Elaboración caramelos artesanos

El hombre que fabricaba caramelos ¿Hubo alguna vez una fábrica de caramelos en Benalúa de las Villas? (3/3)

El plan de trabajo se iba organizando. Con un protocolo de actuación lógico y necesario. El maestro se dedicaba más al manejo de los brebajes que echaba y con los que formaba el revuelto de azucares, jarabes, huevos, harina y otros elementos con los que aliñaba y componía la base primaria y secreta de sus caramelos: La masa. A la que añadía, de cuando en cuando, lo que creía le faltaba, hasta lograr ese punto exacto y que solo él conocía.

Lógico que esto lo hiciera el maestro, que con mucho tacto trataba y ejecutaba, así como era faena de éste sacar de los moldes los distintos personajes animales o vegetales que pinchaba en su expositor. Mientras, el aprendiz ordenaba y limpiaba cacharros de los usados y entre ambos compartían la pesada faena del clavo que era lo más trabajado.

Pensaba hacer una masa grande, esta tarde el caramelero, pero como quiera que agrandase la plantilla y cuidando y mirando por ella, hizo cuatro más pequeñas y manejables que no pesaran tanto.

Paco rebosaba alegría viéndose allí trabajando. De vez en cuando miraba a los que allí se reúnen y gozaba de ver cómo lo observaban y daban voces de ánimo. Hasta le llegaron a aplaudir.

El maestro Angry se encontraba más tranquilo. Llevó a su burra Jacinta a beber agua al Pilar que hay en la parte alta del Paseo, lo disfrutó. Ya el cielo comenzaba a oscurecer, el sol se había marchado, lucían los primeros luceros sobre la Cará. Esa noche durmió más tranquilo, la ayuda del chaval le vino muy bien y lo recompensará.

El palillo que se puso en su boca y con el que hurgaba sus dientes, ya tendido en su camastro, le distraía, le relajaba y le transportó, mentalmente a una zozobra e inquietud de ánimo pensando en su familia a la que quería y añoraba. Quedó dormido plácidamente, consecuencia de su cansancio.

Aquella noche había pocos huéspedes durmiendo en la zona de servicios en la anchura de la entrada de la posada. Había más silencio, Morfeo vigilaba el sueño de aquellos.

Con las primeras luces del alba, despertó Angry, en un día de octubre, en aquel pueblo de los Montes Orientales de Granada del año 1.952 del siglo pasado (XX). Ni aún se había lavado en aquella gran jofaina que le ponía la posada para ello. Se rascaba fuertemente la cabeza aun despeinada como gesto de toda persona recién levantada. Y es que iba conociendo el pueblo y en él ya tenía confianza, iba conociendo sus gentes, y conociendo sus costumbres, así como su nobleza y espíritu de trabajo. Le gustaba Benalúa, los trabajadores que ya salían para el campo, así como los gañanes, todos, al pasar a su altura le saludaban deseándole los buenos días.

Eso le gustaba y lo disfrutaba y se sentía un poco habitante de este “su” pueblo, en el que llevaba más de dos semanas, medio mes y ya tenía que pensar en dar media vuelta y hacer ruta en sentido a su pueblo.

¡Volveré!, se dijo convencido. Lo haré, aquí vendré alguna o algunas veces más, aunque es un poco alejado. En esos momentos aún se encontraba en la puerta de la posada, sin lavar ni peinar ni terminado de vestir y, ya vio bajar por el Paseo, alegre y contento y casi corriendo a su ayudante Paco. Se alegró de verle y se dijo para sí -Este muchacho vale.

Se prometió a sí mismo enseñarle y enseñarle bien, aunque ya él atendía y ponía todo su deseo en hacerse caramelero. En unos minutos estaban trabajando. Angry quiso, esta mañana producir más caramelos, como quiera que ya tenían algo de los hechos ayer tarde, se lo tomaron más despacio y aprovechó el maestro en darle algunos consejos al aprendiz, al que siempre le repetía que muy limpio el negocio y todos sus elementos había de tener. Ya le dejaba añadir algunos de aquellos elementos de sus numerosos barriles, así como le descifraba los secretos de alguno de ellos. Paco avanzada y en su mente metía todo lo que su maestro le decía y que él muy bien procesaba en su clarividente cabeza. Paco se estaba haciendo un gran artesano de caramelos a mano, hechos en el clavo.

Para una fiesta de Santos, ya próxima y, para los niños de las escuelas y catequesis de la parroquia, el párroco D. Víctor Campos y maestros de las tres escuelas, organizaron y prepararon una fiesta juvenil, para la que los propios organizadores y con ayuda del ayuntamiento fueron a encargar al señor de los caramelos un buen pedido de su dulce mercancía que seguro haría la delicia de sus invitados.

El caramelero se sintió con ello muy halagado y prometió hacer un pedido de su selecta mercancía y a muy buen precio. Era por ello, que faltando pocos días para la fiesta aludida nuestros dos confiteros se dispusieron a ir elaborando lo que se les encargó. Para lo que hubo de hacer encargo y pedido de algunos compuestos necesarios para los caramelos. El conductor del autobús de línea del pueblo, un tal Alfonso, ya con un par de años en la línea de bus de la Compañía, Torcuato Alsina Graells-Sur, fue la persona que muy bien le hizo tal encargo a cambio de unas monedas que le pagó el caramelero.

Interior de un autobús de época

Ya que el pedido había de estar preparado y dispuesto dos días antes de la fecha de la fiesta de Todos los Santos. A la que se añadió suculentas castañas y unas buenas gachas como manda la tradición, sin faltarles la miel de caldera o de colmena. Pero mejor aquella que, dicen les va más a las gachas de los Santos.

Últimas fechas de octubre. El negocio de Angry funciona y vende muchos de sus caramelos, no solo a gente del pueblo, sino que también vienen probando los encargos que les hacen cortijeros y vecinos de otros pueblos. Todo aquel que de paso va por Benalúa no deja de llegar a la Posada a comprar caramelos de clavo de los que ya tienen fama. El caramelero integrado en la vida del pueblo se dejaba llevar y con su suerte en el oficio, seguro llevará a casa un buen fruto de su trabajo.

Ya se daba prisa, había de entregar el pedido a la parroquia y escuelas para la fiesta de los niños. Todo empaquetado y muy bien presentado va, entre Paco y Angry se disponen a servir aquel paquete de golosinas al párroco de pueblo, que en viéndolo quedó maravillado de la exquisitez de producto.

Pronto se entendieron en el precio, el caramelero y el párroco, ya que le pidió a este menos de lo pensado. El confitero se portó. Todos quedaron contentos y satisfechos del trabajo por los fabricantes de caramelos de clavo que los maestros habían realizado.

Ya tenía en mente una fecha prefijada para volver hacia su casa. No obstante, seguía con buena racha y las mismas ganas su trabajo, seguía recorriendo calles vendiendo sus exquisitos dulces que logró hacer conocer en el pueblo y en los alrededores. Famosos.

La musiquilla del carromato era muy conocida y hasta era tarareada por todos. El “tío de los caramelos” sabía muy bien ambientar lo que era su negocio para atraer a sus clientes, principalmente niños, pero esta vez ha logrado que tanto de más o menos años todos se han contagiado del deseo del dulce caramelo.

Las artes son su fuerte en esto de la artesanía de los caramelos de clavo, la misma que ha transmitido muy acertadamente a nuestro paisano Paco, que ha demostrado ser un alumno adelantado.

El maestro, el artista el llamado Angry y que por tantos días nos ha deleitado con sus dulces afamados y que deja en Benalúa de las villas impronta de su paso por ella y rastro de su sapiencia en su curioso y dulce oficio.

Aquella mañana, finales de octubre la burra Jacinta, volvió a ser cargada por los trastos de trabajo de un amigo del pueblo que se marchaba. Paco ayudaba a aquel buen hombre que un día entró en su vida y le enseñó algo que él valorizaba, pero no tanto como la amistad creada entre los dos maestros de caramelos de clavo.

A punto estuvo Paco de dar rienda suelta a sus lágrimas, pero no lo hizo, se sentía ya más maduro y debía evitarlo pues era y se consideraba un maestro en su nuevo y primer oficio y eso, se decía, imprime carácter.

Se fundieron en un prolongado abrazo que varias veces repitieron sin atreverse a terminarlo. Angry puso delante de Paco, sobre las palmas de sus dos manos un CLAVO. Un clavo que regalaba como obsequio y certificado de su aprendizaje que, se consideraba rematado y superado. Paco lo tomó en las suyas y no pudo de por menos que besarlo y dar el último abrazo con unas efusivas gracias al señor de los caramelos.

Granada, noviembre de 2023

[Final]

Gregorio Martín García

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