Isidro con su burrita Molinera

El Libro Blanco de la Pedagogía Andariega (y XII)

12. La Pedagogía Andariega en Décimas Espinelas (3ª parte)

Ahora quiero aclarar
que memorizar no es malo
que antes bien es un regalo
que hay que saber apreciar.

Porque apreciar es amar,
amar lo que aquí se cita,
un sentir que resucita
ritmo, placer y armonía:
esa dulce melodía
de aquello que se recita:
“Que es mi barco mi tesoro
Que es mi dios la libertad
Mi ley, la fuerza y el viento.
Mi única patria, la mar….”

De matemáticas, ni hablamos.
Materia tan recurrente,
tan precisa y tan corriente
y que, sin embargo, odiamos.

Odiamos porque no damos
con la clave de su esencia.

Esencia que es pura ciencia
que además de entretenida
resulta muy divertida:
¡lo digo por experiencia!

Su aprendizaje lo hice
de manos de un albañil
quien con su cubo al cuadril
era más listo que un lince.

Como un sabio que predice
me enseñó a calcular,
a medir y a trazar.

Y así fue como aprendí
sin esfuerzo baladí
la tabla de multiplicar.

Se empeñan en las escuelas
en enseñar el solfeo…
mas yo de pena moqueo
cuando salgo a esas plazuelas:

¡Nadie canta en la rayuela,
ni en la comba o a echar suerte!
Los niños dejan inerte
la práctica musical
y no sería casual
que esté condenada a muerte.

Además de usar mi voz,
yo tengo por instrumento
la armónica que, al momento,
me sirve de tornavoz.

Tornavoz que es portavoz
de lo que es mi mensaje:
que no puede haber chantaje
entre escuela y afición
porque al final la canción
lo que cría es malaje.

Del lenguaje ¿qué decimos?
¿Qué decimos del lenguaje?
Que es nulo su aprendizaje,
si el hablar no lo sentimos.

Porque si solo aprendimos
aquella morfosintaxis,
no llevamos a la praxis
la auténtica educación:
que es la comunicación
auténtica profilaxis.

Investigando en la orilla de un río

La “Educación en valores”
está muy de moda ahora,
pero ha llegado la hora
de denunciar resquemores.

Que “las obras son amores”,
ya lo dice el refranero,
y hay que valorar primero
si este sistema político,
imponiendo el “codifico”
no actúa de carcelero.

Carcelero que dispone,
desde la más tierna infancia,
a todos igual lactancia,
sin que apenas lo razone.

Carcelero porque impone,
carcelero porque obliga,
porque manda y castiga,
porque controla esas aulas
convertidas hoy en jaulas
del desencanto y la intriga.

Las Nuevas Tecnologías
siempre serán bienvenidas,
si no invaden nuestras vidas
con falsas pedagogías
que acaban en brujerías.

Pedagogías que, insisto,
han de partir del instinto,
de lo próximo y cercano,
lo solidario y lo humano,
risueño y variopinto.

No quiero dejar pasar
pues la ocasión pintan calva,
los mentores que a mansalva
me enseñaron a educar.

Citaré, en primer lugar,
Sócrates, sabio y ético,
Platón, peripatético,
Campanella, el humanista,
Rousseau, el naturalista,
Y Dewey, polifacético.

Tampoco dejar a un lado,
debido a su importancia,
los que con suma elegancia,
a andar me han enseñado:
Pestalozzi, mi aliado;
Kilpatrik, el proyectista,
Montessori, colorista
Freinet, el asambleario,
don Giner, el ideario,
Tonucci, el malabarista.

Con todo, han sido los niños
con los que he caminado
los que más me han ilustrado
con sus infantiles “guiños”.
Guiños barbilampiños,
pero de una sutileza,
que por su pura simpleza,
forjaron en mí esta humildad
que aporta serenidad.
y una absoluta franqueza.

La Pedagogía Andariega supone un gran cambio en la educación: cierra escuelas e institutos y transforma el caminar en una herramienta que conecta a los alumnos con el mundo real. Más que una metodología, ofrece un cambio de paradigma que responde a las necesidades del siglo XXI.

No hablamos solo de movernos, sino de redescubrir el mundo en cada paso, tejiendo conocimientos al tiempo que exploramos el entorno. La Pedagogía Andariega, transforma la experiencia educativa. Los paisajes, tanto rural como urbano, se convierten en libro de sabiduría; la curiosidad, en brújula; el caminar en un acto colectivo de aprendizaje.

En un tiempo en que la educación se enfrenta a la desconexión y al agotamiento de sus formatos tradicionales, este enfoque despierta el asombro, fomenta la creatividad, y une lo humano con lo natural. Con este movimiento tratamos de redefinir la enseñanza desde sus raíces.

Seamos capaces de integrar ciencia, arte y conciencia en conexión con el vecindario y sus recursos: un puente hacia una pedagogía que inspira aprendizajes, comportamientos y compromisos.

Isidro García Cigüenza

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