Italo Calvino

José Luis Abraham López: «Marcovaldo: humor y melancolía en la vida moderna»

Estos relatos combinan la observación de lo cotidiano con elementos fantásticos, ofreciendo una crítica social en la que situaciones aparentemente simples revelan reflexiones profundas sobre la condición humana, la alienación y la modernidad.

Confieso sin rubor mi ignorancia sobre obras que todo lector debe conocer. Sin embargo, reconozco mi facilidad para emocionarme con relatos y enfoques que abren puertas en dos direcciones: hacia un mundo exterior y otro interior. Eso es lo que me ha sucedido con Marcovaldo, una veintena de relatos que su autor, Italo Calvino, publicó a finales de 1963 y que ahora leo bajo el sello editorial de Siruela en su edición de julio de 2023.

Su título, Marcovaldo, o sea Las estaciones en la ciudad, revela sus historias y su estilo. Por un lado, se establece la relación del protagonista con la ciudad y el paso del tiempo. En cuanto al estilo, la estructura del título refleja la actitud que adopta Calvino al contar las historias. ¿Qué escritor inserta una rectificación en el título? Ninguno, salvo que esta pista sea decisiva para comprender su estilo. La arquitectura del conjunto se cimenta en una historia por estación del año, rotando cinco veces, como si en realidad se tratara de cinco años.

Las únicas descripciones físicas de los protagonistas nos dicen que Marcovaldo es alto y delgado, mientras que su mujer, Domitila, es baja y redonda. Para conformar el carácter del actante principal, el autor se inspiró en un «almacenista de la editorial donde trabajaba». Aunque algunas de sus narraciones contienen elementos fantásticos, varias están inspiradas en sucesos verídicos.

Al buscar puntos en común en las historias, encontramos tres ejes cruciales: Marcovaldo observa atentamente el cambio de las estaciones en la gran ciudad innominada, presta atención a los fenómenos climáticos y a las pequeñas manifestaciones de la vida animal y vegetal, y anhela regresar a un entorno más natural, pero se enfrenta inevitablemente a la decepción.

Entre el realismo, la poesía y su plasticidad, la comicidad, el ingenio y la subjetividad que aporta un narrador omnisciente, la interioridad del personaje y el paisaje conforman un todo unitario, en el que sobresale la fábula, repleta de enseñanzas que, siempre apegadas a la vida moderna, podemos extraer de cada uno de los relatos.

A pesar de la aparente simplicidad infantil de las tramas, el estilo de los relatos combina un tono poético y delicado –que prevalece especialmente en la descripción de la naturaleza– con un contrapunto irónico y prosaico que aborda la vida urbana moderna y sus miserias cotidianas. Se podría afirmar que el núcleo del libro reside precisamente en este contraste estilístico, presente incluso en las historias más breves y sencillas, a menudo concentrado en la primera oración que introduce el tema relacionado con la estación del año.

El libro está impregnado de una sutil melancolía que lo atraviesa de principio a fin. Para el autor, el formato de historias cómicas es solo un punto de partida para dar rienda suelta a una vena lírica amarga y dolorosa porque si bien Marcovaldo encuentra obstáculos constantemente, nunca cae en el pesimismo; siempre está dispuesto a encontrar, en medio de un entorno hostil, un rincón del mundo adaptado a su medida.

El bullicio y el estrés visual de la ciudad no logran captar la atención de Marcovaldo, quien se mantiene atento a los detalles y transformaciones –imperceptibles para los demás– que ocurren a su alrededor, como por ejemplo, las setas que crecen en el mismo centro de la vorágine de la inmensa ciudad. A pesar de ser padre de seis hijos, a Marcovaldo no se le agota la imaginación ni su extraordinaria capacidad de fascinación por todo lo aparentemente insignificante, lo cual colma su corazón de grandeza y felicidad.

La verdadera moraleja radica en el encanto que irradia el protagonista en una vida mecanizada y descuidada en lo material (todos los días toma el tranvía para llegar a la empresa Sbav, donde trabaja como mozo). Italo Calvino nos plantea la desautomatización de nuestra rutina y la capacidad de asombro y crítica porque, a pesar de estar ante historias “ingenuas”, subyace un severo enjuiciamiento sobre la ciudad, un organismo infatigable que respira ruidosamente durante todo el día.

El hechizo se rompe con un golpe de realidad: las setas que consume son tóxicas, el sueño que persigue no es paradisíaco, y la campaña de aguinaldos a los empleados acaba convirtiéndose en un arma destructiva, entre otras desilusiones.

Cubierta de Marcovaldo, en Ediciones Siruela

La búsqueda de tranquilidad en medio del caos cotidiano, la confrontación entre el ideal de la naturaleza y la realidad urbana, así como la fragilidad de los sueños frente a las dificultades del entorno se aprecian en “Vacaciones en un banco del parque”. La aspiración de Marcovaldo a dormir alguna vez en un banco en medio de un apacible jardín se ve frustrada por cualquier detalle que lo distrae lo suficiente como para robarle el sueño; y cuando finalmente logra conciliar el cansancio con las perturbaciones externas, el sueño no es precisamente un idilio.

Otros relatos, como “La ciudad perdida en la nieve”, abordan la lucha absurda e inútil contra fuerzas externas y la alienación del trabajador en un entorno mecanizado. Italo Calvino proyecta en su estilo la sátira de las jerarquías y el poder en el contexto laboral. Tras una fuerte nevada, a Marcovaldo le toca despejar de nieve la entrada de su trabajo. Sin embargo, el manto helado que él retira cae justo en la parte que Segismundo también está limpiando. Lo peor es ver cómo su arduo trabajo resulta inútil cuando una máquina quitanieves vuelve a cubrir de nieve todo lo que habían despejado. La desbordante imaginación de Marcovaldo lo lleva a esculpir figuras en con el polvo invernal, incluida una reproducción del coche del señor Alboino, presidente del consejo de administración, hasta llegar a mimetizarse él mismo como un muñeco helado.

Los relatos aquí recopilados combinan la observación detallada de la vida cotidiana con toques de fantasía, revelando paralelamente una crítica social, donde situaciones aparentemente sencillas desnudan capas más profundas de reflexión sobre la condición humana, la alienación y los problemas de la modernidad.

José Luis Abraham López

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