Este es el retrato de una increíble mujer granadina. Empresaria, creadora de tendencias, activista cultural y vecinal.
Dotada de una memoria prodigiosa. Un rato de conversación con ella resulta más interesante que alguno de los capítulos de la historia granadina contemporánea que podamos encontrar por escrito. Ella lo cuenta con convencimiento y con gracia.
Ahora, ya jubilada resulta frecuente verla en compañía de su hija Mari o tomando un refresco con sus amigas/cooperadoras/compinches, Virtudes, Esther, Ana, Pepi… en la aventura de salvaguardar la esencia del barrio ¡Cuidado!, no se confundan. Ellas están por el progreso, por el acogimiento… En los últimos años, se han empeñado en convertir parte de estas calles en el Notting Hill a la española. No las pierdan de vista porque suelen conseguir todo lo que se proponen.
Loli es guapa. De una belleza a medio camino entre el neorrealismo italiano y la esencia del sur del Mediterráneo. Bordadora en tul debió cautivar al joven soldado que bajó del monte poblense a realizar el servicio militar. Y se casaron.
La biografía de Loli no se entiende si no es en el paisaje de su infancia, de su juventud, en el lugar dónde pusieron tienda después de una breve temporada en la Puebla de D. Fadrique de dónde él era oriundo. El paisaje es de empedrado granadino y, hasta hace poco, de casas tipo corralas comunitarias, el barrio de San Ildefonso. Acotado entre el arco Elvira, el Barrichuelo, la Calle Real, la “cuesta de los chinos” y la Calle Ancha de Capuchinos se encuentra uno de los barrios más genuinos de Granada.
Habitados a mediados de siglo por campesinos que trabajaban en la vega se ha transformado debido a su relación con el Ejército ( el gobierno militar instalado en el antiguo Convento de la Merced) a la Universidad, que se está expandiendo a partir de su sede en el Hospital Real, a la Iglesia (san Ildefonso, la desaparecida Ermita del Cristo de la Yedra, la Ermita de San Isidro y el Convento de los Capuchinos), a la fábrica de la cervezas Alhambra y, en los últimos años, por qué no decirlo, a un establecimiento comercial perteneciente a una gran cadena nacional.
Ahora, es este supermercado el que marca los tiempos del barrio, pero durante más de 30 años lo fue la Tienda de Loli, que era como se conocía el negocio que montaron.
En principio era una droguería. Ahora bien, este matrimonio de empresarios contaba con una tremenda visión comercial y adquirían restos de tiendas que cerraban fuera cual fuera su especialidad.
Y eso es lo que la dotaba de originalidad.
Y eso sí que era divertido. Ibas por un producto determinado y podías volver con lo más inesperado.
Por lo demás, el calendario de ventas estaba rígidamente establecido. Se dividía en temporadas estacionales como en los grandes almacenes.
Desde finales de septiembre la temática era la del Día de los difuntos o Todos los Santos. La tienda se llenaba de contenedores de todo tipo de flores en ramos. Con paciencia infinita, Loli iba recibiendo y preparando encargos para los fallecidos de todo el vecindario (mantengan la imagen de los ramos de flores en su retina).
Habiendo honrado a los muertos, rápidamente se desmontaba este tinglado para las ventas de navidad.
El siguiente hito era el del día de la Cruz. Eso era apoteósico. En cuestión de ventas, volvemos a las flores (¿las recuerdan?) Ahora, Loli, deshacía los grandes ramos y vendía las unidades florales mientras anunciaba (sin ser expertos en marketing) que este año las flores se llevaban grandes. O pequeñas. Según su stock. El caso es que vendía tantas unidades – tenía un público entregado entre las enfermeras del clínico, que era como se conocían genéricamente a todas las trabajadoras relacionadas con el sector de la salud- tantas, que podemos afirmar que, efectivamente, este año se volvían a llevar las flores como Loli había vaticinado.
Quién se hubiera quedado atrás todavía podría lucirla en el Corpus.
El local de Loli era además el club social. El núcleo del barrio era la placeta de la Cruz pero la toma de decisiones colectivas se realizaba en la tienda. Allí se reunían Antonia Padial, la maracenera, Angustias López Millán, Pepa y Eduarda del Cuerpo, Alfonsí, Lola.
De forma paralela a lo comercial, se organizaba la instalación para el día de la Cruz.
Garantes de la ortodoxia, los vecinos construían cada año un escenario para dignificar la cruz que le da nombre a su territorio. Se seguían escrupulosamente las normas no escritas para levantar el homenaje anual en lo que se refiere a latones, cerámicas, mantones, pequeño mobiliario. Aquí se innovaba en el decorado. El proceso duraba todo el año. Primero había que abordar el tema económico que se resolvía con rifas, donaciones… Después, el aspecto técnico. Miguel Sánchez Olivero realizaba la escenografía en su carpintería de la calle Nueva, Manuel Quesada realizaba el montaje eléctrico mientras que Juan Retamero, el pintor que vivía en la calle Real, se encargaba de que la decorado fuera fiel al modelo elegido.
Llegada las vísperas, todo el vecindario contribuía y velaba la cruz. Eran días de festiva vecindad. Cada quién aportaba lo que tenía. Nada extrañaba porque todo el mundo se respetaba. Y nadie se extrañaba que, por ejemplo, la aportación de Miguel Vílchez, el chico, fuera un espectáculo de variedades.
Al alba, se desmontaba y…se subastaba el utillaje que se había adquirido ese año (los vecinos suelen prestar parte de la cacharrería). De esta manera, otra fuente de financiación era la subasta.
Por prescripción de Loli, en el Corpus no podía faltar la instalación de altares.
Está biografía del barrio, de Loli y de las mujeres y hombres que lo habitaban estaría incompleta si olvidáramos el Carnaval.
La fiesta de Carnaval, prohibida durante el franquismo, reapareció con fuerza en la España apenas democrática. Impulsado desde la asociación de vecinos del Zaidín y apoyada por la concejalía de cultura regida por Mariló García Cotarelo, tuvo en el barrio de San Ildefonso el mejor terreno para brillar.
Existiendo una estructura vecinal tan potente, el mismo equipo que montaba y desmontaba las cruces y los altares, ampliada por otras tantas mujeres, como las Marinas, Rafaela, la de la calle Real y tantas otras, protagonizaron la Edad Dorada del carnaval en Granada. Su nombre artístico era el de » las viejas de San Ildefonso» y tuvieron tanta fama que llegaron a salir de gira provincial.
Cuenta Loli que la meteórica carrera musical del grupo quedó truncada cuando el escenario en el que estaban actuando se hundió y todas las comparsistas cayeron al suelo. Antonia Padial, la Maracenera, tuvo humor para escribir…
» El grupo las moelitos
Fuimos a Beas a cantar
Y se hundió el escenario
Salimos medio matás
Se abrió un hermoso agujero
Y seis artistas colaron
Unas se rompieron huesos
Y otras nos machacamos
Cuando llegamos a urgencias
Con collares y coloretes
Los médicos se pensaban
Que éramos extraterrestres…»
La temática, como le corresponde al carnaval era crítico e irónico. Gracias a Loli y sus tesoros hemos recuperado alguna de sus letras que abordaron temas
Políticos… ( Música de La Conga)
» Felipe y Alfonso Guerra
Creo que están trasputeaos
Nosotros no sabemos que como
Les ha pasado
A Felipe le ha dado por
Viajar. Se pasa la vida
De acá para allá
Y Fraga también pegó
Un buen salto a Cuba
Se fue a ver a Fidel Castro
Aznar es espíritu de contradicción
Mucha gente le llama
El chiquito protestón…
Sociales…
Que paguen medicamentos
Querían que los pensionistas
Que nos queda para comer
Si pagamos la botica
«Hay que lío»
Si con cincuenta mil pesetillas
Ellos se tuvieron que arreglar
Pagar casa, luz y agua, se tendrían que ahorcar
«Hay que lío»
O irónicas
…más de mil años contamos
Todas las aquí reunidas
Algunas nos acordamos
Cuando se hizo el arco Elvira
A pesar de nuestros años
Todas llevamos aquí
La alegría de Granada
Sacromonte y Albaicín…
El carnaval granadino decayó, pero no el granadinismo de este barrio y esta gente.
Su entusiasmo sigue siendo tan contagioso que, con el apoyo de Angélica, la presidenta de la Asociación de Vecinos han vuelto a armarla: han vuelto a vertebrar el barrio en torno al día de la Cruz.
Loli Zarzo Ruíz, hija de Enriqueta y José, memoria viva del barrio de San Ildefonso y de parte de la historia de Granada, tiene aún necesidad de contar… la santidad de Fray Leopoldo, la acequia de la calle Real y » la cañera» que distribuía el agua, la taberna de la calle Nueva en la que descansaban los arrieros…pero nos hemos quedado sin tiempo.
“Tal como lo oí contar, lo conté, lo conté”… cantaban nuestras madres en alguno de sus romances
Serie ‘La Historia sirve’ :
-
- Juan Santaella López, gestor y teórico de la Escuela democrática
- Mari Carmen Arroyo Maldonado, indispensable en la música coral universitaria
- Inma Bonet Bailén, la gran dama asiática
- Loli Zarza Ruíz, ‘Alcaldesa’ de la Placeta de la Cruz
Próximas entregas:
- Agustín Morales Jiménez. El diálogo entre la tradición y la vanguardia del barro granadino
Carmen Gómez Letrán
Profesora de Geografía e Historia
IES Padre Suárez
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