Dejamos el pasillo y entramos en una de las principales salas del Museo, y allí fue donde el silencio de las vitrinas se llenó de sonidos, de cantos de aves, de aleteos de alas, de rumor de hojas y hasta de aullidos de fieras.
Nada más pasar vi el fondo del mar delante de mí, no de un mar sino de muchos mares y océanos. Caracolas, corales, conchas, estrellas de mar…, del Índico, del Pacífico, de las costas de Filipinas, de Java…., toda una sinfonía de formas, tonalidades, tamaños, ecos me iban envolviendo, me traían olores marinos, fuertes vientos que provocaban naufragios, barcos zarandeados por temibles oleajes, marinos y capitanes que tras duras travesías alcanzaban las costas y podían entregar sus preciados tesoros que llenarían las vitrinas de museos en una época en que el mejor libro de texto era el despliegue de la misma naturaleza ante los ojos de alumnos asombrados que veían a su alcance la vida que bullía tan lejos de ellos.

Era también la época en que las novelas de Emilio Salgari y Julio Verne despertaban la imaginación de niños y jóvenes.
Más de un alumno de entonces, entre los que se encontraba mi padre, mientras los profesores les iban mostrando y explicando lo que había en la sala no solo los fondos marinos sino también las aves y animales disecados, mezclarían esas explicaciones con el último libro de aventuras leído que bien podía ser “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Verne o “El rey del mar” , “Los misterios de la jungla negra” o “Los piratas de Malasia” de Emilio Salgari.

Pongo atención y llega a mí el bullicio de los pájaros que se mezclan con el rumor de las olas, son pájaros de alegres o sobrios plumajes, exóticos pero también cercanos, pequeños y otros más voluminosos, alguna escondida oca me mira con cierta incredulidad y apartado de todos con un cierto aire aristocrático un elegante flamenco posa ante los visitantes.

Continuo mi deambular por esta fascinante naturaleza que el Museo me muestra y me alejo del mar y de las aves, errática llego a un claro de la selva y sale a mi encuentro un magnífico ejemplar de tigre, me mira desafiante, hermoso, su quietismo seduce, es un ejemplar joven, de tamaño mediano. Es el felino más grande del mundo y solo se encuentra en el continente asiático. ¿Cómo sería su captura y travesía hasta llegar a nuestro museo?, solo Emilio Salgari podría fabular esa aventura e incluso continuar con ella el ciclo Piratas de Malasia, cuya primera obra se titula precisamente “Los tigres de Mompracem” poniéndole este apelativo “tigre” a Sandokan y a sus cachorros nombre con el que el principe malayo llamaba a sus valientes hombres.
Pero el tigre que yo tengo ante mí no es Sandokan ni ninguno de sus cachorros sino el tigre de Ayala. Francisco Ayala notable escritor y alumno del Padre Suárez fascinado de niño por este ejemplar y seguro que también por la lectura de Salgari, cuando volvió al Instituto casi centenario al llegar a la escalinata principal preguntó : “¿Dónde está el tigre?”, era uno de sus recuerdos más vívidos de su paso por el Centro, así lo narra su viuda Carolyn Richmond en un texto pegado a la urna desde la que nos vigila y amedentra el tigre disecado.

Al lado del tigre hay otro animal digno compañero del felino en esta peculiar naturaleza por la que paseo, es un soberbio oso pardo de Asturias (comprado por Rafael García Álvarez en el curso 1864- 65) que pasa desapercibido ante la fama de su vecino el tigre, pero cuyas fauces abiertas quieren marcar también su territorio, están juntos aunque cada uno mira a un lado distinto como indicando que no tienen nada que ver el uno con el otro, es lo que ocurre en la naturaleza, fuera de sus urnas , sus respectivos entornos están totalmente alejados.
Escapo del hechizo de estos animales y miro a mi izquierda, allí en alto y protegida por una vitrina un orangután hembra vigila a estas fieras mientras abraza protectoramente a su cría que intenta ver lo que su madre quiere ocultarle.
Pero estos animales no están solos, están rodeados de cabras monteses, zorros, buitres, tejones, linces, jinetas disecados todos ellos según la técnica del siglo XIX.
En este momento Adelaida Adarve, profesora de Biología y Geología y también responsable del Museo, nos muestra y explica la maquinaria de un imponente reloj de cuerda que todavía funciona, de nuevo recuerdo a mi padre gran aficionado a los relojes de cuerda y a uno en particular al que metódicamente le daba cuerda con gestos casi rituales.

Salimos de esta sala y Adelaida nos lleva a la sala de Osteología, Anatomía comparada y Paleontogía dedicada a Dña. Asunción Linares, ex alumna del Instituto, una de las primeras doctoras en Ciencias y primera catedrática de Paleontología de España. En esta Sala de fósiles y huesos, cuelga en la entrada un retrato de Dña. Asunción Linares pintado por Rafael Vega con el que rinde homenaje a la que fue su profesora, retrato cuyos trazos reflejan el cariño, admiración y respeto que el pintor sentía hacia ella.

En la misma estancia también hay otra lámina de Rafael Vega, es una lámina en la que dibuja con indudable destreza al Australopithecus, el hombre mono del África Austral , sus características, cráneo, yacimietos fósiles…. , podría decirse que su porte erguido no difiere mucho del porte del hombre actual como contrasta Rafael Vega en unas siluetas de sombras.
Su cráneo ya es intermedio entre gorila y hombre, ¿cómo seguiremos evolucionando? Ahora las voces del edificio me proyectan hacia el futuro.

Pero será de nuevo Adelaida Adarve la que me vuelva al pasado, salimos de la Sala de Asunción Linares al pasillo, enfrente de esta se encuentra otra curiosísima Sala y me atrevería a decir que única.
Es la Sala dedicada a los modelos clásticos del médico francés Louis Thomas Jérome Auzoux (1797-1880) , que fue inaugurada en junio de 2018 con motivo del centenario del centro en su actual ubicación.
Modelos clásticos son aquellos que pueden dividirse en piezas desmontables para su estudio. Hechos en papel maché muestran con mucho rigor la anatomía interna de los órganos humanos y la de organismos animales y vegetales, según nos fue explicando Adelaida Adarve.
Su modelo humano completo (66 piezas extraibles) fue aprobado por la Academia de Medicina de París en 1825, empezó a comercializarse a nivel nacional e internacional, y fue solicitado por instituciones educativas de todo el mundo.
El Museo del Padre Suárez conserva 41 modelos adquiridos por D. Rafael García y Álvarez, catedrático de Historia Natural del Instituto.
Esta nueva Sala tiene un mobiliario histórico de comienzos del siglo XX y su iluminación está adaptada para minimizar la alteración cromática de los elementos expuestos.
Quizás estos modelos anatómicos verdaderamente ingeniosos y educativos tuvieran algo que ver en la vocación médica de mi padre y en su afición por los aparatos desmontables.
De lo que no hay duda es de que esta enseñanza tan visual y práctica que se ofrecía a través de los miles de objetos expuestos en estas salas despertarían más de una vocación por las ciencias, porque el museo no acaba aquí hay mucho más, salas dedicadas a colecciones de las Cátedras de Agricultura, Matemáticas, Geografía, a los instrumentos de Física, Química…., un mundo subterráneo en el que la diosa Atenea derramó abundantemente sus dones.
¿Cómo será el futuro del Museo? ¿continuarán oyéndose voces, palabras, o solo habrá silencio?, Confiemos en que el silencio se siga llenando de voces y de palabras.
Gracias Rafael, gracias Adelaida, gracias Emilio, por haberme dado la ocasión de visitar este emblemático Museo y este Instituto tan ligados a mi abuelo y a mi padre y que de alguna manera me han acompañado en esta visita.
Gracias por seguir cuidándolo, enseñándolo con visitas guiadas de estudiantes y adultos y divulgándolo con vuestras colaboraciones periodísticas.
Y por supuesto gracias también a los dos últimos directores del Museo, Luis Castellón Serrano y José Luis Rodriguez-Campra, cuya dedicación y entrega al Museo son conocidas por todos.

El indudable valor histórico y científico de este Museo le hace acreedor de unirse a la riqueza patrimonial de Granada y como tal ser conocido por todos los que visitan la ciudad para lo que necesitaría más ayuda de las distintas administraciones y una mayor proyección más allá del ámbito docente y académico.
Ver capítulo anterior:
«Voces de ayer, palabras de hoy, silencios de siempre» (1/2)
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