en secreto los guardaba y a su colección los añadía y competía con los que decía tener su amigo y compañero de correrías.

Respetábamos los nidos, procuramos no molestar a las aves padres para que no lo aborrecieran, decíamos. Y cierto era, si mucho visitabas un nido acababa por ser abandonado por los padres. Y es que era poco menos que irresistible dejar de visitar aquellas joyas de la naturaleza que eran los nidos y si ya tenían la puesta de huevos, de todos los colores los había y de todos los tamaños, esto sí que era inaguantable de visitarlo para poder gozar de esa maravilla de esas perlas de colores que era sus huevos y de los que nos guardaremos de no tocar para evitar la negativa acción de las aves padres.

Nido con su crias

Por su forma y volumen sabíamos a qué clase de pájaro pertenecía y era muy característico el nido de la oropéndola, esta obra de arte era una cesta que con su asa pendía de la rama de aquel árbol que el ave escogiera.

Dichas características de formas eran solo por seguridad del nido, al estar colgado y suspendido era más complicado abordarlo. En el nombre del pájaro va incluido esta circunstancia especial de construcción que decimos. Su nombre “Oropéndola” …lo de “péndola” le viene de sus características y originales formas. ¡Sabia es la Naturaleza!

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Gregorio Martín  García

Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y

Autor del libro ‘El amanecer con humo’

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Comentarios

2 respuestas a «Gregorio Martín García: «Los ‘chilancos’ del pueblo. Parte: 2/3»»

  1. Francisco Avila

    Benalua y sus chilancos, un pueblo adelantado a sus tiempos hablamos de nudismo, acontecimiento que sé practicaba por los niños al bañarse desnudos en él río del pueblo no era por afan de protagonismos ni por ayanar él camino a las corrientes hypis venidas años después sino llevados por la mala economía familiar para poder costear un bañador, que según él escritor de este artículo fue impuesto por él cura llegado nuevo al pueblo, todos teníamos un respeto por la naturaleza a la hora de cuidar de las aves y sus nidos, buen trabajo de los mayores a la hora de fondear los chilancos para la seguridad de los más pequeños un estupendo artículo

    1. Gregorio Martín García

      Buenas tardes, Paco, amigo. No se te escapa una, en todos mis relatos consta tu comentario que yo agradezco mucho.
      Eres conocido como el escritor de comentarios, en gran parte del territorio español y del extranjero.
      Mas de uno de los que aquí escriben les gustaría presumir de comentarista oficial que sin falta alguna cumple con su «trabajo».
      Muchas gracias, Paco, eres mi amigo y colaborador un saludo.

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