Conocida por “la Loca”,
doña Juana de Castilla
fue una mujer desdichada
que sucumbió como víctima
de aviesas conspiraciones
y desvergüenzas políticas
entre hijo, marido y padre
que la enterraron en vida;
prisionera en un convento
de la noble Tordesillas,
junto a las aguas del Duero,
fiel heraldo de la villa,
se consumió doña Juana
en su tristeza infinita.
Vino a nacer en Toledo
y murió en Tordesillas
atormentada y doliente
aquella tercera hija
de Isabel y de Fernando,
los reyes que en sí reunían
las coronas de Navarra,
de Aragón y de Castilla
una vez reconquistado
el territorio islamita,
reino bello y suntuoso
de la casta nazarita
cuyo poder se asentaba
en las tierras granadinas.
Matrimonió con Felipe,
“el Hermoso”, le decían,
archiduque de los Austrias
y ambos se enamorarían
cuando por primera vez
en Flandes se conocían.
Mas pronto el joven esposo
en ostentosa osadía
comenzó a serle infiel
con amantes a porfía,
hecho que condujo a Juana
a la postración continua.
Obsesiva y ardorosa,
los celos la carcomían
no pudiendo superar
las afrentas que sufría
de su rijoso marido
que se pasaba los días
en lechos de otras mujeres
o en continuas cacerías.
A pesar del desvarío
que en su interior crecía
alumbró hasta seis hijos
y uno de ellos sería
el emperador Carlos
cuyo reino se expandía
por territorios tan vastos
donde el sol siempre lucía.
Al morir Felipe en Burgos,
en circunstancias ambiguas,
para unos, envenenado,
para otros, de pulmonía,
el corazón de la esposa
en pedazos se rompía.
Trajo el sepulcro a Granada,
en macabra comitiva
caminando por las noches
y descansando en el día.
Ocho meses de viaje
en Juana aumentarían
los fantasmas que en su mente
desorientados bullían.
La rebelión comunera,
liderada por Padilla,
liberó a la reina Juana
de su encierro en Tordesillas
ofreciéndole el trono
de las tierras de Castilla
que por legado y herencia
a ella pertenecían;
pero Juana se negó
pues esto la enfrentaría
al emperador Carlos,
hijo a quien tanto quería.
Dicen que la reina Juana
el mal de amores sufría
y en su frágil corazón
la congoja se imponía
transmutando en pesadumbres
los latidos de la vida.
En la Capilla Real
de la ciudad granadina
reposan Felipe y Juana
en sepulturas contiguas
con Isabel y Fernando,
mausoleo que sublima
una obra escultórica
pulquérrima y bellísima,
referencia emblemática
del arte renacentista.
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Profesor jubilado y escritor, autor de
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