Cap. 11. La Pedagogía Andariega en Décimas espinelas (2ª parte)
En la escuela de hoy en día
se aprende para olvidar,
para aprobar, para pasar…
¡Una absurda nadería!
¡Una pura mercancía
de conocimientos muertos,
de mentiras y de entuertos!
Triste y vergonzoso juego
que si no te dejan ciego,
al menos te dejan tuerto.
Hoy en día se habla mucho
de desafíos globales,
de jóvenes responsables
en tecnología duchos.
Yo me alarmo cuando escucho,
como remedio de males,
que hay que ser individuales,
competitivos, rapaces,
efervescentes, capaces
y ciudadanos virtuales.
Estamos por asegurar
que el sistema educativo,
por obsoleto e inactivo,
pronto se ha de aherrojar.
Aherrojar es arrojar
al desacato y olvido,
pues lo que ya está perdido
en el alma de la infancia,
por carecer de importancia
carece ya de sentido.

Nuevos principios se imponen.
Nuevos intereses brotan.
Nuevas leyes que te embotan
en fines que se suponen.
Son empeños que anteponen
intereses ideológicos,
mediáticos y maniáticos
sin apenas fundamento,
sin otro predicamento
que producir automáticos.
El saber no hay que esperarlo,
no nos viene a la mano;
resulta tan casquivano
que hay que salir a buscarlo.
A buscarlo y rebuscarlo
solo o en asamblea,
en la plaza, en la azotea,
o quizás esté escondido
en el taller más perdido
de la más remota aldea.
Aquel ingenuo que piensa
que se halla en los manuales
o en los torpes tutoriales
que lo digital dispensa
El que confía en la inmensa
sapiencia del profesor,
pronto hallará con horror
que lo que un maestro dice
de común se contradice
con lo que afirma otro autor.
La auténtica sabiduría
no se muestra, hay que indagarla,
sentirla y tararearla
como alegre melodía…
Y sin esperarlo un día,
como quien no quiere la cosa,
aparece luminosa
sin ruido y sin estridencia,
patria común de la ciencia
clarividente y hermosa.
Cantar cuando se camina
al ritmo de la pisada
es tonada bienhadada
que no resulta cansina.
Cantar amasando harina,
cantar mientras trabajamos,
mientras fregamos, bailamos…
Porque no hay un instrumento
más a mano y al momento
que la voz con la que hablamos.
El mejor educador
ha de ser buen artesano;
como persona, humano;
como peón, trabajador.
Y tratar con gran primor
el material que utiliza:
al desmañado, matiza;
al violento, pacifica,
al manso lo reivindica
y al rasposo lo suaviza.

Si se trata de aprender
la Química, por ejemplo,
con gran asombro contemplo
el arte de desaprender.
A fuer de no suspender:
“Calcio, Estroncio, Bario y Radio
Boro, Talio, Indio y Galio…”
se debe memorizar
y después desembuchar,
cual lo hiciera un papagayo.
¿No sería más prudente
acudir a un ceramista
y sin perderle de vista
escuchar lo que nos cuente?
No nos será indiferente
la química que maneja
y con qué arte despeja
a base de carbonatos
de óxidos y de nitratos
el color de cualquier teja.
Ahora toca Geografía
y nos toca repetir
hasta lograr digerir
parecida letanía.
Cual si fuera una porfía
No tiene nada de extraño
memorizar cual rebaño
los montes y cordilleras
de naciones extranjeras.
¡Y así un año y otro año!
Pero el alumnado ignora
el monte que ve enfrente,
porque su tardo docente
no lo ignora, lo reignora.
Y es así como aflora
la incompetencia supina
de esta enseñanza ladina
que relega lo cercano
al conocimiento arcano
de la ignota Conchinchina.
La Pedagogía Andariega supone un gran cambio en la educación: cierra escuelas e institutos y transforma el caminar en una herramienta que conecta a los alumnos con el mundo real. Más que una metodología, ofrece un cambio de paradigma que responde a las necesidades del siglo XXI.
No hablamos solo de movernos, sino de redescubrir el mundo en cada paso, tejiendo conocimientos al tiempo que exploramos el entorno. La Pedagogía Andariega, transforma la experiencia educativa. Los paisajes, tanto rural como urbano, se convierten en libro de sabiduría; la curiosidad, en brújula; el caminar en un acto colectivo de aprendizaje.
En un tiempo en que la educación se enfrenta a la desconexión y al agotamiento de sus formatos tradicionales, este enfoque despierta el asombro, fomenta la creatividad, y une lo humano con lo natural. Con este movimiento tratamos de redefinir la enseñanza desde sus raíces.
Seamos capaces de integrar ciencia, arte y conciencia en conexión con el vecindario y sus recursos: un puente hacia una pedagogía que inspira aprendizajes, comportamientos y compromisos.
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