Gregorio Martín García: « …y repican las campanas, que es domingo, 1/3»

La paz de Benalúa de las Villas se vive ya en la calle con la alborea, con la aurora de este espléndido día, domingo.

Todas las sensaciones son buenas, todo vivencias extras, cosas de pueblo, únicos lugares donde se vive la vida y se goza de los mucho que nos fue dado. Llenos los pulmones de ese amanecer colmado de brisa limpia que barre la atmósfera y llena e infla de vida todo nuestro ser.

Por la sierra de los Castellones, alargando hacia la del pueblo, la línea del horizonte luce ya clara y anunciadora de un bello día que a Benalúa le espera.

En la calle picotean y, alborotan con sus cantos y saltos, una bandada de gorriones que anuncian el mismo día que por el horizonte serrano va avanzando hasta cubrir todo el cielo de luz de amanecida.

Observado, desde la carretera hacia el Barranco del Cura, la mole de nuestra sierra se presenta recortada por una diadema de luz que ya anunció, del astro rey, su inminente llegada.

Hoy, un domingo de febrero, palidecida ya la noche y aún en hora temprana un mayor, con más de setenta años, apoyado en su bastón ya pasea, va buscando lo que tan particular momento ofrece. Va a vivirlo paseando desde las calles del pueblo a sus campos colindantes.

Construcción de la torre de la iglesia de la Encarnación

Deja a su izquierda la “Bacalá”, vegeto junto al pueblo con sus ya adelantadas hortalizas, y adelante la noguera del “Barranco del Cura” que tiene por corona los altos de la Sierra. Forma, por la contraluz, un gran bloque de oscuro aspecto que pareciera recortado por diadema iluminada por los nacientes rayos solares.

Es agradable por su acariciante frescor la brisa venida de las faldas de la serranía y de las Cabañuelas olivareras.

Hasta el Ventorro de la Emilia han llegado sus pasos en su paseo gratificante el viejito caminante. Pasó el Barranco del Cura, también los Morales y, el hito kilométrico, con el número uno de su serie (Km.1) hasta Granada, antes de tomar la “Regüerta del Menúo”. Allí vio el Peñón del Glorio y pasada ya la Cerradura del río Moro donde se ubica el vado de la Angostura, llegó hasta el Ventorro de la Emilia, este madrugador y paseante de los habitantes del pueblo.

Se vuelve en este punto hasta el que ha paseado con satisfacción infinita y la paz y sosiego que iba buscando.

A su vuelta, allá está el pueblo con sus contrastes en tejados adornados por las humeantes chimeneas que ya cubren la aldea y sus mil fachadas enfoscadas y todas diferentes.

A la derecha el cementerio…¡¡Cuánto recuerdo Señor, ¡cuántos amigos ya han marchado, ya se han ido!

La gran piara de cabras pastoreadas por “Pepe el Cabrero” ocupando la carretera se dirigen a los pastos de nuestra sierra benaluense, vienen saliendo del pueblo con ese característico sonido que emite tal manada y su rastro de olorcillo que tras de sí va dejando amén de su sembrado de cagarrutas que reparte a la par que va caminando a buen paso por la carretera del pueblo. Sus ubres colganderas que vacías llevan ahora, volverán con rica leche con sabor a tomillo y romero y de mil sabores distintos recogidos al azar de aquella montaña nuestra propiedad de todo el pueblo.

Panorámica de la plaza y torre de la iglesia

De repente recordó desde aquel paraíso viviente que aún pisaba que, tenía que desayunar, prepararse y vestirse de domingo para asistir a misa de once.

Cambiado el paso a más rápido pensó en aquellos idílicos paseos que solía disfrutar: Las alturas de la sierra, el paisaje del vecino río, sus aromas de rivera los pájaros en las alamedas y su mente a recordar los pasados tiempos vividos que jamás olvidará.

Un… ¡din dan!, una voz de bronce se dejó oír, seguido de otros muchos, en la ya corta lejanía al pueblo, con eco que multiplica en las arboledas del rio a la par que hacía saltar multitud de pájaros de las ramas, al sonar el ruido campanero y con sus bandadas formadoras de caprichosas olas al volar, adornan el azul del cielo.

¡Algo más que contemplar!

Terminaba nuestra campana de voltear el repique dominical -Entonces en nuestra torre había solo una campana con el nombre de Santa María- nuestro andarín comenzaba a subir la pequeña pendiente de la carretera, existente a la entrada del pueblo a la altura del ventorro Parrales, se sentía algo cansado. Unas voces lejanas de jóvenes, le atrajo su atención… ¡Estaba oyendo a unos chavales que hablaban desde la torre junto a la campana Santa María ya en descanso de su repique! Seguro eran los que la habían volteado, pensó. Se paró y observó tal hecho, nunca había reparado en él, quizá las circunstancias atmosféricas ayudaron al mismo y facilitó que con gran nitidez oyera a los jóvenes hablando desde lo alto de la torre de la iglesia. Hubo un momento en que hasta creyó oír y entender lo que hablaban y casi con toda seguridad que era de unos nidos que veían en el tejado de la iglesia. Era época y momento de ello, los pájaros algunos, habían ya criado pero otros muchos aún lo hacen o era su primera cría después de haberlo sido ellos y, ya estaban criando.

Granada, febrero de 2024

[Continuará. /…]

 

 

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Gregorio Martín  García

(Benalúa de las Villas, 19/02/1945-

Atarfe, 15/04/2024)

Autor del libro ‘El amanecer con humo’

Gregorio Martín García

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Comentarios

4 respuestas a «Gregorio Martín García: « …y repican las campanas, que es domingo, 1/3»»

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    Francisco Avila

    Como todo lo escribió siempre pensando en su querido pueblo, en esta ocasión utiliza las vivencias de un domingo con lo que se sirve para mostrar todos los lugares con sus nombres que sólo los podemos entender y ubicar los que tuvimos la gran suerte de ver la luz por primera vez en ente lugar tan maravilloso maravilloso relato.

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      A. Arenas

      En efecto, Francisco, ese es uno de los grandes méritos de nuestro querido amigo Gregorio (q.e.p.d) y yo como también he nacido en un pueblo soy consciente de la importancia de sus relatos en los que rememora tiempos pretéritos y vivencias que nunca serán iguales. De ahí la necesidad de difundirlos y fijarlos -de ser posible- en el papel para que no se olviden. Gracias también por ser su fiel lector.

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      María loanos

      Incluso los que no vivimos allí hemos aprendido a amar esos rincones que aparecen en sus escrito

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    Tomás Moreno Fernández

    Los escritos de Don Gregorio eran entrañables y rezumaban humanidad y una gran sensibilidad poética. En su memoria, hecha «relatos», toda la cultura rural, festiva, folclórica y entrañable de una pueblo granadino y andaluz se manifestaba con sencillez belleza y galanura literarias. Que Dios le haya acogido en su seno. R.I.P

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