José Luis Abraham López: «El hombre de la linterna roja»

Existe la historia pero no la obra. Al menos alguien ha encontrado un título que llevarse a su vida de una novela nunca escrita.

Habitación 112. ¿Qué somos sino la posibilidad de un título de novela?

A solas con su cuerpo desarbolado en una cama articulada se me vinieron a la mente muchos interrogantes. Siempre me ha parecido la infancia el momento crucial de lo que somos: ¿cuándo, dónde y cómo la primera vez de todo lo que somos? Lector intrépido durante décadas, quise saber el momento exacto de su primera lectura. Por más que me acercaba a sus labios secos apenas podía distinguir las sílabas en las hojas marchitas de sus palabras. Insistía una y otra vez en que repitiera título y autor porque no me parecían claras sus respuestas aunque siempre era la misma.

Cuando barajé todas las posibilidades combinatorias de supuestos títulos me confirmó que el primer libro que había leído era El hombre de la linterna roja, de Chapman. Ahora bien, que me quiten la imagen imborrable de su rostro sonriente y melancólico que le permitió recuperar el recuerdo del hermano que le enseñó a leer en una cartilla escolar (se puede ser Cruz y cara), allá por los campos manchegos de una niñez y un terruño de los que se sentía muy orgulloso.

Entre la penumbra de la madrugada no pude esperar y apuré todas las posibilidades de búsqueda: bases de datos bibliográficas, librerías online y de segunda mano. Mi ansiedad por corroborar la existencia de dicha novela y la esperanza de darle un sentido a sus balbuceos pueriles se ahogaron en el mismo pozo de delirio que su mirada perdida. Contrasté varios nombres semejantes a lo que su lento silabeo me dio a entender. No podía ser Cary Chessman, gángster estadounidense conocido como “El bandido de la linterna roja”, sentenciado en la cámara de gas en el corredor de la muerte en California.

Existe también una película, La linterna roja (1991) de Zhang Yimou, pero faltaba lo más importante, el hombre, así que daba por descartada esta otra pista así como la no coincidencia con títulos de Robin Chapman. Más anacronismos encontraba al acudir a la bibliografía de novelistas como Maile y Janet Chapman.

El insomnio que provoca muchas noches en vela abre caminos al ingenio y puertas desconocidas a la imaginación. Me dio por pensar que tal vez hubiera hallado una metáfora de su paralelo mundo quijotesco o que al menos hubiera acertado con un título que llevarse a su vida de una novela nunca escrita. En este caso, existe la historia pero no la obra. Bien serviría El hombre de la linterna roja para enmarcar la figura del joven que por fotos imagino echando un pulso a tantas adversidades, con la ilusión siempre prendida de su sentido de la familia, de la abnegación por sus hijos y por el deseo de no perderse nada del espectáculo de la vida que le tocó vivir-sufrir para entrar ahora, en un mutismo que pide perpetuo socorro desde una cama articulada de hospital en una espesa bruma.

¿Qué somos ahora, papá, sino la posibilidad de un título de novela?

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

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