Antes que nada, quiero presentarme ante toda esta maravillosa comunidad.
Mi nombre es Paula Martín Aneas, tengo 18 años y actualmente estudio una de las carreras más bonitas, gratificantes y emocionantes que existen: Educación Primaria, en la Universidad de Granada.
Nací un 3 de noviembre de 2006 en Motril (Granada), fruto del amor de dos personas a las que admiro día tras día, mis padres. Desde pequeña, siempre fui una niña tranquila. Mi madre solía decir que mientras otros corrían y se divertían en el parque, yo siempre llevaba un cuaderno y allí sentada, podía pasarme horas y horas dibujando… simplemente feliz, concentrada en mi propio mundo.

Pero quiero que viajemos juntos al año 2012. Un año que marcó un antes y un después en mi vida. Empecé Primaria, un camino que me cambiaría para siempre. Y además, ese mismo año, me convertí en hermana de un tierno y travieso corazón, mi hermano Álvaro. Una persona que me ha enseñado lo que significa amar sin condiciones todo un ejemplo a seguir.
Recuerdo como si fuera ayer ese primer día de clase: camiseta rosa de Hello Kitty, pantalones cortos de cuadros y unas zapatillas recién estrenadas. Me encantaba estrenar y sigue apasionándome. También recuerdo el nudo en la garganta, los nervios, la mirada inocente y esa ilusión tan pura. Nunca imaginé que ese día se convertiría en uno de los más importantes de mi vida.

Con el paso del tiempo descubrí que el aula no es solo un espacio con mesas y sillas. Es un lugar donde las personas comienzan a descubrirse, a crecer, a soñar, a fallar y levantarse. Un lugar en el que comienzas a construir conjuntamente tu autoconcepto. Y es triste saber que no todos los niños tienen el privilegio de vivirlo con tanto entusiasmo como lo viví yo. Afortunadamente, tuve grandes maestros: personas con vocación, que no solo enseñaban, sino que acompañaban, exigían, cuidaban y amaban. Gracias a ellos y a los nuevos que estoy conociendo soy quien soy. Ellos y mis padres son los que me proporcionan las herramientas necesarias para convertirme en una mujer fuerte, constante y comprometida.
Nunca me consideré una alumna “de 10”. Las matemáticas, por ejemplo, fueron siempre un reto que me llevó a días de llanto y sufrimiento. Pero como siempre digo, no todos brillamos en lo mismo, lo mío eran las letras, historia y artes plásticas eran mis asignaturas favoritas.
El dibujo es mi compañero inseparable. Me ha acompañado en los momentos más felices, pero también en los más duros. Cuando mi madre estuvo enferma, el arte fue mi refugio. Recuerdo que en las salas de espera, entre silencios y preocupaciones, dibujar era mi forma de no pensar. En los días en los que no podía verla, soñaba todas las noches con regalarle uno de mis dibujos y una dedicatoria.
De esos momentos difíciles aprendí una de las lecciones más grandes: las adversidades nos enseñan, nos transforman en alguien más fuerte y especial. Lo confirmé también durante la pandemia. No solo aprendimos a estar en casa y pasar tiempo con nuestros seres queridos (que también), sino a estar con nosotros mismos. Y en ese encierro, descubrí una nueva versión de mi.

Recuerdo a mi padre saliendo con mascarilla, guardando todas las precauciones posibles en busca de pinceles y pintura. Mi madre me preparó un lienzo olvidado de casa y…allí comenzó todo. Pinté mi primer cuadro y desde entonces la pintura y yo nos hicimos inseparables. Pasé aquel verano entero pintando en mi casa de campo. Incluso abrí una cuenta de Instagram para compartir mi arte, con la esperanza de que mis cuadros viajaran a lugares donde yo aún no podía ir, aunque poco a poco lo estoy consiguiendo. Hoy sé que mi arte ha llegado a rincones que nunca imaginé: Asia, América, Inglaterra, Suiza y por muchas partes de España como Madrid o Cataluña.
Con el tiempo, artistas nacionales e internacionales comenzaron a contactar conmigo y a reconocer mi arte. He tenido también el honor de participar en proyectos tan especiales como “Mujeres Estrellas” del CEIP Francisco Mejías de Motril, donde mi arte sirvió para acercar a los más pequeños a otras culturas y formas de ver el mundo.
A los 15 años, en una entrevista, dije una frase que aún hoy repito: “No tenía ni idea del arte y sigo sin tenerla”. Lo decía con humildad, porque creo que en la vida uno nunca termina de descubrir su potencial. Hay que ser valientes, arriesgarse, salir de la zona de confort y experimentar. Eso intento transmitir en mis obras, porque el arte es infinito y en cada pincelada descubro un nuevo color, forma, rasgo…

Por eso creo con el corazón que el arte debe tener un lugar especial en las aulas y aún más si se enfoca desde una mirada cultural y humana. No sé exactamente de dónde nace mi afición por retratar rostros de diferentes etnias, pero estoy convencida de que hay un mensaje profundo detrás de cada obra. Creo que, sin darnos cuenta, solemos vivir con una mirada egocéntrica, creyéndonos que lo que conocemos es lo mejor, que nuestra realidad es la única válida. Y nos olvidamos que ahí afuera aún queda un mundo entero por descubrir.
Un mundo lleno de valores distintos, de paisajes que parecen sacados de un sueño, de formas de vida completamente diferentes a la nuestra… un mundo en el que hay niños que no pueden permitirse ir a la escuela, que nunca han celebrado su cumpleaños, que nunca han recibido un regalo bajo el arbolito de Navidad y que aún así le sonríen a la vida.
Ese es el mensaje que quiero transmitir a mis futuros alumnos, a la sociedad del mañana: la importancia de ponerse, aunque sea por un momento, en la piel del otro. Aprender a valorar lo que tenemos, a apreciar los pequeños placeres de la vida: la familia, el amor, la educación, una charla con los amigos, un café por la mañana, el viento rozando tu cara, el olor a salitre…

Y también quiero enseñarles que yo misma aprendí que incluso en los momentos más oscuros, donde parece que no hay salida, siempre siempre florece algo bello. Porque las situaciones difíciles nos enseñan, nos transforman y nos empujan a ser una mejor versión de nosotros.
Hoy miro hacia atrás y me siento profundamente orgullosa del camino que estoy recorriendo. Nada ha sido fácil, pero todo ha valido la pena. Gracias a mi familia, mis profesores y amigos por ayudar a construir mi autoconcepto y a convertirme en quien realmente soy, porque llevo una pincelada de cada uno de vosotros.
Ojalá pronto pueda ser yo quien esté en el aula frente a los niños y ser esa maestra que deja huella, esa que escucha, que entiende, que guía y que inspira, esa que cree en sus alumnos incluso cuando ellos no lo hacen.
Y desde aquí, quiero dar gracias a Pedro Moral por confiar en mí, pero sobre todo, por ser uno de esos maestros que no se olvidan. Fuiste quien me enseñó que la constancia y el esfuerzo pueden abrir cualquier puerta. También agradecer a IDEAL en Clase por haberme dado la oportunidad de contarles mi bonita historia.
Gracias de corazón a todos.
Eternamente agradecida.
Cuenta de Instagram: paula_martin_aneas_art

Paula Martín Aneas,
Estudiante de Educación Primaria
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