Al terminar Todos los sueños del mundo, nuestra anterior puesta en escena con dramaturgia propia, quedaba en el corazón el deseo de seguir avanzando en el amor por hacer teatro y el agradecimiento por habernos prestado tantas historias y personajes desde la concepción pessoana de heteronimia. Tras una larga búsqueda y algunos pequeños duelos en los descartes, llegó hasta nosotros Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Un texto dramático en cierto modo inesperado para un director como yo y para un grupo como TrastévereTeatro. Con esta obra ha ido surgiendo un amor que ha crecido poco a poco, especialmente en la medida en que íbamos ensayando y encontrándonos, desde nuestra lectura actual, con lo inesperado que en todo texto se encierra.

Tras varias tardes de entrenamiento actoral y encuentros y desencuentros con ideas de esta obra, con personajes, con obras musicales como El sueño de una noche de verano de Mendelssohn, iba emergiendo del trabajo y de los ensayos una convicción dramática cada vez más nítida: la potencia del no-poder de los artesanos/comediantes iba a ser el eje sobre el cual acontecería todo lo demás. La rigidez y la repetición, el orden y la estabilidad, por un lado, son las marcas del mundo de Hipólita y Teseo; lo caótico e informe, lo onírico y la intuición, las señales del mundo de las hadas, Puck, Titania, etcétera. Pilares necesarios de la vida, lugares ostensibles de la existencia.

Con todo, el milagro del teatro, la metateatralidad de los actores que están preparando La muy lamentable comedia y cruel muerte de Píramo y Tisbe, con Bottom a la cabeza, iban ocupando más espacio en nuestras decisiones para la puesta en escena. Estos personajes encarnan una realidad que, sin olvidarnos de las seguramente lamentables situaciones en el orden de la materia, llegan a conmover al público al interior de la obra y al que asiste como receptor de este espectáculo. La existencia sencilla y próxima, la imposibilidad absoluta de cualquier atisbo de perfeccionismo, así como la gratitud y la alegría como elementos de una ética práctica siempre vinculada con el amor a la vida, hacen de los comediantes no solo la expresión de una síntesis que expresa la dicotomía dialéctica de los poderosos -la realidad- y las hadas del bosque -la fantasía-, sino algo mucho más sutil y conmovedor. Esto es, la posibilidad de que la vida crezca ahí donde la creatividad y el arte, el teatro y la poesía, la risa y la magia puedan construir una casa de lo común y nómada. Lugares donde crezca la celebración y donde el amor sea la fuerza y la resistencia contra la nada y su vacío.

Todo esto tuvo su primera puesta en escena el pasado día 26 de febrero en el Teatro Isabel La Católica en Granada. Allí tuvo lugar lo que el teórico del teatro Jorge Dubatti ha definido como el convivio teatral, un acontecimiento en donde actores y actrices y espectadores quedan entrelazados en un vínculo no siempre fácil de explicar. Ahí tuvo lugar lo efímero y lo que nunca se podrá repetir, pues es eso lo ontológico del teatro. Tuvimos la suerte de que esta celebración de lo humano se diera con el espacio teatral lleno. Nuestro corazón también está lleno de agradecimiento a todos los que nos acompañasteis. Nuestros ensayos de ayer adquieren ahora mucho más sentido en esta energía compartida. Mientras escuchábamos los aplausos sabíamos que estábamos ante una realidad irrepetible, pero que el encuentro que estaba aconteciendo quedaría grabado en nuestros corazones para siempre. Ahora toca seguir llevando a otros escenarios este sueño que es una forma más de resistencia frente a todo lo que mata, tacha, invisibiliza los sueños.

Antonio J. Caballero,
director artístico de TrastévereTeatro





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