Leandro García Casanova: «Granada, tierra soñada de la malafollá»

El 6 de enero salió publicado, en Granada Hoy, el artículo de Salva Rodríguez, Granada es una de las ciudades más maleducadas de España. Venía con estos titulares: “Según un estudio de una web de clases online, la ciudad nazarí es una de las tres en las que la descortesía es más evidente, junto a Tenerife y Alicante-Elche. Los encuestados consideran que la falta de modales es más extendida entre quienes no son residentes de la capital. No dejar a otros coches pasar, ser maleducado con el personal de servicio, y saltarse las colas, entre los comportamientos más habituales”.

 Para obtener esta clasificación negativa, la empresa Censuswide, para Preply, ha medido los comportamientos maleducados más frecuentes en todo el territorio nacional, destacando hasta 12 puntos que los encuestados han considerado como malos modales. “Y en tres de esos 12 puntos, Granada se lleva la palma.

Concretamente, los granadinos muestran sus malos modales a la hora de no dejar a otros coches pasar cuando hay tráfico, en ser maleducado con el personal de servicio, y en saltarse cualquier tipo de colas”. Mi experiencia de años en lo de saltarse la cola es que los casos han sido pocos y se han resuelto amistosamente, pero no andan descaminados. Es sabido que Granada es famosa por los atascos de tráfico, por los malos modales conduciendo (a veces, yo los tengo) y por ser una ciudad ruidosa. Sin embargo, me llama la atención esta frase del estudio: “Es la capital isleña la que ostenta el título de la ciudad más maleducada, pues sus habitantes pasan todo el día pegados al teléfono, entre otras causas”. No sabía yo que estar pegado al teléfono (se supone que al móvil) es una falta de educación, salvo que por esta causa no atiendas a los clientes o amigos.

En cuanto al método del estudio, se han entrevistado a más de 1.567 residentes de 19 áreas de España y se les ha preguntado con qué frecuencia se encuentran con un comportamiento maleducado en las 12 áreas más propensas a mostrar una falta de cortesía hacia los demás. “Eran quedarse absortos con su teléfono en público, no dejar que la gente se agrupe en el tránsito, no ralentizar cuando conducen cerca de peatones, ser ruidosos en público, no saludar a las personas desconocidas, mirar vídeos en público, hablar por el altavoz en público, usar un lenguaje corporal hermético, no respetar el espacio personal, ser descorteses con las personas que atienden, no dar propinas y saltarse las colas”. Lo del teléfono lo entiendo, con el altavoz o hablando en voz alta, gesticulando y enterándose los demás de todo lo que habla. Pero no comprendo lo de “no dejar que la gente se agrupe en el tránsito o usar un lenguaje corporal hermético”, la encuesta debía de ser más explícita en esto y es posible que sea una mala traducción al español. Cada uno tiene su lenguaje corporal mediante gestos.

ARRIBA: Chicote graba uno de sus programas en Granada AQUI: La Carrera del Darro, una de las calles granadinas más conocidas ::A. ARENAS

Lo de “no saludar a las personas desconocidas”, no tiene sentido, porque solemos saludar a las personas conocidas. Otra cosa es que uno entre en un local y no salude a los que están allí, lo cierto es que los jóvenes son menos propensos a saludar mientras que los mayores son más cumplidos. En cuanto a “no dar propinas”, lo veo ridículo. Es una costumbre española (más antigua es dar limosna a los pedigüeños y es célebre la poesía del mejicano Francisco de Asís de Icaza: Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada), en los restaurantes y bares, pero de siempre ha habido quien las da y quien no. En los países anglosajones (Reino Unido, Estados Unidos…) no hay costumbre de dar propinas, sino la de llevarse la comida que les ha sobrado (esto en España no se hace), y nadie tacha de maleducados o tacaños a los ingleses. Muy diferente es que tengas malos modos con el personal del servicio o seas descortés con las personas que atiendes. “Para poder participar en la encuesta, era obligatorio que las personas preguntadas fueran residentes en la ciudad en la que se encontraban desde al menos 12 meses”. Y de todos los participantes, 736 se identificaron como hombres y 831 como mujeres. Con las opiniones, se hizo una media con los datos obtenidos para calcular la puntuación media de mala educación por ciudad para clasificarlas.

Siguiendo con las conclusiones del estudio, “Granada es una de las cinco ciudades con un mayor porcentaje de personas que piensa que la mala educación viene de fuera, es decir, de los no residentes”. Y aclara que la ciudad cuenta con una gran cantidad de población flotante que cada día se desplaza desde el Área Metropolitana hasta la capital para trabajar o acudir a compras o citas, así como de un gran número de turistas y visitantes que se mueven para disfrutar de las bellezas de la zona, lo que ha podido influir en esta forma de pensar de los residentes. Yo añadiría que Granada cuenta con un 7% de residentes, que no son españoles: magrebíes, latinoamericanos, europeos, asiáticos… Y en cuanto a echar la culpa de la poca educación, va por barrios: “Granada se une así a Palma de Mallorca, Valladolid, A Coruña-Oleiros-Arteixo y Las Palmas de Gran Canaria como las ciudades en las que más se piensa que los comportamientos maleducados no son de los propios habitantes, sino de la gente no residente. Por el contrario, Santa Cruz de Tenerife, Cádiz, Vigo y Zaragoza entonan el ‘mea culpa’ y son las ciudades en las que más se piensa que los maleducados son los residentes…”. La conclusión nos ha recordado que estamos en la tierra del chavico, la moneda que valía diez céntimos de peseta.

José Sacristán, durante una visita a la Alhambra en agosto de 2022 ::A. ARENAS

Sin embargo, la encuesta destaca que “los españoles son, en general, gente bastante educada en público, al contrario de como se nos considera en otros países”. Los españoles tenemos fama de ser educados con los extranjeros, España es el segundo destino turístico del mundo y el turismo mueve el 12% de la economía, de manera que los informativos siempre están pendientes de la llegada de millones de turistas aunque no todo es oro lo que reluce. Los gaditanos tienen fama de ser graciosos hablando, pero en el sector servicios atienden mejor en Granada que en Cádiz, donde el paro es más alto. Hace bastantes años, andaba con mi turismo desorientado por el centro de Sevilla. Le pregunté a un sevillano en un semáforo por la dirección de una calle, pero no le dio tiempo a informarme. En el siguiente semáforo paró su coche, se bajó y me orientó. Me quedé asombrado de su amabilidad, pero algún caso parecido he visto también en Granada. Por eso, no podemos generalizar porque hay de todo en este mundo.

En noviembre pasado estuve en un pueblo de Badajoz y un conocido me preguntó de sopetón: “¿Cómo es la gente en Andalucía?”. Le dije lo primero que se me ocurrió: “Pues, unos van para arriba y otros van para abajo”. Los granadinos tenemos fama de malafollás (el escritor José García Ladrón de Guevara lo explicó en su libro La malafollá granaína), mientras que el jurista Nicolás López Calera decía que los granadinos son negativos y poco emprendedores. Todo esto contribuye a la poca estima que nos tenemos, y lo mismo ocurre con la opinión negativa que tenemos los españoles de nosotros mismos, mientras que los extranjeros aprecian más nuestras cualidades. El español valora más lo de fuera de España, que lo de dentro, escribió José de Cadalso, en el siglo XVIII, mientras que el escritor Mariano José de Larra decía que siempre nos quejamos con la expresión, ¡en este país!, como si fuéramos lo peor de Europa. A pesar de todo, Granada es la ciudad española que más estudiantes europeos de Erasmus vienen para cursar estudios y, en 2005, el Centro de Lenguas Modernas tenía más de diez mil estudiantes de todo el mundo, que venían a aprender el español. Granada tiene fama por sus rincones, calles y monumentos, por sus bares y tapas, y porque es una de las ciudades más bellas de España.

Portada del libro de José Ladrón de Guevara, La malafollá granaína

Recojo estas frases de algunos comentarios que ha tenido el artículo: “Y no es problema de nuestra consabida malafollá, si no de las generaciones que van viniendo, que no tienen empatía alguna”. “Graná tiene de todo y la gente es espectacular. Siempre hay algún malafollá, pero creedme, en Madrid hay muchos más”. El primer comentario tiene lógica y sensatez, nuestros padres y abuelos respetaban más las formas y eran más corteses que los jóvenes de hoy. Y estoy conforme con el segundo comentario. Los parisinos tienen fama de soberbios (a la mayoría no les gusta vivir en París), en cambio, en Francia yo he encontrado amabilidad y educación cuando he preguntado algo. En un barrio parisino, recuerdo a un niño de unos doce años, que se apartó en la acera para que yo pasara. Esto no suele ocurrir en España, porque en Francia la educación en las escuelas y liceos es mucho mejor. Tendría yo la edad de ese niño francés, cuando al salir por la puerta pequeña de la iglesia de mi pueblo, le cedí el paso a un hombre mayor. “Eres el niño más educado del pueblo”, me dijo aquel médico que venía de vez en cuando de Murcia y que yo no conocía. En la Casa Madre del Ave María, nos levantábamos del pupitre cuando el profesor entraba en la clase y este respeto era generalizado en la España de los años setenta. Convengamos que antes había más educación, aunque te la enseñaran a reglazos en la escuela o en tu casa.

El escritor romántico francés, Teófilo Gautier, publicó en 1840 Viaje por España y escribió esto: “En Granada la ocupación general es la de no hacer nada: galantear, fumar, hacer versos y, sobre todo, escribir cartas, bastan para llenar agradablemente la existencia. Allí no se ve la inquietud ardiente, la necesidad de acción y de cambio que atormenta a las gentes del Norte”. Pero, al final del libro, le traicionaron los recuerdos: “Al poner el pie en el suelo de mi Patria sentí humedecerse mis ojos, y no precisamente de alegría, sino de tristeza. Las torres rojizas, las cimas plateadas de Sierra Nevada, las flores del Generalife, el mirar ardiente de ojos de terciopelo húmedo… Todo esto se agolpó en mi imaginación tan vivamente, que me pareció que esta Francia, en la que, sin embargo, me espera mi madre, iba a ser para mí un destierro. El sueño había terminado”. Teófilo Gautier, Alejandro Dumas (que tuvo sus peleas aquí), como tantos otros escritores románticos, se sintieron fascinados y el compositor mejicano Agustín Lara la inmortalizó, sin conocerla, con su canción Granada, tierra soñada por mí. Y eso que los granaínos tenemos nuestra miaja de malafollá y no hacemos las cosas educamente, como dicen algunos.

 

 

Leer otros artículos de

LEANDRO GARCÍA CASANOVA

 

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.