Fotograma de la película 'Lou Andreas-Salomé, The Audacity to be Free' (2016)

Los filósofos, las mujeres y el amor: Friedrich Nietzsche y Lou Von Salomé (3/3)

III. NIETZSCHE, LOU Y ELISABETH

Pero Lou no fue la única mujer que conmovió la vida y personalidad de Nietzsche: su vida sentimental e intelectual quedaría incompleta, mutilada, si no recordamos la constante y omnipresente influencia en su ánimo y en su biografía de Elisabeth, su hermana, a la que ya nos hemos referido en los epígrafes anteriores (1). Elisabeth deificó a su hermano literalmente. Desde niña se dejó adoctrinar y tiranizar por él voluntariamente. La intimidad entre los dos hermanos se prolongó hasta más allá de la infancia. Siendo estudiante, Nietzsche seguía confiando a su querida hermana, sus más íntimos pensamientos. Lo que Nietzsche decía y escribía tenía para ella valor de palabra revelada; ya entonces, con apenas diecinueve años, hacía suya con unción cada página que salía de sus manos.

Por aquellas fechas en que la falta de fe de su hermano la llenaba de desasosiego (2), Elisabeth no podía sustraerse a la capacidad de persuasión y a la elocuencia de su hermano, como tampoco podía comprenderlo existencialmente en su compleja trama de vectores espirituales ––durante toda su vida siguió siendo la típica hija de pastor luterano— y se vencía instintivamente del lado de la madre frente a él, aunque trataba con habilidad y astucia de evitar los choques que por ese motivo se producían entre madre e hijo, tratando de reconciliarlos en la medida de lo posible.

A su vez Elisabeth, fue para Nietzsche más que una hermana, fue “su compañera, amiga, confidente, carcelera, verdugo, enfermera y, probablemente, amante” (3). En modo alguno, dice Fernando Savater, puede reducirse el papel jugado por Elisabeth en la vida de su hermano al de falsificadora torpe e interesada de sus papeles póstumos. Su labor de conservación y ordenación de sus papeles póstumos, realizada, es verdad, de modo inescrupuloso, incompleto y ideológicamente interesado, tuvo también aspectos valiosos por el volumen y la importancia de los mismos. Pero “lo importante y terrible de la intervención de Elisabeth hay que buscarlo en vida de su hermano, no tras su muerte. ¿Quién puede sondear suficientemente la feroz y absorbente pasión de la hermana por su hermano, en la que se mezclaron el orgullo, la ternura, el deseo, los celos y la compasión? ¿Quién puede comprender del todo la fascinación que Nietzsche sintió por Elisabeth, su aterrada atracción por esa Antígona a la que odiaba con desesperada dulzura, que fue para él la Mujer eterna, la insoslayable realidad de lo femenino? Sería, concluye, completamente ingenuo resolver que Elisabeth, fue sencillamente una desdicha en la vida de Nietzsche; que sin ella, él se habría casado, hubiera llevado una vida sexual normal (¿qué puede significar esto?), no habría caído en la locura y hubiese logrado completar y ordenar su obra personalmente. No: Nietzsche fue Nietzsche, en buena medida por su hermana, ella le ayudó a ver, le provocó a pensar” (4).

Fue surgiendo así ya desde este momento algo que vendría a mantenerse largo tiempo: un constante y tácito entendimiento entre ambos hermanos… Desde un principio fue el eco que aquel solitario encontró siempre dispuesto, la discípula fiel, el ser volcado a ayudarle prácticamente en todas sus dificultades externas. La mujer, en fin, en cuya capacidad de comprensión de su propio ser, siempre fió y que siempre estaba ahí dispuesta para él. Tanto más dura vendría a ser, pues, la decepción que un día sufriría con ella. Pero tanto amor tenía como contrapartida una actitud sobreprotectora, obsesiva y celosa para con el hermano bienamado.

Esta relación con su hermana tuvo, sin duda, una gran influencia en la vida de Nietzsche; en su vida y, desde luego, sobre su personalidad y sobre las interpretaciones posteriores de su obra. Thomas Mann llega a afirmar, por ello, que Nietzsche estuvo durante toda su vida “prisionero de un amor casi incestuoso por Elisabeth que está presente en la mayoría de los acontecimientos de su vida (5).

Para comprender mejor esta relación de Nietzsche con su hermana hay que tener en cuenta el escasísimo sentido práctico del filósofo para la vida, lo que le hizo depender crecientemente de ella en casi todos los asuntos de la vida cotidiana. Según Curt Paul Janz (6) la imagen que Nietzsche se hizo de la mujer pasó a ser una réplica, en sus rasgos esenciales, y tanto en lo bueno como en lo malo, de la imagen que se hizo de su hermana. Incluso físicamente se le representaba como el tipo ideal: era pequeña, dulce, bien hecha, con manos y pies de notable belleza, su piel tenía un tono rosáceo y el rostro era original, a la vez que no exento de hermosura. Acostumbraba a tapar su frente, demasiado grande, quizá, y angulosa, con algunos rizos artificiales. No carecía de gracia, y hasta bien entrada en años dispuso de esa coquetería innata tan propia, precisamente, y en no pocas ocasiones, de mujeres poco sensuales, y que no deja de causar impresión en la mayoría de los hombres cuando va unida, en mujeres pequeñas, a una aparente dulzura e inexperiencia.

A ojos de su hermano, Elisabeth (Lisbeth, como era llamada en casa) era lo más apropiado para su indomeñable impulso pedagógico, plegándose gustosamente al mismo. Los hermanos tenían en común un sentido de la independencia extraordinariamente desarrollado. En sus años infantiles Nietzsche — inspirándose en el “libro de la Naturaleza” de Fr. Schoedler— le aplicó el mote de “la llama”: “La llama es un animal singular; voluntariamente lleva las cargas más pesadas, pero cuando se ve obligada a ello o es tratada mal, se niega a tomar alimentos y se tumba en el polvo para morir”, según rezaba dicho libro (7).

Los celos de Elisabeth por la amistad entre Frick y Lou —una mujer más joven e inteligente que ella— habían nacido hacía tiempo y desembocaron en una especie de rabia maligna. Desde un principio vio en Lou a una rival. Se conocieron en Bayreuth, en el verano de 1882, con ocasión de la presentación de Parsifal de Wagner. Lou había sido introducida por Malwida von Maysebung en los círculos íntimos del genial músico. Sería difícil imaginar dos mujeres más distintas: procedían de mundos diferentes y vivían conforme a ideologías diametralmente opuestas. Elisabeth contaba entonces treinta y seis años, Lou veintiuno; autocrática y burguesa la una, audaz y ausente de convencionalismos, la otra. Las circunstancias de su encuentro, en plena exaltación de la figura de Wagner, a quien Nietzsche empezaba a aborrecer y a considerar como enemigo, hicieron que sus relaciones fueran tirantes desde el principio. El choque era inevitable, su aversión instintiva.

Las hostilidades entre ambas se abrieron sin tapujos en Jena, pocos días después de su estancia en Bayreuth, donde acordaron reunirse en casa de una amiga de Lou, para, desde allí, marchar juntas a Tautenburg. Elisabeth le reprendió, “como hermana mayor”, por su amistad demostrada en esos días de Bayreuth con los enemigos de su hermano, los wagnerianos, reprobando además su proyecto de vivir con dos hombres, Rée y Nietzsche, en la misma casa. La respuesta de la joven rusa fue contundente: ni estaba enamorada de Nietzsche (“podría dormir con él en una misma cama sin tener un mal pensamiento”) (8) ni ella era de quien había partido propuesta alguna de concubinato, envileciendo su proyecto de vida en común, sino de su hermano. Elisabeth se puso histérica y tuvo un vómito; Lou consternada se arrepentía de haber aceptado la invitación de los hermanos Nietzsche… Al día siguiente hicieron las paces, en apariencia, y partieron hacia Tautenburg. Las semanas que pasaron juntas, acompañando a Nietzsche en Tautenburg, acentuaron aún más la inquina de Elisabeth por la “tarasca rusa” como llamaba a la joven, cuyo comportamiento –sobre todo el que Lou se quedara en la habitación de Nietzsche hasta altas horas de la noche- le parecía indecente, indecoroso y desvergonzado. Pronto ninguno de los dos, ni Nietzsche ni Lou, fue capaz de hacer frente a sus intrigas, chismorreos y, sobre todo, calumnias contra Lou.

La actriz francesa Dominique Sanda como Lou Andreas Salomé, el actor británico Robert Powell como Paul Rée y el actor sueco Erland Josephson como Friedrich Nietzsche en la película ‘Más allá del bien y el mal’, de 1977.

Cuando ésta se marchó de Tautenburg, a fines de agosto, se desencadenó un conflicto entre los dos hermanos que provocaría la ruptura de Nietzsche con su hermana y con su madre. Éste intentó hacer oídos sordos a las habladurías de su hermana, pero no lo consiguió por completo. Y así, en septiembre, en la última reunión que tuvo con Paul Rée y Lou, surgieron también desavenencias con ésta cuando Nietzsche le contó cosas desfavorables sobre Rée. La ruina de la amistad de Nietzsche con Lou y con Paul Rée se consumó en otoño. Tras la ruptura con Lou y Paul Rée, Nietzsche se resistió durante algún tiempo a los intentos de reconciliación con su hermana, y al final ésta se produjo, al menos aparentemente, pero Elisabeth ya no volvería a gozar nunca de la entera confianza de Nietzsche. A lo largo del fatídico 1833, los conflictos con su hermana y su madre se hicieron interminables y los intentos de reconciliación acarreaban nuevas tensiones. Elisabeth llegó a convertirse en enemiga mortal de Lou, en palabras de su hermano. Elisabeth escribió sobre “las terribles escenas de mamá con Fritz” acerca de Lou, siendo las relaciones entre él y Lou de tal naturaleza que “la pobre mamá sólo veía tres posibilidades: ¡casarse con ella, suicidarse o volverse loco!” (9).

Casi el mismo día, 10 de febrero de 1883, en que Elisabeth escribía estas palabras, Nietzsche le escribía a un amigo que había tenido que soportar recuerdos atormentadores, horribles: “Así, por ejemplo, ni una sola hora me ha abandonado”, decía, “el recuerdo de que mi madre me calificase de desgracia para la tumba de mi padre. Callaré otros ejemplos, pero una fuente de pensamientos relativamente placenteros la constituye para mí el tambor de una pistola” (10). Un año después más o menos, de nuevo reconciliado con su madre, le escribió a ésta quejándose de que su hermana se hubiera entrometido en sus más sagradas emociones y le hubiera perseguido y atormentado, por sexta vez, especificaba, en dos años y le hizo cada vez más difícil soportar a su conservadora madre y a su celosa y posesiva hermana, las cuales consideraban pernicioso su vínculo con Lou. Por esas fechas confesaba a Overbeck: “No me gusta mi madre, y cada vez que oigo la voz de mi hermana me chirrían los oídos; siempre que he estado con ellas he caído enfermo”. Al año siguiente escribía al mismo amigo: “Tengo que quitarme de encima de una vez por todas el asunto de mi familia; durante dos años he intentado una y otra vez arreglarlo y serenar los ánimos, pero todo ha sido en vano” (11).

Fotograma de la pelicula Lou Andreas-Salomé, The Audacity to be Free (2016)

Durante gran parte del verano de 1883 su madre y su hermana le acosaron para que volviera a la universidad de Leipzig. Nietzsche lo intentó, pero con resultados negativos. A estas contrariedades se sumó un acontecimiento todavía más desagradable y que causó un profundo disgusto y enfado en su ánimo: el compromiso matrimonial de su hermana Elisabeth con Bernard Förster, un fanático wagneriano berlinés que predicaba el germanismo y el antisemitismo y que había tenido que dimitir de su cargo por sus actividades de agitación política. Elisabeth comenzó a ofender a su hermano dirigiéndole cartas cargadas de antisemitismo. La indignación de Nietzsche crecía por momentos, sobre todo desde que tuvo conocimiento de que Förster había participado de manera ostensible en las intrigas de su hermana contra Lou Salomé. Durante largo tiempo su hermana logró convencer al mundo de que el resentimiento de su hermano se aplacó pronto, ya que nueve meses después de la boda, celebrada en mayo de 1885, Bernard y Elisabeth Förster emigraban a Paraguay, país en el que Förster creía haber encontrado la misión de “colonizador” alemán, fundando una comunidad aria.

Elisabeth cuidó a su hermano en sus últimos días (1899).

Sin embargo, se ha demostrado que la hermana falseó casi todas las manifestaciones epistolares de Nietzsche sobre este asunto. Nietzsche encaraba la cuestión desde una perspectiva independiente y crítica. En sus obras predominan las observaciones de respeto hacia los judíos. Y por más que haya elementos de su filosofía que puedan interpretarse como antecedentes del nazismo, por el influjo que en éste desempeñaron, Nietzsche fue todo lo que se quiera, menos antisemita. El matrimonio de su hermana con un hombre como Förster le hirió en lo más hondo. A este respecto no olvidemos la frase de su última carta a Burckhardt, escrita durante su desmoronamiento: “Todos los antisemitas deberían ser suprimidos” (12).

Tras su derrumbamiento final, que ocurrió el 3 de enero de 1899, en la Piazza Carlo Alberto de Turín, Nietzsche ya no se repuso y su demencia se prolongó durante más de una década. Tras la muerte de su madre, acaecida en 1897, su hermana Elisabeth, que entretanto había enviudado en Paraguay, se encargó de su cuidado. Elisabeth Förster-Nietzsche se había instalado en Weimar. En su casa, al mismo tiempo que cuidaba a su hermano, reunía sus libros, manuscritos y notas, elaborando, con una amalgama de textos adulterados y censurados: La voluntad de poder. Los nazis vieron pronto claro el “partido” que podrían sacar para su propaganda de ese Nietzsche adulterado, se conchaban con la hermana, que se codeó con todos los gerifaltes hitlerianos e incluso llegó a entrevistarse con el Führer (existe una foto que lo certifica) en 1933.

Hitler y Elisabeth Förster-Nietzsche (Weimar,1933).

Muy pronto Lisbeth, incluso en vida de su hermano, comenzó la comedia y la falsificación de los textos del filósofo, que sería el origen de la leyenda del Nietzsche proto-nazi. Él nunca llegó a saberlo. Su hermana, durante largo tiempo, contó al mundo una historia radicalmente distinta. (Sólo tras la muerte de Elisabeth en 1935, empezó a conocerse el verdadero alcance de sus intrigas y tergiversaciones).

Estos episodios amorosos nos revelan la actitud y el talante del filósofo en sus relaciones reales con las mujeres de carne y hueso. La conclusión más inmediata a la que podemos llegar es que, como alguien ha escrito con humor, Nietzsche era tan experimentado en mujeres como en ornitorrincos. Miope, solitario, taciturno, retraído, cortés y piadoso son rasgos de su personalidad infantil que caracterizan también al Nietzsche adulto. Lo cierto es que su relación con las mujeres le produjo sufrimientos e incomprensiones dolorosas.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) Cf. Curt Carl Janz, Friedrich Nietzsche. I. Infancia y juventud, op. cit.,pp. 129-133.

2) Nos referimos a la Pascua de 1865, en que el joven Nietzsche tras sus lecturas de la “Vida de Jesús” de David Friedrich Strauss, dio a conocer del modo más crudo ante su madre y hermana, su pérdida de fe cristiana y su decisión de dejar a un lado los estudios de teología y las prácticas religiosas a las que eran habituales.

3) Fernando Savater, Conocer Nietzsche y su obra, op. cit., p. 17.

4) Ibíd, p. 18.

5) Thomas Mann, Schopenhauer, Nietzsche, Freud”, edit. Plaza y Janés, Barcelona, 1984, p. 115. Sobre la relación de Nietzsche con su hermana hablan la mayoría de sus biógrafos, Janz, Frenzel etc. Existe también un apócrifo Mi hermana y yo, (My sister and I, traducción al inglés de Oscar Levy, New York, 1951).

6) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche I. Infancia y juventud, op. cit., p. 131.

7) Ibid.,p. 132

8) H. F. Peters, Mi hermana, mi esposa, op. cit., p. 115.

9) Ben-Ami Scharfstein, op. cit., p. 311.

10) Ivo Frenzel, Nietzsche, op. cit. pp. 146-147

11) Ibid.

12) Ibid., p. 159.

TOMÁS MORENO FERNÁNDEZ

(Del libro inédito del autor de este ensayo, Los filósofos, las mujeres y el amor)

Tomás Moreno Fernández

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