Ramón Burgos: «Probidad»

A la hora del lunes, 29 de mayo, en nuestra Andalucía –repito que sólo hay una– ya sabemos los resultados del voto ciudadano en las elecciones municipales de este año –tan peculiar como expectante–. Y aún así, tenedlo en cuenta, nos queda esperar a los ‘pactos’ y ‘artimañas’ de tirios y troyanos para saber la composición de nuestros ayuntamientos y su futuro desarrollo.

Ciertamente, y lo he mantenido, que hablar de ello no es el campo de mi ‘especialidad’, salvo por ser un vecino de a pie, comprometido con el desarrollo sostenible y la lucha por los derechos inherentes a todos nosotros.

Así, en mi nombre (y espero que en el vuestro), puedo rogar (exigir) a los electos que ahora, más que nunca, tengan en cuenta la probidad –virtud, tan escasa en estos tiempos–, pues «quien actúa con probidad no comete ningún abuso, no miente ni incurre en un delito». Es más, «lo contrario a la probidad es la corrupción, que implica un desvío de las normas morales y de las leyes», definicion.es.

Los intereses unipersonales no pueden sobreponerse a los generales, aunque la jurisprudencia del Tribunal Supremo de nuestro país sea contraria al Derecho Romano (‘estis unus testis nullus‘, «un solo testigo no es testigo alguno», ‘Elementos de verificación de la inocencia’, vv.aa.), y a la Sagrada Escritura («un solo testigo no es válido contra alguien en cualquier falta o delito, sea cual fuere el delito que ha cometido», Dt 19,15).

Proceder a dictaminar, sin análisis justos, es, al menos, reprochable y condenable, sin que exista paliativo alguno para este obrar. Y menos aún cuando, por ley o decretos ‘consensuados’, se hace comulgar con ruedas de molino a todos aquellos a los que no nos permiten exponer criterio alguno, ni a favor ni en contra, haciendo que sucumbamos a las consecuencias del mayor fraude posible.

 

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Ramón Burgos
Periodista

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