“Tu vida depende de tus pensamientos”
[María Marín]
Sándor Márai, Narrativa Salamandra, Barcelona, julio 2022, 154 páginas (Traducción de Mária Szijj y J. M. González Trevejo).
Un libro duro, posiblemente de esos que marcan, que no te dejan indiferente y entretejen un mundo que parece permanente pero, sin embargo, todo está en constante mutación. Un testimonio de una época, una crónica de unos momentos de la historia, que te hacen pensar y observar cómo, a pesar de los pesares, estamos expuestos a repetir los mismos errores.
Estamos ante un texto que el propio autor no quiso divulgar y, por consiguiente, permaneció inédito hasta que los especialistas del budapestino Museo Petófi lo descubrieron ante la llegada del legado literario de uno de los más grandes escritores en lengua magiar de la historia, a pesar del ostracismo en que cayó con la llegada del comunismo que, prácticamente, lo sepultó. No fue ni casual ni extraordinario, suele suceder en todos los regímenes cuando los «palurdos» [la palabra del propio Márai] llegan a lo más alto y cometen esos garrafales errores que acabarán pagando los administrados que permanecieron ensimismados ante las vacuas palabras dirigidas por esos especialistas en conducir, a las masas, hacia un mundo nuevo pero que, al final, desembocan en el Infierno y no precisamente el de Dante.
Si cuando leí la primera vez a este autor húngaro me encantó su prosa [evidentemente hay que darle las gracias a los traductores, pues los buenos, mejoran la obra original] en ¡Tierra, tierra!, esta parte debería de haber ido en ese texto, habría clarificado aún más la realidad de la vida que le tocó vivir. Él consideró que su confesión no debería de ser conocida por los extranjeros ya que era un testigo de cargo; un texto de húngaros para húngaros… Que los extranjeros no lo sepan, sentenció.
Personalmente [creo] que esa prevención no debería de haberle hecho detener y ¡Tierra, tierra!, debería ser editada, de nuevo, incluyendo estas poco más de 150 páginas porque, no sólo clarifican el espeso follaje de una década que acabaría afectando a todo el orbe [12/03/1938 al 31/08/1948], sino que hace que sea más comprensible; aunque podríamos colegir que en realidad allí está recogido prácticamente ese medio siglo de vida: su vida y su descarnada realidad [nació en 1900 en la ciudad de Kosice, entonces Alta Hungría, hoy Eslovaquia]. Los «chanchullos» políticos de aquellos tiempos acabaron desmembrando HUNGRÍA y, con ello, dejando huérfanos a miles de húngaros que acabaron diseminados en grandes zonas de la región en la que llevaban un milenio y otra gran diáspora se produciría con la llegada del comunismo [los palurdos como les llama] cuando varios cientos de miles se esparcieron por el orbe, entre esos estaba él, que acabó en los Estados Unidos.
A lo largo de sus páginas hay verdaderas joyas que sirven para reflexionar, he aquí algunas de estas perlas: «El palurdo creía tener derecho a la recompensa y al éxito» (57). «Las autoridades políticas tutelaban los juicios ideológicos con una parcialidad evidente» (55). «La prensa de la mentira, de la calumnia irrefutable» (110). «La voz de la censura se entrometía en todos los artículos de opinión» (106). «El hombre nuevo, comunista, obediente, atrapado en un sistema estatista» (117). «Lo que cuenta siempre es la minoría que habla y actúa en nombre de la nación» (134). «La vida corrupta, propia en cualquier democracia» (92). «Los buitres se reúnen en las grandes catástrofes de la humanidad» (102).
Con estas pinceladas creo tenemos suficiente para entrar a analizar ese testimonio que, a pesar del tiempo, sigue vigente y nos afecta a nosotros, a los españoles en particular, pero que podríamos trasladar a la totalidad del orbe. Por supuesto en la obra están los nombres y apellidos de los protagonistas de la historia y bien reflejados en las notas para el que quiera profundizar aún más: no se arrepentirá porque hay «tajo pa’ rato» [dirían en mi Macondo natal].
Hecho este inciso, vayamos al par de fragmentos radiales que son el motivo para esta reseña: LA RADIO EN LA LITERATURA, espero les guste y les haga reflexionar aunque ahora, como entonces, los «guardianes de la fe» nos la estén desmontando para que no nos intoxiquen; además, si nadie lo remedia, hasta nos dirán lo que tenemos que oír y creer: ¡Qué pena!
«La historia no suele pillarnos «históricamente preparados»; la mayoría de las veces, cuando nos enteramos -en los últimos tiempos, por la radio– de que algo ha terminado de forma irreversible en el mundo, estamos en pijama o afeitándonos. Encendí el cigarrillo, exhalé el humo y permanecí en silencio» [15]
«Por la mañana, al despertar, la prensa me anunciaba con grandes titulares la renuncia de Schuschnigg y «la suspensión del referéndum». La radio de Viena callaba y las emisoras locales y extranjeras se aclaraban la garganta y carraspeaban, preocupadas y desconcertadas. Más tarde, la radio vienesa empezó a transmitir música. Fue el primer sonido que nos informaba de que algo estaba sucediendo más allá del río Leita [era la frontera entre Austria y Hungría en los tiempos del imperio]. Esta historia musicalizada que, con el acompañamiento de alegres canciones de Schubert y traqueteantes marchas militares, daba a conocer a través de las ondas del éter que un país dejaba de ser un concepto histórico, que una ciudad había quedado destruida, que la amenaza de una masacre colectiva se cernía sobre millones de personas, se iba a generalizar durante los diez años siguientes hasta convertirse en moda. Seguramente, cuando cayó Cartago o cuando Aníbal marchó sobre Roma, no sonaba música en estas ciudades. Pero en Viena sí. Ese día, la radio escupía rimbombante música militar alemana y así, al son de marchas estridentes y alentadoras, la historia pregonaba que Adolf Hitler había irrumpido en la capital de los Habsburgo» [19/20]
Y hasta aquí lo que podemos traer de esta excelente obra que, en cierta medida, a pesar de ser anterior a los hechos que estamos viviendo en el oasis, es clarificador. Muchos piensan que los medios son suyos y les importa muy poco encrespar los ánimos e incluso hacer propaganda perniciosa pretendiendo realizar programas “imparciales” y de calidad. Por eso, ante la desfachatez, la mejor radio o televisión es la que no está encendida.
Extraordinario documento que puede acercarnos a muchos mundos, aunque el que en estos momentos más me preocupa sea el del independentismo, crecido, jaleado y ensimismado en su propia estolidez. ¡Como si el día a día del común de los mortales no fuera suficiente para pensar que el mundo es un horror…!
Por eso quizá duele más cuando mete el dedo en la llaga de la Europa ensimismada y adormecida que, se cargó de culpas y no supo supurar heridas. Cada nueva generación se cree el cuento de “la reina del mambo”. O sea, egocentrismo, egolatrismo o yoísmo por doquier que nos han dejado desarmados y en manos de los cuatro populistas del momento que, lejos de arreglarlo, nos ponen a los pies de los caballos y haciendo más difícil el reto de vivir [sólo nos faltaba la OMS].
En fin: somos mayorcitos como para ver que una serie de personajes, pasado el listón de la estolidez, simple y llanamente, piensan que pueden emitir toda clase de improperios que, en determinados momentos, pueden desencadenar una oleada de “barbarismo”. Tenemos claros ejemplos de violencia provocados por los medios. ¿Hasta cuándo?
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