Olivar arrancado y detalle de tocón ::ANA BAREA

Lucios centenarios y campos de placas solares

Allá por el 1.050 a.C. los fenicios introdujeron el cultivo del olivo en la península ibérica y se desarrolló de manera notable durante la época romana, durante la cual se exportaba el aceite a todos los rincones del Imperio Romano. Desde entonces, en Andalucía, el olivo ha sido un pilar fundamental de la vida en esta tierra.

Si algo caracteriza nuestro paisaje de manera notable es el olivar. Los mismos olivos que se extendían ante los ojos de mis abuelos y de mis padres se extienden ante mis ojos desde que era niña. Perder la vista en el horizonte del olivar es sentirse en casa. Contemplando el olivar puedo sentir que la mirada y el esfuerzo de los que nos precedieron permanecen vivos. Conservarlos es honrar su memoria y nos honra a nosotros como dignos habitantes de estas tierras.

Tocón de lucio centenario ::A.B.

El olivar es mucho más que un recurso o un paisaje, es historia y memoria viva, es nuestra raíz, nuestra seña de identidad, es una forma de vida ancestral y sostenible. Pienso en la gran variedad existente de olivos (lucio, picual, arbequina, hojiblanca…) y en como esta variedad beneficia a la biodiversidad. Y me pregunto, todo lo que habrán visto pasar ante sus troncos nuestros hermosos olivos lucios centenarios. Estos olivos lucios centenarios son menos productivos que otras variedades y que corren grave peligro de ser talados y sustituidos por olivos jóvenes y mas productivos como el picual o de crecimiento más rápido y de recolección mas fácilmente mecanizable. Pero los olivos lucios centenarios no son los únicos que corren peligro. Es difícil entender nuestro paisaje sin olivos y nuestra cultura sin el preciado aceite de oliva. Del olivo depende la economía de nuestros pueblos. El olivo proporciona trabajo y es en sí una forma de vida. Su desaparición supone, a la larga, el abandono y la desaparición de nuestros pueblos. Sin olivos el campo andaluz pierde su identidad y uno de sus principales recursos. Ese maravilloso campo andaluz que describieron tan magistralmente nuestros poetas, Antonio Machado y Federico García Lorca.

“¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!”

Antonio Machado

“El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.”

Federico García Lorca

Sin embargo, el paisaje está cambiando, de un día para otro, con más rapidez de la que podemos imaginar. Los campos de olivos centenarios están siendo sustituidos por olivos jóvenes perfectamente alineados y preparados para la recolección mecánica. Y lo que es aún peor, los campos de olivos ya están siendo sustituidos por grandes extensiones de frías y grises placas solares. Y no hablo de unos pocos pocos metros cuadrados de placas sino de hectáreas de placas solares instaladas en lo que siempre habían sido fértiles tierras de cultivo, hermosos olivares. Al ver esto, me surgen un montón de interrogantes porque no entiendo como es posible algo así.

¿Acaso no existen otro tipo de superficies en las que poder ubicar las placas solares? ¿A quién beneficia realmente esto?¿Por qué las leyes y las instituciones no protegen nuestros campos de cultivo ni nuestros árboles centenarios?

No puedo evitar estremecerme cuando veo esas grandes extensiones de placas solares en lo que antes eran olivares. El color gris de las placas oscurece impúdicamente el paisaje. Un paisaje condenado, que ya no volverá a ver las estaciones. Una tierra ya yerma en la que siempre habitará el color de las sombras. Un mar de oscuras placas que devora la vitalidad de la tierra en nombre del progreso. Un progreso que parece, hoy más que nunca, haber perdido el rumbo. Un progreso en el que ya no se sirve a la Humanidad sino al poderoso don dinero. Y se adueña de mi ánimo una tristeza intuitiva y a la vez impotente, perpleja y desorientada. Miro esos campos de placas solares en el mismo borde de la vega y paradójicamente siento un hilo frío en la garganta.

Tantos siglos de sudor y esfuerzo pueden ser segados, así sin más, sin miramientos. Arrancar los olivos es arrancarle el alma a nuestros campos, es arrebatarles la hermosura de los troncos retorcidos, esa hermosura y esa historia a la que tampoco Miguel Hernández pudo resistirse y si dejamos que se pierdan, probablemente, la historia no nos lo perdonará. La tierra siempre guarda y recuerda entre sus múltiples mantos la savia y la sal de quienes la habitaron y alimentaron.

“Cuántos siglos de aceituna
los pies y la manos presos
sol a sol y luna a luna
pesan sobre nuestros huesos”.

Miguel Hernández

Íllora, 19 de junio de 2025

Ana Barea Arco

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Comentarios

Una respuesta a «Lucios centenarios y campos de placas solares»

  1. LEANDRO GARCIA CASANOVA

    Gracias, Ana, me ha encantado tu artículo pero en España estamos ciegos

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